sábado, 30 de agosto de 2014

Cumbres Borrascosas: el Emperador, el Almirante, las hermanas literatas y los pistachos

Todo el mundo tiene un pasado y éste, a veces, no es especialmente brillante o, al menos, no es para sacar pecho. Hace muuuuchos, muchos años, en esta misma galaxia, yo mismo fui niño. Sí, lo sé, la idea no es agradable, pero es la realidad y hay que afrontarla. Os evitaré las terribles imágenes de la época, limitaos a creerme: tal aberración ocurrió. No solo eso, sino que de tierno infante era aficionado a las películas de Mario Moreno e incluso, tiemblo al recordarlo, a las de Bud Spencer y Terence Hill, ese par. No me perdía una, desde "Le llamaban Trinidad" a "Dos Superpolicías en Miami". Peliculón. A través de ellos conocí una de mis (no pocas) rarezas infantiles: el helado de pistacho. Además, en los breves instantes en que aparecía en pantalla, el helado en cuestión parecía ser verde, así que su sabor tenía forzosamente que recordar a la menta... Cuando en España había poco más de cinco sabores de helado y los niños se dividían entre chocolate y fresa, siendo ya bastante raritos los que lo pedían de limón, y cuando el heladero del barrio se atrevió, el jeta, a denominar tuttifruti a la bazofia resultante de juntar los restos de todas las cubetas al final de cada jornada, yo pedía siempre pistacho. Y acababa recibiendo una colleja de cualquiera de mis amigos y comiendo un corte de nata y chocolate, porque pistacho, claro, no había, pero yo lo seguía pidiendo. Por si acaso.

Y el acaso llegó, no en la heladería del barrio, claro, sino en un exótico quiosco regentado por una familia mejicana que estaba ubicado cerca de la piscina. Un día, dos o tres veranos después del inicio de mi obsesión, sucedió lo increíble: en lugar de la colleja y el corte de nata y chocolate, el mejicano me alargó un cucurucho con una bola ¡verde! encima. Una vez repuesto del sorpresón y ante la insistencia de mi pandilla, hubo que probar aquello y aquello…  ¡me gustó!

Terence Hill y Bud Spencer son, lógicamente, italianos, con esos nombres no podían ser de otro sitio. Sus nombres reales son Mario Girotti y Carlo Pedersoli, naturales de Venecia y Nápoles, respectivamente. Por cierto, que Pedersoli, al igual que Johnny Weissmüller, fue multicampeón de natación antes de ser actor. Como os decía, Pedersoli es napolitano y cerca de Nápoles nos vamos hoy a conocer una breve historia de casualidades enlazadas. Aviso: es breve pero algo liosa.

No se me despisten que comenzamos.

Sicilia, 1282


Sicilia es una isla y, como la inmensa mayoría de las islas de mundo, tiene un gravísimo defecto: el mar, está demasiado cerca del mar. Ya me habéis oído comentar alguna vez que el mar es una cosa muy seria, así que hay que dejársela a los profesionales (Armada, marina mercante, pescadores y tal...). 

Por otra parte, tiene una increíble ventaja: es isla, pero es grandota y está en pleno medio del Mediterráneo, así que ha sido un lugar importante para todas las civilizaciones e imperios de esta zona. Todos se han asentado allí en algún momento, desde griegos, romanos, árabes, normandos, españoles...

De aquí era Vito Andolini. Foto mía.
En 1282 Sicilia estaba ocupada por los franceses, en concreto los angevinos, uséase, la casa de Anjou, pero los sicilianos no estaban demasiado contentos al respecto y, como no parece difícil imaginar, un siciliano cabreado es una cosa muy peligrosa. En marzo de ese año estalló una revuelta del pueblo contra los angevinos que se conoce como vísperas sicilianas y que comenzó en Palermo, pero enseguida se extendió a Messina y a una localidad que se acabaría haciendo muy famosa con los años gracias a un ficticio hijo suyo llamado Vito Andolini. Las "Vísperas" comenzaron con una matanza indiscriminada de franceses pero devinieron en una guerra, no precisamente corta, cuando los sicilianos pidieron ayuda a Pedro III de Aragón y la cosa se alargó nada menos que 20 años hasta que en 1302 se firmó la paz de Caltabellota. Por cierto, que esta guerra siciliana supuso la primera salida de España de los almogávares, pero el tratado de Caltabellota les dejó sin curro y acabaron buscándose la vida y sembrando el pánico al grito de ¡Desperta ferro! mucho más al este, pero esa es otra historia...

