domingo, 3 de febrero de 2013

Mal lugar para naufragar: Francisco de Cuéllar

Antes incluso de publicar la anterior entrada en el blog me encontré con una historia que desconocía e inmediatamente decidí que sería el tema del siguiente artículo, el que ahora lees. Ya entonces sabía que publicarlo me llevaría algún tiempo, primero porque no ando precisamente sobrado de ídem, y segundo porque aunque la historia es interesantísima, tengo mis dudas sobre como llevarla al papel de forma no plúmbea. No obstante comencé a recopilar algo de información de inmediato. Hace unos días me encontré con un "twit" de don Arturo Pérez-Reverte en el que anunciaba su siguiente artículo. Don Arturo, esas cosas no se hacen, hombre... ¡entre bomberos no nos pisamos la manguera!

Aún intentando reponerme de la pasada por la derecha, me pongo a pensar alguna forma imaginativa a la par que inteligente de introducir el tema y, claro, hay que ir a lo obvio: la Armada Invencible. Puede parecer una pregunta estúpida, pero ¿qué fue la Armada Invencible? En realidad, con ese nombre deberíamos referirnos a un perfecto ejemplo del triunfo de la propaganda. Parece lógico pensar que semejante nombre le fue puesto a la Armada por el soberbio Felipe II, ya que él mismo se creería casi invencible. Sin embargo no fue así, en España jamás se conoció a la Armada como "la Invencible", sino como la "Grande y Felicísima", fueron los británicos los que le pusieron ese nombre, obviamente para magnificar su... ¿victoria? Pues tampoco, en este caso está claro que sí hubo un fracaso, incluso una derrota, la española, pero no hubo victoria, de hecho no hubo prácticamente ni batalla.

En cualquier caso, no es de las grandes historias de las que nos ocupamos en Profundosoconfusos, sino de las pequeñas, de las de los individuos o pequeños grupos que consiguen hazañas, cuando menos, sorprendentes. Supongo que ya os habéis dado cuenta de que creo mucho en el individuo y nada en las sociedades...Bien, hoy vamos a centrarnos en las peripecias de algunos de los 30.000 hombres que se embarcaron, de los que más de 10,000 murieron. En concreto, nuestro principal protagonista es el capitán Francisco de Cuéllar, que fue de los que vivió para contarlo e, incluso, escribirlo


La vuelta Naval a las Islas Británicas

La ruta de la Armada.
Lamento que figure lo de "Invencible"
Como os decía, en esta entrada vamos a centrarnos en las desventuras sufridas por Cuéllar depués de la cancelación del intento de invasión de Inglaterra. La misión de la Armada era, en realidad,  la de transportar los tercios de Flandes desde Holanda a las costas Británicas en algún lugar del estuario del Támesis. Cuando Farnesio se niega a embarcar sus tropas, la misión puede darse por concluida y se inicia el regreso a casa. Peeeeeeero hay un pequeño problema, el embarque de tropas se iba a realizar en las costas de Flandes, que es donde, tras mucho esfuerzo, había llegado la Armada. Volver a cruzar el canal de la Mancha con el rabo entre las piernas para volver a España no parecía muy apetecible. Las condiciones meteorológicas también dificultaron el retorno, así que al final la flota se dispersó mientras se dirigía al norte, dando la vuelta completa a las Islas Británicas y volviendo hacia el sur por el Oeste de Irlanda.

No creo que esta ruta fuera de placer en ningún momento, pero las cosas terminaron de ponerse chungas a unos 54º de latitud norte, frente a las costa atlántica de Irlanda, cerca de la población de Sligo. No os lo vais a creer, pero esa podría ser la ubicación de la ficticia Innisfree; degraciadamente no el lugar en el que se rodó la película, de haber sido así el viaje estaba cantado...

Una vez más contamos con la enorme suerte de tener un relato por escrito de primera mano, en concreto una carta dirigida por el propio Francisco de Cuéllar a Felipe II. Ahora que caigo, hay que ver la cantidad de personajes que en aquella época le dirigían cartas al Rey; un día de estos me decido y le cuento mi vida a SM. Por que quede constancia de mi lucha diaria, más que nada, como parece que lo guardan todo...

