sábado, 24 de octubre de 2015

Un rulo por Aquitania (I)



Con esta entrada vamos a romper dos cosas: una, el silencio de varios meses y otra, la serie de artículos históricos. El principal motivo para lo primero es que se me ha encasquillado el próximo visitante del blog y, para lo segundo, que me apetecía comentar mis vacaciones. En el fondo, muy, muy, muy en el fondo, soy un espécimen casi majete, así que pretendo evitar a algún amable lector el suplicio que yo pasé en el Suroeste francés. 

En el muy improbable caso de que a alguien le interese lo más mínimo mi opinión, pero no tenga ganas de leer, se la transmito en dos patás: 


1.- Francia es un grandioso país al que le han caído en desgracia unos habitantes de difícil soportabilidad


2.- Por muy buena idea que pueda parecer sobre el papel, recorrer los canales de Francia en barquichuelo es un cognazo de marca mayor.


Y ya. Podéis seguir a lo vuestro.


Aquitania


Para el resto: Francia es un gran, gran país. En serio. En concreto un 27% más grande que España, así que nos ceñiremos a una zona más o menos concreta: Aquitania y alrededores, que en términos de ciudades conocidas incluye Toulouse, Burdeos, Biarritz y una extensión hacia el norte a la isla de Ré. Además de ser grande es un país privilegiado por la naturaleza, que lo ha tenido todo para ser uno de los grandes imperios de la historia. A pesar de eso, y de limitar con cuatro de los cinco países europedos que si lo son/fueron en algún momento (si consideramos Calais una frontera), Francia nunca lo consiguió (salvo los cinco minutos de Napoleón). Hay por ahí una teoría que explica la "paradoja/fracaso francés" muy interesante. En términos sociales son el país más socialista que conozco, con diferencia.

Ya desde el primer momento uno se enfrenta con una realidad de difícil solución: a esa gran tierra le han caído en desgracia unos habitantes que, en demasiados casos, se mueven entre lo típico y lo tópico, entre el insulto y la broma, entre lo grandilocuente y lo ridículo... pero dejemos ese asunto, ya que el propósito de esta entrada es hablar del país, no de sus habitantes. Nota: con intención de economizar tu tiempo, lector, y el mío, a partir de ahora la anterior adversativa será referida como (*A).

En este viaje en concreto pasamos bastante de las ciudades ya que la principal peculiaridad del mismo era... ¡Tacháááán!¡Navegar por el canal lateral del Garona y movernos solo en barco, bici o pinrel!¡Qué gran idea!


Para empezar, nada más cruzar los Pirineos, en mi caso desde el Valle de Arán, uno aprecia un cambio radical de paisaje. Se nota que fue la Península Ibérica la que presionó levantando la cordillera, para que luego digan que no hacemos nada de provecho: todas las arrugas quedaron de este lado. En consecuencia, en cuanto bajas las montañas aquello es llano como la palma de la mano (primera condición necesaria, pero no suficiente, para que un canal sea una gran idea si se quiere facilitar el transporte). En segundo lugar, los vientos húmedos del norte descargan de aquel lado; o sea, que llueve mucho, hay grandes ríos, las tierras son de una fertilidad supina y sobra el agua (segunda condición necesaria...¡hagamos un canal de mar a mar!). Dicho y hecho, se coge escuadra y cartabón y se comienza a cavar.



Claustro Románico de Moissac 


Nosotros recorrimos el canal entre Castelsarrasin y Le Mas d'Agenais, con un arabesco colateral por el río Baïse. Para empezar, por si hay algún insensato que no aprenda en cabeza ajena y quiera embarcarse, nunca mejor dicho, en recorrer los canales, no recurráis -ni de coña- a "LeBoat". KK, alejarse. Hay otras dos empresas por la zona que no sé si serán buenas o malas, pero peores no pueden ser: Nicols y Locaboat. Uno se allega al puerto de salida con cierta ilusión, no voy a decir que no, pero poco a poco el personal de recepción se la quita (aplíquese (*A)). Tan poco a poco que la entrega y "curso de aprendizaje del pirata Patapalo para manejar un barco de 12m" dura... 20 minutos, entre teoría y práctica. Así que en poco menos de una hora uno ha firmado todos los papeles en los que se confiesa preventivamente autor de la muerte de Manolete, ha cargado el barco con pertrechos, provisiones y bicicletas y se ha hecho al canal. Lo de "se ha hecho al canal" es un decir, claro. Antes de darte cuen estás pasando la primera serie de esclusas, sin acordarte muy bien si con el cabo había que hacer un as de guía y al esclusero darle una propina o al revés. Afortunadamente no hay esclusero, así que entonces no hay duda: se le hace un as de guía a la propina.