Nosotros nos quedamos en Sicilia, que de esta forma tan curiosa quedó ligada, de forma intermitente, a Aragón y a España durante siglos.

Sicilia, otra vez, 1535

"Se habla mucho de la lealtad de los subordinados hacia sus superiores. La lealtad de los jefes hacia sus subordiandos es aún más necesaria y mucho menos habitual"

Iglesia de Santa María en Randazzo, reconstruida casi
 desde cero tras la 2ªGM. Foto mía.
Hay gente que parece que ha nacido para dejar citas que grabar en mármol, sea éste de Carrara o de Macael. Uno de ellos fue George C. Scott, quicir, George S. Patton. No sé cuando exactamente dijo esta frase, pero seguro que la llevó a la práctica a lo largo de toda su vida. Por ejemplo cuando en el verano de 1943 competía con Monty por cruzar Sicilia y llegar el primero a Messina. Ganó Patton, claro. Por el camino los aliados habían arrasado Randazzo, una de las poblaciones en las que el Eje se había hecho fuerte a los pies del Etna, así que es harto improbable que la casa en la que se alojara Carlos IyV 408 años antes siga hoy en pie. 

En 1535 nuestro viejo amigo el emperador decidió darse un rulo por sus posesiones al sur de Italia. Llegó a Trapani el 22 de agosto tras un agitado paso por Túnez, que los reyes de entonces no esquivaban escaramuzas (hombre, supongo que tampoco encabezaría las tropas...). En septiembre pasó por Monreale y Palermo, donde nombró nuevo virrey de Sicilia a Fernando de Gonzaga. Entre nombramientos y recepciones poco tiempo le quedaría para hacer turismo, pero el 18 de Octubre pernoctó  en Randazzo, de allí fue a Taormina y Messina. Es probable que fuera en esos días del otoño de 1535 cuando firmara el acta de fundación de un municipio próximo a Randazzo: Bronte. Según las fuentes aparecen dos fechas como fundacionales: 1520 y 1535, pero puesto que en 1535 el emperador estuvo por la zona, vamos a suponer que fue entonces... El caso es que, por motivos puramente fiscales (para facilitar la recaudación de impuestos, vamos), decidió fundar este municipio alrededor de la abadía de Maniace.

El paso de Carlos IyV por Sicilia no se extendió mucho más, en ese mismo año volvimos a entrar en guerra con Francia tras los pactos de Francisco I con protestantes y turcos para intentar recortar el ascendente poder del emperador (guerra en la que falleció nuestro anterior visitante, Garcilaso de la Vega) y supongo que don Carlos andaría demasiado ocupado como para hacer vacaciones en Sicilia.

Sicilia, de nuevo, 1799


En 1759, andaba Carlos de Borbón siendo feliz como Carlos V de Sicilia y VII de Nápoles, disfrutando de la molicie del ocio entre Nápoles y Palermo, whenderepente la diñó su hermano Fernando en Villaviciosa de Odón. Gran consternación, gran priesa y Carlos, tercer hijo de Felipe V, que sale escopetado desde el sur de Italia nada menos que a hacerse cargo como Carlos III del reinado de España (y de la "alcaldía" de Madrid, casi más importante). Por entonces, el reinado de Nápoles y Sicilia ya era completamente independiente de España y a Carlos III le sucedió su hijo Fernando como Fernando III de Sicilia y IV de Nápoles. Por cierto, Carlos III no fue el único rey de España que hizo las prácticas de rey en Nápoles, poco después hubo otro... ¡buscad, buscad, malditos! (es muy fácil).

