domingo, 23 de septiembre de 2012

El orgullo de España humillado por el Almirante Vernon

Esa es la leyenda de la moneda o medalla que veis a la derecha. Tal vez una traducción más correcta en el fondo, que no en la forma,  sería algo así como "El almirante Vernon enseña humildad a la orgullosa España". Como en este caso la forma es más que importante, he preferido la versión que titula esta entrada. La moneda muestra a dos personajes ataviados con ropas del siglo XVIII, uno de ellos está arrodillado y entregando su bastón de mando al otro. Para que no nos equivoquemos, nos lo han identificado como "Don Blass", así que el que está de pie debe ser el tal Vernon. 


Para reforzar la ideíta, nos suministran otra medalla conmemorativa, en ella volvemos a ver al elegante Vernon, pero ya no hay ni rastro del harapiento Don Blass. Sin embargo, nos aporta algunos datos de sumo interés: una fecha y un lugar. Esta segunda moneda nos dice: "Admiral Vernon Vhinning the Town of Carthagana" y la fecha "1740:1" o sea "El almirante Vernon tomando la ciudad de Cartagena" en 1741. Para que no haya duda, de fondo vemos unos barquitos, edificios y palmeras que perfectamente pueden representar la ciudad de Cartagena de Indias, en la actual Colombia, aunque en la fecha de la emisión de esta medalla pertenecía al Virreinato de Nueva Granada, corona Española. 


No quedan dudas pues, las dos (o una, no parece que sean el anverso y reverso de una misma moneda, pero todo podría ser) medallas se emitieron como conmemoración de la toma de Cartagena de Indias por un apuesto almirante llamado Vernon, al que suponemos británico, ante un andrajoso y desconocido Don Blass. Pero... ¡un momento! ¿Alguna vez estuvo Cartagena de Indias bajo dominio británico? Pues seguro que sí, no creo que de no ser así los muy serios británicos se hubieran atrevido a emitir esas monedas... ¿O si? 

Pues la respuesta correcta es que si y eso supone uno de los episodios más chuscos de la historia británica, episodio cuidadosamente borrado de sus libros de historia y que es muy útil para cachondearse un rato de algún inglés estirado de la city. Vamos con la historia de Badass Don Blass, Don Blas de Lezo

La guerra del asiento (1739-1748)


En 1741 España estaba en guerra, como casi siempre a lo largo de nuestra no corta historia. En esta ocasión el adversario era Inglaterra, un miembro destacado de la lista de enemigos habituales, lista de gran utilidad para tener siempre a mano alguien con quien guerrear. Además, siempre es más cómodo darse de palos con alguien conocido, de hecho cuando ningún miembro de la lista está disponible los españoles tendemos a pelear entre nosotros y eso interesa un poco menos. 

La guerra en la que en ese momento estábamos inmersos (bueno, en realidad una de ellas) responde en inglés al muy poco honorable nombre de "La guerra de la oreja de Jenkins". No es que en español el nombre gane mucho en marcialidad: "La guerra del Asiento" y era, como tantas otras guerras en la historia, una guerra de origen comercial. La guerra del Asiento se libró básicamente en aguas y costas del Caribe entre 1739 y 1748 y, como os podéis imaginar, supuso una lucha por el comercio desde y hacia los territorios españoles en América. Como casi todos nuestros males durante el siglo XVIII derivaba en parte del tratado de Utrecht, en el que aparte de conceder Gibraltar y Menorca a la corona Inglesa, también les concedimos el "Navío de permiso" y el monopolio sobre el "Asiento de Negros" (sic). Sí, en los Virreinatos españoles se vendían esclavos negros y sí, el monopolio de esa venta lo tuvieron naciones extranjeras durante bastante tiempo. Curiosamente, los británicos no dudaron en pedir (y usar, desde luego) ese privilegio en compensación por... bueno, no se sabe muy bien por qué. Esto también se lo podéis decir al inglés estirado de antes. A lo largo del primer tercio del siglo, la situación se fue enrareciendo ante lo que la Corona Española consideraba abuso y contrabando bajo capa de los privilegios concedidos en Utrecht, así que lo que tenía que pasar pasó: un guardacostas español llamado Fandiño desorejó a un presunto contrabandista, el tal Jenkins, y comenzó de nuevo el lío.

En 9 años de guerra seguro que pasaron cosas terribles y murió mucha gente, pero la importancia histórica de este episodio es casi nula, ya que al final de la misma se volvió al statu quo anterior y España no supo, no pudo o no quiso aprovechar su indudable victoria militar para sacar algo de provecho. Sin embargo, hay al menos dos detalles que recordar de esos nueve años:


  1. La toma de Puerto Bello, PortoBello o Portobelo, puerto ubicado en la actual Panamá y que fue conquistado por Vernon en 1739 (y recuperado por España tras el punto 2 de esta lista). Esta conquista fue muy aclamada en todo el imperio Británico, donde hay montones de lugares llamados Portobelo, por ejemplo la famosa Portobelo road, en Kensington, Londres. Así que por lo menos, el tener el control de Portobelo durante un par de años les sirvió a los ingleses para que su famosísimo (y más que decepcionante, diría yo) mercadillo no esté en Green's lane sino en la más sonora Portobello road.
  2. Mucho más importante y la razón de este artículo, el:

Sitio de Cartagena de Indias (1741)


El amigo Vernon era un veterano de la Marina Británica. Había iniciado su servicio curiosamente en la Guerra de Sucesión Española, pero en 1741 ya llevaba un tiempecito dando vueltas por el Caribe, conquistando Portobelo y tal. De hecho, ya había intentado someter Cartagena por dos veces en marzo y en mayo de 1740, ambas con el mismo resultado: negativo. El almirante se estaba mostrando cada vez más como un inepto de cierta categoría, pero ahí seguía, el tío. 