En un par de horas la cosa está bastante más que controlada, pero entonces llega el momento de atracar en el bello pueblo de Moissac, con su claustro románico. 

Por suerte, el atraque es en línea y al final del puerto, así que el ridículo no es extremo y, además, casi nadie lo ve. Este pueblín ya lo habíamos visto por la mañana, antes de ir a por el barco, pero es chulo así que no nos importa repetir y cenar allí. De vuelta al barco memorizo la ubicación de la panadería más cercana para ir a por cruasanes por la mañana. El cielo está despejado, temperatura ideal, no hemos cenado mal, ¿qué puede fallar?. Pues el barco, claro, que es del 87 y tiene más achaques que yo. Llamo al móvil que nos han dado los de LeBoat (*A durante un par de horas).


Puente en Auvillar
El día siguiente es el primero completo de navegación ¡qué bien!¡Qué bonito es todo!¡Qué buen tiempo hace! Queremos llegar a Valence d'Agen y, tras desayunar unos excelentes cruasanes en el barco soltamos amarras, cruzamos el pueblo navegando y enfilamos el canal con el sol a nuestra espalda. Un par de horas y no mucho más de 10 km después estoy hasta las gónadas de canal rectilíneo, de sol, de calor, de saludar ciclistas que nos adelantan, de lanzar cabos en las esclusas, de hacer eses por el canal...¡y aún queda casi una semana de esta tortura!

Sin mucho pormenor llegamos a Valence d'Agen y... allí el atraque es en paralelo y solo queda un sitio. La maniobra es un elegante desastre y el propietario (francés, *A) del barco a estribor es de lo más colaborador. Sin duda sus gritos e insultos me ayudan a no embestir su barco con fuerza suficiente como para partirlo en dos y hacerlo naufragar allí mismo. Eso y que sólo tengo unos 60CV. Atracados, vámonos en bici a Auvillar, que está cerquita.

Vuelta y tiempo justo para una ducha, salir a cenar y asistir desde nuestra propia cubierta al espectáculo "Au fil de l'eau" que nos cuenta, entre otras cosas, cómo Francia ha salvado ella solita a Europa dos veces del imperialismo alemán. O algo así. Pero ¿quién les ha dicho a estos señores que su espectáculo tiene algún interés? (*A) Antes de la mitad me voy a buscar algo que hacer. Mira... un Kramer monocilíndrico de entreguerras...

Al menos Valence es bonito y hay un gran supermercado cerca del puerto. 


Y llevamos solo dos días... Me quiero volver a casa!!!!!!


No nos fuimos, claro.

Agen


Al día siguiente, aún en Valence d'Agen, tras los pertinentes cruasanes saqué el McGyver que llevo dentro y arreglé con S.O.G y kit de emergencias el famoso cable que los dos técnicos de LeBoat decían que era irreparable.

Me llevó algo menos de una hora, pero no cobro submúltiplos, así que la factura será de 600 € la hora de trabajo fuera de la Comunidad de Madrid más 1492 km (cogno, mira, buena cifra) a 1,07€... total... 2196,44 €.


Una vez asegurados de que tendríamos corriente en cada puerto partimos hacia Agen, dejando a un lado la central nuclear de Golfech. Esta parte del trayecto es especialmente cognazo dentro del cognazo de la navegación canalística general, pq no ves gran cosa y atraviesas una zona industrial bastante fea y grande. En Agen tocó parar en el puerto para acercarnos a ver el famoso Pont Canal. Para que no nos dijera nada ningún amable local atracamos en el pugnetero campo, en un lugar que pareció propicio para bajar las bicis y amarrar el barco a unos hierracos que había en medio de la vegetación. Desgraciadamente, la vegetación eran ortigas y se me pusieron las manos como dos racimos de morcillas, ni cambiar de marcha en la bici podía. En fin, puente visto y vuelta, no es gran cosa y además lo íbamos a pasar navegando en unos minutos.