A lo que íbamos, que Fernando de Borbón quedó como rey de Sicilia, y no por poco tiempo... aunque lo suyo le costó. En 1799, los franceses (¡sorpresa!) tomaron Nápoles y la familia real huyó a Sicilia. Por el camino pidieron ayuda a Inglaterra, así que allí se presentó Horatio Nelson, ya tuerto y manco después del fracaso en Tenerife un par de años antes y que además era amante de Lady Hamilton, esposa del embajador inglés en Nápoles y a su vez amiga del alma de María Carolina de Austria, a la sazón reina consorte del rey Fernando. Culebrón. Imaginaos a Hamil y Carol tomando el té y discutiendo sobre como embarcar a Horatio en el fregao de salvarles el culamen a los 2Sicilias... Por cierto, algo deben tener las aguas Sicilianas, Fernando y Maria Carolina tuvieron la nada modesta cifra de 18 hijos, la mitad de los cuales murieron de viruela.

Castello di Nelson, más bien una gran casa de campo. Foto mía.
Nelson, fuera por convicción, por presiones de Lady Hamilton o porque también estaba haciendo prácticas para sus futuras responsabilidades, se mostró salvajemente inclemente y no sólo venció, sino que ajustició (o permitió ajusticiar) a un número importante de Jacobinos y también de Napolitanos que los habían apoyado.

En agradecimiento por los servicios prestados, haciendo un alto en su agitado proceso reproductivo, el rey Fernando regaló a don Horatio "a perpetuidad" el ducado y la ciudad de Bronte, incluyendo la abadía de Maniace. Aunque Nelson nunca visitó Bronte, sí que dispuso que la Abadía fuera transformada en una residencia apropiada para un duque y hoy se conoce como Castillo de Nelson. Horatio tuvo una hija con Lady Hamilton, doblemente ilegítima, que se llamó Horatia (¡Ahí! ¡Disimulando!), pero no fue ella la heredera a la muerte del almirante, sino el hermano mayor de éste. Hubo en total 7 Duques de Bronte en la familia Nelson, el último de los cuales terminó de vender la mayor parte de las posesiones en el municipio hace como quien dice cuatro días. Hoy en día sólo les queda el cementerio.

Nelson no solo no estuvo nunca en Bronte, sino que solo pudo disfrutar de su título durante 6 añitos, antes de ser herido de muerte en Trafalgar mientras buscaba nombre para una plaza londinense, pero parece que el título le cayó bien, ya que desde que lo tuvo firmó como "Nelson y Bronte", "Bronte Nelson" o parecidos.

Un arabesco colateral bastante curioso de esta historia lo protagonizó el reverendo irlandés Patrick Brunty, que se trasladó a Inglaterra a comienzos del XIX. Dado que el tío era admirador de las hazañas de don Horatio, decidió Nelsonizar su apellido transformando Brunty en Brontë, tal vez pensando que con diéresis el apellido era más molón. Seguramente nadie se acordaría de esta historia de no ser por que don Patrick fue padre de un hijo y tres hijas, de nombres Branwell, Charlotte, Emily y Anne. El primero fue un bala perdida alcohólico, pero las tres mushashas se dedicaron a escribir y, según parece, no demasiado mal, legando a la historia obras como Jane Eyre o Cumbres Borrascosas que, de no ser por Pedro III de Aragón, Carlos IyV, Fernando III de Sicilia y Horatio Nelson habrían sido escritas por las hermanas Brunty. Donde va a parar...

Sicilia, por último, 2014


Campo de Pistacia Vera en Bronte con el Etna al fondo. Foto mía
Algún avispado lector habrá llegado a la sagaz conclusión de que he andado recientemente por Sicilia pasando, de hecho, unas vacaciones manifiestamente mejorables y, aunque estaba decidido a no dar demasiado la barrila a la familia ni a los amigos que me sufrieron una semanita larga (mis excusas a los 8), cabía la posibilidad de encontrarse con alguna historia curiosa digna de aparecer en profundosoconfusos. No me imaginaba yo que fuera a ser ésta, pero no la íbamos a despreciar.