Bien, comenzamos propiamente con las desventuras de don Francisco:

Náufrago en tierra extraña

El 25 de Septiembre de 1588 tres naves que habían fromado parte de la Grande y Felicísima Armada, "La Lavia", "La Julianía" y la "Santa María de la Visión" embarrancaron frente a Streedagh Strand, en el Noroeste de Irlanda. Aquí:


Ver mapa más grande

A bordo, varios cientos de hombres, entre los que se encontraba Francisco de Cuéllar, antiguo capitán del "San Pedro". Durante la ruta por el Mar del Norte Cuéllar había sido relevado de su puesto y condenado a la horca -en guerra no nos andamos con chiquitas- pero finalmente el auditor Martín de Aranda se negó a cumplir la orden salvo que se la dieran firmada por el Duque (Medina-Sidonia). Entre mensajes y no mensajes llegaron a la playa mencionada, donde se refugiaron ante el mal tiempo. Las tres naves  fondearon frente a la playa esperando que el tiempo mejorase, pero lo que sucedió fue todo lo contrario. El temporal empeoró y las tres naos encallaron "a más de media legua de la tierra", lugar en el que permanecieron unos cuatro días sin poder recibir ayuda ni bajar a tierra.

Como diría Murphy: "toda situación desesperada es susceptible de empeorar" y Francisco de Cuéllar había agotado todas las posibles mejoras de su situación cuando se libró de colgar del palo mayor. Tras cuatro días embarrancados el temporal no sólo no amainó sinó que empeoró, si cabe:
"...dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aun lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni las velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamas vista , porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos"
Hay que reconocerle cierta capacidad de generar dramatismo a don Francisco, eso de "la mar por el cielo"... acongoja sólo leerlo. En cualquier caso no hace falta caer en exageraciones para comprender que el naufragio fue un desastre sin paliativos. Y las desgracias no había hecho sino comenzar...

No soy en absoluto experto en historia de Irlanda, pero creo que es notoria la difícil relación que a lo largo de los siglos han tenido ingleses e irlandeses. En la segunda mitad del siglo XVI los ingleses andaban luchando con distintas familias irlandesas para establecer un control efectivo de la isla y tenían acuartelamientos en distintas zonas. Sligo era una de ellas.

Los pocos supervivientes del naufragio que iban llegando a la playa se encontraron, primero, con grupos de irlandeses dispuestos a pillar lo que pudieran y a abandonar a los españoles a su suerte y, después, con soldados ingleses dispuestos a pillar lo que pudieran y a dar matarile a los españoles que habían osado organizar una Armada para conquistarles:

"Los enemigos y salvajes que estaban en tierra desnudando á los que podían salir nadando, no me tocaron ni llegaron á mí, por verme como he dicho, las piernas y manos y los calzones de lienzo llenos de sangre, y así me fuí poco á poco andando lo que pude y topando muchos españoles desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre; sí, tentando de frió, que le hacía cruel"
Este naufragio no tiene nada que ver con el tema, pero la
foto me gusta y me trae excelentes recuerdos de cuando la hice.
Es la bahía del naufragio en la  isla jónica de Zakynthos.
Por fortuna para Cuéllar y algunos pocos más, el botín que había ya en la playa era sumamente tentador, así que tanto los "salvajes" (irlandeses) como los ingleses estaban bastante entretenidos carroñeando y/o matando náufragos, de modo que los que de alguna manera conseguían abandonar la playa encontraron algo de tranquilidad.

Cuéllar se dirigió a un monasterio cercano, pero se lo encontró casi destruido y con doce españoles ahorcados dentro. Por si a estas alturas no le había quedado claro, supongo que este detalle ya le hizo percatarse definitivamente de que se encontraba en una situación manifiestamente mejorable. Supongo que os imagináis, sin embargo, que sus circunstancias no iban a ir precisamente a mejor.