El puente canal de Agen


Seguía haciendo mucho calor, pero se notaba que la cosa iba cambiando y el cielo empezaba a cubrirse. El objetivo era llegar a Sérignac-sur-Garonne antes de que empezara a llover y cenar rapidito. Cumplimos el objetivo y cenamos en el sitio más agradable del viaje. Hasta los lugareños fueron extrañamente amables, lo que nos hizo sospechar... afortunadamente sin fundamento. Aquí el puerto era más cutre pero, a cambio, fue gratis. Por la noche se abrieron los cielos, tuve que salir a cubierta a asegurar mesas y sillas porque se volaban y las ventanas del barco nos dejaron claro que también tenían 28 años goteando sobre la cama de los ninios. 


Saltando al Baïse


Iglesia de Vianne

¿He dicho antes que la llegada a Agen fue lo más cognazo? Mentí como un bellaco. El tramo de Sérignac a Buzet-sur-Baïse fue peor. Encima no paró de llover y me calé hasta los huesos. En Buzet comimos como pudimos (de nuevo en un restaurante con personal de lo más amable, allí se estaba tramando algo...) y tomamos el río Baïse en medio de un chaparrón que no se veía ni la "costa". Esa misma tarde llegamos a Vianne y aquí pequé de hombre y de español. No, no es lo que estáis pensando, es que no me leí las instrucciones de las esclusas del río, con funestas consecuencias, como veremos. De momento atracamos en un apartadero justo antes de la esclusa para ver el pueblo, que prometía bastante y había dejado de llover. Vianne no es que sea muy bonito, pero tampoco es feo, tiene su encanto y una muralla y una iglesia chulas. 


A eso de las 1840 (anoten la hora) estábamos de vuelta en el barco dispuestos a cruzar la esclusa de Vianne y llegar a Lavardac a pasar la noche. Con la experiencia marinera que mis casi tres días de navegación me habían dado me apresté a salir picando hélice río arriba, whenderrepente... que no, que el barco no se mueve ni con los 60 CV rugiendo a tope de revoluciones. Habíamos empanzado, afortunadamente sobre arena, no piedras. P'alante, p'atrás, izda, izda, derecha, derecha, delante, detrás, un dos tres! No sin esfuerzo salimos del empanzamiento y nos metimos en la esclusa. Mi ninio mayor sube, aprieta el botón y aquello no se mueve. Le llamo de todo, subo yo, le doy al botón y... tampoco. Son las 1903. Pulso los botones del intercomunicador... nada. Veo que hay un tlf anotado a boli en el intercomunicador, lo marco y me dice un paisano que qué quiero, que a partir de las 1900 deja de funcionar la esclusa. Encima, en el proceso veo que justo detrás está el puerto de Vianne, con una pinta estupenda. Toca aguantar el chaparrón de la parienta, de los ninios, el meteorológico y, encima, empanzar de nuevo voluntariamente en el mismo sitio de antes para pasar la noche, apartados del pueblo, en un recodo, a oscuras y tapado por un árbol. Ahora es cuando todos los lugareños que fingían ser amables van a venir en plan "Deliverance" a por nosotros...

Toca ajo, agua y cenar en el pueblo


Puente en Vianne
La cena fue muy manifiestamente mejorable y la amabilidad ya no estaba por ningún sitio. Porque, digo yo, por muy oxidado que esté mi francés, que lo está ¿de cuantas maneras diferentes se puede pronunciar la palabra "lait"? ¡lé, cogno, lé! Por más morritos que ponía en el 90% de los sitios en que pedí "lé pur la fille" me ponían caras y se hacían los suecos (*A).