Bronte sigue existiendo, claro. Es un pueblo bastante grande al pie del Etna -en su falda oeste- que es conocido por toda esta historia de Nelson y las hermanas pero, sobre todo, es conocido por otra cosa: está literalmente rodeado de árboles Pistacia Vera, de los que se obtiene, año sí y año no, el pistacho. En esta comarca se cosecha el 1% de la producción mundial de pistacho, pero más del 80% de la producción italiana. Hacen de todo con ellos, desde dulces, condimentos, salsas, pizzas y, por supuesto... helados.

PS: por si a alguien le interesa, las menos malas de las fotos de Sicilia están AQUÍ



domingo, 3 de agosto de 2014

La pluma, la espada y el cruasán: Garcilaso de la Vega (y II)

Me van Vds. a disculpar por la tardanza, pero la vida es muy, pero que muy complicada y se me ha encasquillado el asunto Garcilaso, cosa que el hombre, evidentemente, no merecía...

Encima, el retraso afecta a nuestro (tal vez) próximo visitante, que debía ya estar a punto de ser publicado en las cercanías del aniversario de los hechos por los que es (poco, mucho menos de lo que merece) recordado.

Vivimos una época en la que el imparable proceso de simplificación del cerebro humano, especialmente del hispano, se va acelerando a ojos vista. Nos queda poco para llegar al destino final en el que cada cuasiser humano alcance el nivel de Sistema MonoNeuronal Biestable Oscilante Simple (p'alante, pis; p'atrás, caca). En ese entorno tal vez resulte complicadillo entender la existencia de personajes comprometidos con su país, con su rey y con sus compañeros de armas y que, además, dicho personaje no fuera un cenutrio sediento de sangre, sino un cultivado caballero y brillante poeta (dicen los que entienden del asunto, para mi desgracia yo estoy a media evolución hacia el SIMON BOS® y carezco de la capacidad necesaria para valorarlo). Esos personajes existieron y hoy vamos a retomar las fazañas, vida y milagros de uno de los más representativos. Bolo, por más señas.

Una misión en Florencia


Parroquia de Santa Leocadia, de gratísimo recuerdo
 para mi y no por  que el rato más importante
que pasé en su interior fuera especialmente divertido..
Tras el asuntillo de Rodas y los temitas con los franceses en Fuenterrabía, parece que Garcilaso se tomó un tiempecito para sus asuntos, entre otras cosas hacerse un año de noviciado en Uclés, necesario para ser nombrado caballero de Santiago. A continuación fue destinado a Toledo como regidor y allí, entre verso y verso, acabó casando en 1526 con doña Elena de Zúñiga por "consejo" Real. Doña Elena era dama de honor de la hermana del Emperador, doña Leonor de Austria, que por esas fechas ya había sido reina de Portugal y aún lo sería también de Francia. Una vida bien aprovechada, desde luego...

Evidentemente, el hecho de estar casado y en pleno proceso de reproducción (Garci y Ele tendrían 5 hijos y eso que se veían de Pascuas a Ramos, como veremos) no eximía a don Garcilaso de sus obligaciones con el Emperador y continuó dando vueltas por el mundo con él y/o a sus órdenes tras haber asentado a su familia en la parroquia de santa Leocadia, en Toledo.

Tras algunos viajecillos cortos para asistir a bodorrios y similares, en marzo de 1529 parte para el siguiente viaje "largo", en principio también turístico-jacarandoso, ya que la corte se desplaza a Bolonia para que el Papa corone al Emperador. Entre pitos y flautas no llegan a Bolonia hasta finales de verano de 1529, pero hasta el 24 de febrero (día de su cumpleaños y de san Sergio, entre otros) del año siguiente no se produce la coronación por parte del Papa Clemente VII. La cosa no dejaba de tener su gracia, ya que el Papa se había puesto más suave que un guante con Carlos IyV tras los sucesos de 1527, cuando se produjo el famoso Sacco di Roma, durante el que 20.000 soldados imperiales (del Imperio de Carlos IyV, no del de Darth Vader) arrasaron literalmente la ciudad. Se supone que fueron más activos los mercenarios luteranos alemanes que los católicos españoles, pero vaya Vd. a saber... un motín es una cosa muy seria, que diría el Inspector Kemp