Algunos días después tuvo un encuentro con un inglés, que se supone que ya venía enseñado de la playa al respecto de donde guardaban los españoles lo poco de valor que aún pudieran llevar encima y, efectivamente, le aliviaron aún más de carga:

"...el salvaje me empezó á desnudar hasta quitarme la camisa, y debajo della traia una, cadena de oro de valor de poco más de mil reales, y como la vieron, alegráronse mucho, y buscaron el jubón hilo por hilo, en el cual yo traía cuarenta y cinco escudos de oro, que me había mandado dar el Duque en la Coruña por dos pagas, y como el inglés vio que yo traía cadena y escudos, quísome tomar en prisión, diciendo que le ofreciese rescate"
Así que añadimos el intento de secuestro a las afrentas que pasó nuestro amigo Cuéllar. Afortunadamente consiguió convencer al inglés para que se contentara con la cadena y la pastizara y quedó libre, aunque en un estado lamentable: herido, hambriento y semidesnudo. A partir de ese momento fue valiéndose de la ayuda de distintos irlandeses que fue encontrando mientras se dirigía hacia el norte, donde le habían dicho que un tal O'Rourke estaba ayudando a los españoles que podían llegar hasta allí. El camino no fue en absoluto sencillo, pero de una u otra forma fue saliendo del paso, incluso encontró algún otro compañero español en circunstancias parecidas a las suyas. Finalmente llegaron a las tierras de O'Rourke, pero...

"...en el cual hallé más de setenta españoles, que todos andaban desnudos y bien maltratados, porque el Señor no estaba allí, que había ido á defender una tierra que los ingleses le venían á tomar, y aunque éste es salvaje, es muy buen cristiano y enemigo de herejes, y siempre tiene guerra con ellos. Llámase el señor de Ruerge O'Rourke. Yo aporté á su casa con harto trabajo, cubierto de pajas y rodeado un pedazo de estera por el cuerpo, de suerte que no había quien no se moviese á gran lástima de verme así."
Paisaje de la zona de Sligo. Hay que ir.
Antes de que regresara O'Rourke, fueron los españoles informados de que había aparecido otra nao en una bahía próxima. Ante tal noticia, hubo estampida por llegar a ella, pero algunos de los heridos no pudieron llegar antes de que la nao zarpara, llevando consigo a su tripulación y a cuanto náufrago pudo cargar. Cuéllar se quedó en tierra, maldiciendo su suerte. Ciertamente cambió de opinión al enterarse de que la nao naufragó en aquella misma costa y que todos sus ocupantes se ahogaron o fueron pasados a cuchillo. Este hecho debió ser el punto de inflexión en las penas de don Francisco y, a partir de ahí, las cosas fueron poco a poco a mejor. Cuéllar fue cogiendo soltura en el trato con los locales, en ocasiones tal vez demasiada soltura:

"La mujer de mi amo era muy hermosa, por todo extremo y me hacía mucho bien, y un dia estallamos sentados al sol ella y otras sus amigas y parientas; preguntábanme de las cosas de España y de otras partes, y al fin me vinieron á decir que les mirase las manos y les dijese su ventura; yo, dando gracias á Dios, pues ya no me faltaba más que ser gitano entre los salvajes, comencé á mirar la mano de cada una y á decirles cien mil disparates, con lo cual tomaban tan grande placer, que no habia otro mejor español que yo."
Ya. Venga, capitán Cuéllar ¡que nos vamos conociendo!... y llevas embarcado entre maromos desde primavera, ¡hombre!

Esto pueden ser los restos del castillo de MacClancy
Si, sin duda Cuéllar iba cogiendo soltura, incluso confianza, lo que demostró en extremo en el siguiente episodio de su camino. Cuéllar se hallaba acogido por el Sr. MacClancy, al que él llamaba Manglana, en su castillo, donde pasaba el tiempo tonteando, como hemos visto. Hasta allí llegó la noticia de que los ingleses acuartelados en Dublín habían decidido mandar un pequeño ejército para limpiar definitivamente la zona de los españoles que hubieran sobrevivido. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (y el Liffey por Dublín) ya puestos limpiarían también el condado de jefezuelos poco colaboradores, entre ellos MacClancy. Ante esta información, Manglana tomó la decisión estándar en Irlanda para estos casos: huir a las montañas.