La siguiente etapa comenzó fuerte, sin duda. El viaje nos reservaba un último apretón antes de hacerse algo más plácido. Comenzaré diciendo, para vuestra tranquilidad, que la noche la pasé con el culillo preto, pero nada pasó, más allá de un par de chaparrones. Mi amable interlocutor telefónico de la noche anterior me había informado de que las esclusas, efectivamente, tal y como pone en el manual que no leí, funcionan de 0900 a 1900, así que a las 0850 me teníais de nuevo sacando el barco de su embarrancamiento con una habilidad que rayaba el virtuosismo. A las 0900 o'clock estaba el barco metido en la esclusa y listo para hacer nuestro primer ascenso en río del viaje. Aquí es importante decir que todas las esclusas anteriores, unas 20 o por ahí, habían sido en canal y de bajada. Sirva toda esta introducción para decir que cruzamos la esclusa... sin problema alguno y continuamos hacia Lavardac entre chirimiri y ribera frondosa. Yo me sentía Humphrey en La reina de África.

Molino fortificado de Barbaste
Llegamos a Lavardac y, como es costumbre, al menos en ese río, justo antes de llegar al embarcadero del pueblo está el azud con su esclusa, en este caso un esclusón de algo más de 3 m de ganancia de nivel, creo recordar. Se masca la tragedia. Nos colocamos, como estábamos acostumbrados en el canal, en la parte delantera del recinto, en este caso cerca de la compuerta de aguas arriba. El ninio se sube a darle al botón, mi Santa en proa, el Panoly en popa, todos en sus puestos... comienza la maniobra; se cierra la compuerta trasera, se abre el paso de agua... todo normal... comienza a subir el nivel, todo normal... Oye ¿no hay un poco más de turbulencia de la habitual? Whenderrepente el barco sale literalmente lanzado hacia adelante empujado por una corriente AGUAS ARRIBA del carajo de la vela. Mi Santa no puede sujetar y suelta el cabo, el Panoly pone sus hercúleos brazos en máxima tensión intentando evitar que el barco siga avanzando y se coma la compuerta delantera pero, desgraciadamente, Hércules era solo un semidios y su fuerza no fue suficiente contra el empuje de la naturaleza y... comienzo a ceder. ¡¡¡¡¡MECAGONTÓ!!!! ¡en la batalla se me ha liado el cabo al tobiiiiiiiiiiiiiiiiiiiilllllllllllllllloooooooooo!!!!!! esta parte la grito ya volando hacia atrás lanzado por el cabo que tiraba de mí hacia el bolardo, pie derecho por delante, un par de metros largos por encima del suelo del barco. Afortunadamente el lío se deshace solo y caigo al agua cabeza abajo cual saco de patatas envuelto en un poncho XXXL (era el único que quedaba en la tienda de Moissac). Veo una luz lejana, un señor con barba y un montón de llaves que me hace gestos para que le siga, pero con agilidad felina me saco el poncho, me equilibro, encuentro mis cuatro extremidades (la quinta la tenía a esas alturas entre el píloro y el gaznate) y saco la cabeza del agua. Trinco el poncho que se alejaba con la corriente y me lanzo hacia la escalerilla. Un espectáculo. Mi Santa ha oído el grito pero no ha podido ver nada desde su posición, pero el ninio lo ha visto todo en 1ª fila. El ninio, al que le llevo 4 días diciendo cada 5 minutos que no haga el cabra que se va a caer al agua... Resulta que en las esclusas ascendentes hay que colocarse en la parte TRASERA de la esclusa, no en la delantera. Eso también lo pone en el manual. Pero "The show must go on" y la compuerta se va a abrir, así que salto a bordo, pongo la reversa y el barco se mueve lo justo para permitir la apertura y salgamos grácil y elegantemente de entre los muros. Aquí no ha pasado nada. Bueno, yo estoy calado, con lo que el aguacero que comienza a caer me la refanfinfla. Quicir, me la refanfinflaría si me la encontrara. No estaba previsto pero, ya puestos, amarramos en Lavardac hasta que me dejen de temblar las canillas. 


Aprovechando que deja de llover un ratín nos acercamos a Barbaste a ver el molino fortificado, que la verdad es que mola.

...y, de momento, aquí nos vamos a quedar.




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