Castillo de Sant'Angelo (foto mía)
Sin liarnos más de la cuenta diremos que el Papa se refugió en el castillo de Sant'Angelo, protegido por un batallón suizo que daría origen a las actuales "Fuerzas Armadas Vaticanas" de discreto uniforme y que el Emperador se cabreó, o fingió cabrearse, cuando se enteró de los excesivos excesos de sus tropas. El hecho es que a partir de entonces Clemente VII se cuidó muy mucho de contrariar a Carlos IyV. No sólo eso, sino que incluso le pidió favorcillos... "ya que están parte de sus ejércitos en Italia para asistir a la coronación, Majestad, ¿os importaría reponer a mis parientes los Médici en el gobierno de Florencia? Es que los han echado con unas infames revueltas". No se habló más y Garcilaso se incorporó a la misión, que acabó como era de esperar, es decir, con la reposición solicitada por el Papa: la República de Florencia pasó a mejor vida y los Médici, en la persona de Alejandro de Médici, volvieron al poder. La campaña fue muy breve y tras la toma de Menaria, Monteflascon, Asís y algunas otras poblaciones, finalmente cayó Florencia. Dos personajes destacaron en el bando sublevado: el general Malatesta, más que nada por ese pedazo de nombre, y un tal Michelangelo Buonarroti, que apoyó a los republicanos y contribuyó a diseñar las defensas de la ciudad. Como es lógico, este posicionamiento no le gustó mucho a Alejandro de Médici y tras la guerra Miguel Ángel se tuvo que trasladar a Roma, donde el Papa le acogió a pesar de ser él mismo un Médici. Don Clemente sería un un intrigante de primera, pero el talento parece que sabía reconocerlo...

Garcilaso volvió a España, quicir, a lo que hoy conocemos como España (o así) con una pensión de 80.000 maravedíes anuales por su participación en la campaña:

"El Rey - Contadores mayores de la Católica Reina mi señora é mios: sabed que acatando lo que García Lasso de la Vega gentilhombre de nuestra casa nos ha servido, especialmente en esta jornada de Italia, y en emienda y remuneracion de ello y en recompensa de los gajes que tiene asentados en los nuestros libros de Flándes por gentilhombre de nuestra casa, de los cuales no ha de gozar de aquí en adelante, nuestra merced é voluntad es, de le hacer merced de 80.000 mrs. en cada un año, para toda su vida, é hasta que le hagamos merced, ó sea por Nos proveido de otra cosa, que rente cada año los dichos 80.000 mrs., y que se le libren de tres en tres años, estando en casa sin obligación de servir, ni residir en nuestra corte"

Si los cobró de forma regular o no, no lo sé, pero lo de que no iba a servir más al Rey... como que no. Era su vida y lo seguiría siendo hasta el final, con un brevísimo intermedio y no por propia voluntad, como veremos. Por otra parte, quitando las ligeras incomodidades de una guerra, Garcilaso debió estar en Italia más feliz que gorrino en lodazal, dada su afición a la poesía italiana y, con lo espabilado que nos había salido, seguro que aprendió bastante.

Rumbo a Viena (?)


Garcilaso debió pasar en casa el tiempo justo para continuar el proceso reproductivo y casi de inmediato le encomendaron una misión "menor" en la corte de Francia, para la que parece ser era aconsejable mandar a alguien de verbo fácil y florido. En concreto le piden que se llegue a la corte de Francia para comprobar si el rey Francisco I daba a la hermana del emperador (Leonor de Austria, de la que hablamos antes) el trato que esta merecía. Fran y Leo se habían casado en agosto de 1530 según lo dispuesto en la Paz de Cambrai y el emperador tenía sus dudas, parece que fundadas, sobre el comportamiento de Francisco I con su hermana. Tras esa misión de espionaje Garcilaso volvió a España vía Italia.