"y visto este salvaje el grande poder que contra él venía, y que no tenía resistencia, determinó huir á las montañas, que es todo su remedio á más no poder. Los españoles que con él estábamos ya teníamos nueva del mal que nos venía y no sabíamos qué hacer ni dónde nos guardar, y un domingo después de misa nos apartó el señor melena hasta los ojos, y ardiendo en cólera dijo cómo no podía esperar y que se determinaba huir con todo su pueblo y ganados y familias"

Claro, los 1700 ingleses que habían partido hacia el norte debía esperar eso, lo normal, que los castillos y aldeas estuvieran vacíos y sus habitantes refugiados en las montañas. La sorpresa vino al llegar al castillo de MacClancy (Rossclogher Castle) y encontrárselo ocupado por un feroz y numeroso ejército de nueve (9) hispanos semidesnudos y cabreados


"...y pues teníamos buena ocasión no habia que aguardar más ni andar huyendo por montañas y bosques desnudos, descalzos y con tan grandes fríos como hacía, y pues el salvaje sentía tanto desmamparar su castillo, alegremente nos metiésemos los nueve españoles que allí estábamos, en él, y le defendiésemos hasta, morir, lo cual podíamos hacer muy bien, aunque viniesen oí dos tantos poder más del que venía, porque el castillo es fortísimo y muy malo de ganar como no le bulan con artillería..."
Ruta aproximada de Cuéllar por el norte de Irlanda
Y es que una cosa está clara, entre quedarnos en nuestro castillo y salir a pasar frío y buscarnos las habichuelas, los españoles preferimos quedarnos aunque de frente venga la VI flota. A estas alturas ya no os sorprenderá si os digo que los nueve aguantaron. En concreto soportaron un asedio de 17 días, hasta que el ejército asediante decidió volver a Dublín debido a la llegada del crudo invierno y, supongo, a que no acababan de entender a los harapientos que les gritaban desde el castillo incitándoles a acercarse.

Tras la exitosa defensa del castillo, los MacClancy volvieron. Cuéllar, sin embargo, no estaba del todo cómodo, ya que se maliciaba que ahora era demasiado valioso para los irlandeses y no le dejarían marchar, así que finalmente, diez días después de la navidad de 1588, decidió huir acompañado por cuatro de sus soldados. Su intención era llegar a la católica Escocia para desde allí partir hacia España, para lo que se dirigieron hacia el norte, atravesando el actual Ulster. Cuéllar iba herido y finalmente se quedó de nuevo solo y en situación precaria, en una zona hostil con fuerte presencia inglesa y poca colaboración de los locales. Aún así, no perdió sus aficiones:
"...de suerte que se podia andar libremente en la villa, que era de casas pajizas, y allí había unas mozas muy hermosas, con las cuales yo tenía mucha amistad, y entraba en sus casas algunos ratos á conversación y parlar..."
En esta parte de su carta ya parece que Cuéllar se adorna en demasía y cuenta algunos episodios propios de opereta bufa. Os recomiendo vivamente la lectura de su relato, es muy breve (por ejemplo, AQUI).

Finalmente logró pasar a Escocia con la ayuda de un Obispo Irlandés, sin embargo no encontró allí la ayuda esperada y hubo de malvivir en Escocia otros 6 meses hasta que consiguió embarcar y llegar a Amberes, desde donde en octubre de 1589 escribió a SM Felipe II la carta que nos ha servido de guía para este relato. Irónicamente, el barco en el que volvía a Flandes también naufragó cerca de la costa y Cuéllar fue uno de los -no muchos- supervivientes, de modo que su aventura terminó prácticamente como había empezado: con el capitán saliendo del mar por los pelos para salvar su vida.

Conclusión


Los Irlandeses sabían que por allí había una tilde, pero
no tenían muy claro donde (foto de la wiki)
No parece que Cuéllar fuera muy distinto a una buena parte de los integrantes de los ejércitos de España en los siglos XVI Y XVII. Un tanto pillo, tirando a jeta, no demasiado trabajador, pero valeroso y sufrido. En esos siglos pocas cosas debían ser más temidas que un soldado español cabreado. El caso es que a él le tocó vivir una historia personal realmente increíble y además dejó cuenta de ella. Su historia no es más que una mínima anécdota en el episodio de la Grande y Felicísima Armada, pero ¿a que es apasionante?

Como os he dicho, nunca he estado en Irlanda aunque, a diferencia del resto de mis destinos soñados, estoy razonablemente seguro de que alguna vez iré. Según parece, la historia de Cuéllar es bastante conocida por la zona en la que se movió y su ruta se usa como atractivo turístico. También parece que en la playa de Streedagh, 425 años después del naufragio, aún se ven restos del mismo en los días de bajamar extrema. 

La historia, a veces, se empeña en ser recordada.