En el brevísimo periodo de 1531 en que anduvo por casa haría algo inocente, pero que le acabaría costando caro: asistir a la boda de su sobrino, que también se llamaba Garcilaso de la Vega, en Ávila de los Caballeros. Enseguida volvemos sobre ello.

Ávila. Peaso muralla (foto mía)

Aparte de atacar y conquistar Rodas, Solimán el McNífico andaba ocupado el hombre expandiéndose por Europa Oriental. A esas alturas los otomanos ya se habían apoderado de las actuales Grecia, Albania, Rumanía, Bulgaria, casi toda la ex-Yugoslavia y Hungría. La siguiente ficha en caer no podía ser otra que Austria, y Viena estaba a tiro de piedra de sus dominios... Solimán lo intentó primero en 1529, pero fracasó, así que volvió en 1532 con una fuerza muy superior. Fernando I de Habsburgo (nacido en Alcalá de Henares, por cierto) recibió la ayuda de su hermano CarlosIyV. El resto de reyes europedos se hicieron los locos de mala manera porque, aunque la amenaza de Solimán era para cagarse preocuparse seriamente, eso de ayudar al capo di tutti capi no les venía bien en ese momento. Así que para allá mandó el Emperador ejércitos desde todas las esquinas del Imperio y para allá se pusieron en marcha un joven Duque de Alba y su inseparable Garcilaso en enero de 1532. 

No habían hecho más que salir cuando el 2 de febrero Garcilaso fue llamado a declarar en primero en Azcoitia y después en Tolosa ante el "corregidor de esta muy noble é muy leal provincia de Guipúzcoa", que había, a su vez, recibido cédula Real pidiéndole que lo hiciera. El motivo de las pesquisas era saber si Garcilaso había o no asistido a la boda de su sobrino, ya que resultaba que este casorio había sido prohibido por el rey in person. Nosotros sabemos que sí, pero el corregidor no leía profundosoconfusos, así que Garcilaso silbó el puente sobre el río Kwai y trató de escabullirse cual anguila. Hubo idas y venidas de correos entre Tolosa y Medina del Campo (donde estaba la reina) y al final Garcilaso cantó la Traviata el 8 de febrero y le fue leída la condena, que ya estaba redactada para cuando confesara: destierro de por vida. Con un par de gónadas (de ovarios en este caso, pq la cédula era de la Emperatriz). Aquí intervino el Duque de Alba que, aunque aún no era lo que llegaría a ser, debía ya dar mucho miedito y se llevó a su amigo con él hasta Ratisbona, que era donde estaba el Emperador. Garcilaso fue confinado en una isla del Danubio. En palabras del propio Garcilaso, que hasta ahora no habíamos leído nada suyo:

Canción III
  "Con un manso rüido
 d’agua corriente y clara

cerca el Danubio una isla que pudiera

ser lugar escogido

 para que descansara

quien, como estó yo agora, no estuviera:

 do siempre primavera

 parece en la verdura
  sembrada de las flores;
hacen los ruiseñores
renovar el placer o la tristura
con sus blandas querellas,
que nunca, dia ni noche, cesan dellas,



Aquí estuve yo puesto,

o por mejor decillo,

preso y forzado y solo en tierra ajena;

bien pueden hacer esto

en quien puede sufrillo

y en quien él a sí mismo se condena.

Tengo sola una pena,
si muero desterrado
y en tanta desventura:
que piensen por ventura
que juntos tantos males me han llevado,
y sé yo bien que muero
por solo aquello que morir espero." 

Sus más influyentes amigos siguieron terciando por él y el mismo Garcilaso pidió en varias ocasiones clemencia al rey hasta que en Junio, supongo que de puro pesado, el Emperador le dejó marchar a Nápoles, o a un monasterio o a donde le diera la gana con tal de librarse de él. Bueno, la influencia del Duque de Alba algo tendría que ver, no por casualidad al final Garcilaso marchó a Nápoles con el nuevo virrey: don Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga.

¿Y lo de Viena? Preguntaréis. Nada hubo. El ejército Imperial se presentó a las puertas de la ciudad y los otomanos salieron con el rabo entre las piernas nada más verlo, No hubo necesidad ni de pegar un tiro ni  de dar una estocada. Por eso la leyenda del cruasán tuvo que esperar a otro sitio de Viena, siglo y medio más tarde.

De la Costa Amalfitana a la Costa Azul y de una muerte tonta (pero tonta, tonta)


Estatua dedicada a Garcilaso en Toledo,
frente a la UCM, donde está ahora la iglesia
 en la que fue enterrado (foto mía)
En Nápoles Garcilaso sufrió lo justo: se embebió de la poesía italiana que tanto le gustaba, se carteaba con los colegas, encontró alguna moza que le distrajera en las tardes nostálgicas... Incluso se buscó alguna misión militar de vez en cuando para mantener la forma. En una de ellas, en la toma de La Goleta (Túnez) es ferido de nuevo en cara y brazo. Hay que entender que en aquel momento el sur de Italia era esencial en la contención de... ¡sí, lo habéis adivinado! ¡Solimán el McNífico! Si no era por tierra sería por mar y Solimán, con el auxilio de Barbarroja, se lanzó a la conquista de Occidente. Evitar su asentamiento en Túnez o, peor aún, en el sur de Italia era vital y a ello se dedicaron los españoles. Mientras, el resto de monarquías europedas, tocando el violón, cuando no colaborando directamente con Solimán...

Desde que llega a Nápoles, Garcilaso no para de recuperar crédito y prestigio y en 1534 es nombrado alcalde de Reggio Calabria, cargo que desempeñaría hasta su muerte. Como decíamos, Garcilaso había recuperado todo su crédito e incluso gozaba de la confianza directa del Emperador, que en 1536 le nombra maestre de campo y le lleva consigo en una campaña contra Francisco I de Francia. A finales de Septiembre, los ejércitos se encuentran en Le Muy, en la Provenza, a unos 80 km de Niza. Allí se encuentran con una torre ocupada por cuatro gañanes (unos 50, en realidad). El Emperador manda batirla con artillería, pero a Garcilaso se le hincha la vena y se lanza al asalto sin encomendarse a nadie; sólo un par de sus oficiales le siguen y le asisten con una escala. Cuando Garcilaso se encuentra ya casi en lo alto de la torre los defensores le arrojan un pedrusco de respetable tamaño. Según unas versiones el pedrusco le da en la cabeza, según otras Garcilaso lo esquiva, pero la piedra rompe la escala. En cualquier caso Garcilaso cae de mala manera desde lo alto y se rompe la crisma. Aún vivo, pero con un pronóstico manifiestamente mejorable, es trasladado a Niza, donde moriría unos días después, a mediados de Octubre de 1536. Los cincuenta franceses de la torre colgaron de las almenas en menos que se persigna un cura loco.

De los Álvarez de Toledo, protectores de Garcilaso, poco hay que decir, especialmente del Gran Duque, aunque la etapa de don Pedro en Nápoles tal vez merezca un estudio aparte por la importancia que en la historia de aquella zona tuvo.

Si os pasa como a mí, y el nombre de Garcilaso de la Vega no era más que un leve recuerdo de las clases de literatura de EGB o BUP, tal vez os haya sorprendido leer la jartá de cosas que hizo este hombre aparte de escribir versos, he de suponer que muy buenos. Es curioso ver como no todos los poetas eran melifluos paliduchos y casi tuberculosos. Hubo un tiempo en que los españoles podían ser, al mismo tiempo, hombres de acción, leales servidores de su rey y su país y dedicar sus ratos libres a cultivar el espíritu y la amistad de la forma que les era posible. 

En fin... Sic transit gloria mundi, en el siglo XXI bastante tenemos con intentar ralentizar nuestro deterioro hacia el SIMON BOS®. Ahora, si os vais de vacaciones, que las disfrutéis con intensidad y aprovechamiento y, sobre todo, espero veros a todos de vuelta para el próximo episodio, que ya veremos de qué va. Por mi parte, en unos días veré, desde el otro lado del estrecho, el castillo del que Garcilaso fue alcaide.

Con Dios.