En 1741 decide que no hay dos sin tres y que de él no se ríen cuatro piojosos españoles, así que monta en Jamaica una flota de las de no te menees. En palabras del Instituto de Historia y Cultura Naval:
"Se despejó la primera incógnita el 15 de Marzo de 1741 al ver desde Cartagena la inmensa flota, que se acercaba en número de 135 velas, las 36 navios; las demás transportes, burlotes y bombardas. Todas fondearon en la ensenada de Canoas."
Vernon se presentó en Cartagena con tal flota, tripulada y ocupada por más de 15.000 marineros y unos 12.000 soldados de distinto tipo. Había preparado nada menos que la invasión anfibia más grande de la Historia hasta Normandía (1944). Una fruslería, teniendo en cuenta que enfrente tenía entre 3.000 y 4.000 hombres, incluyendo 600 arqueros indios, y seis (6) naves. Eso sí, las comandaba Blas "Badass" de Lezo.

Blas de Lezo de Olavarrieta había nacido en Pasajes a finales del siglo de oro y a la edad de 12 años ya estaba embarcado. Participó en distintas batallas de la guerra de sucesión y, como Don Juan, en todas partes dejó memoria amarga de sí. Lo malo es que Blas se lo tomó demasiado en serio y, aparte de dejar memoria, también iba dejando partes de su cuerpo: una pierna en Vélez-Málaga, un ojo en Tolón y un brazo en Barcelona, así que al final de la guerra, con solo 25 años, ya tenemos a Don Blas cojo, manco y tuerto, de hecho era conocido como el "Medio Hombre". Como carrera no está mal, pero no ha hecho más que empezar. Siguió sirviendo a su patria (cuyo nombre, por si alguno no se había dado cuenta, empieza por E, pero no contiene ninguna H ni K, a pesar de su lugar de nacimiento) en distintos lugares hasta que dio con sus huesos, con los que le quedaran, en Cartagena de Indias en 1737 como comandante general del Apostadero de Marina.

Y aquí estamos, a 15 de marzo de 1741 con Don Blas mirando con su único ojo la inmensa flota que Vernon había preparado y que se acercaba a Cartagena. Junto a él, el Virrey, D. Sebastián de Eslava.

"Ambos jefes prepararon la defensa empleando los recursos de que disponían, consistentes en 1.100 hombres de tropa regular, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 indios flecheros. Lezo situó sus navios en dos líneas, cubriendo la llamada Boca Chica del puerto, reforzó con marinería y artilleros los castillos, y tendió cadena que cerrara el acceso á los brulotes, utilizando la inacción y tiempo perdido por los enemigos en reconocimientos."

El día 20 de marzo comienza el jaleo, con dos barcos ingleses destruyendo las baterías de San Luis y San José y el desembarco de 8 regimientos. El día 4 de Abril, cuando Lezo y el Virrey estaban juntos decidiendo  la retirada hacia posiciones más interiores de las defensas, casi abandonando la segunda línea, ambos son heridos (a estas alturas herir a Lezo debía ser cada vez más difícil por no hallar donde) y entonces sucede algo que hoy nos permite la carcajada:

"Conseguido el segundo triunfo, despachó el almirante Vernon un bajel ligero para Londres, dando por segura la conquista y posesión del emporio de las Indias, nueva que causó en Inglaterra frenética alegría un tanto anticipada, en verdad."

Y tanto, en Inglaterra se apresuraron a emitir las monedas que abrían esta entrada, mientras en Cartagena...

"Del 12 al 20 de Abril dispararon sin interrupción y con efecto que les pareció suficiente para dar el asalto. Acometieron, pues, al amanecer este día, con 1.200 granaderos, al cerro y castillo dominante de San Lázaro, donde había 250 soldados de marina y de los regimientos de Aragón y de España, y tan serenos dispararon sus armas, que á las siete de la mañana huían los asaltantes abandonando escalas, fusiles y efectos, y dejando la quebrada por donde atacaron cubierta de muertos y heridos. Eslava aprovechó el momento con una salida de tropas que tomaron por la espalda á los ingleses, haciendo la jornada decisiva."

Cuenta la leyenda que uno de los motivos del fracaso de este asalto fue que Don Blas, sabiendo que los ingleses conocían bien la construcción de sus defensas, supuso que traerían escalas con la altura justa para el asalto, así que ordenó excavar una zanja junto a las murallas, haciendo el foso más profundo y convirtiendo a las escalas en inútiles. JUAS!!!

"...pero el 27 se notaron señales ciertas de la retirada: las bombardas se unieron á los navios; empezaron á reembarcar efectos, desalojaron los puntos ocupados, y sucesivamente fueron saliendo de la bahía sus naves, después de quemar las que se les inutilizaron, así como el navio Galicia, y de minar ó demoler los fuertes de que se habían apoderado. El 20 de Mayo desaparecieron del todo. Según los datos consignados en el diario del general Lezo, dispararon durante el sitio 6.068 bombas y más de 18.000 balas de cañón, y por los demás recogidos, perdieron por combate y enfermedades 9.000 hombres; tuvieron que incendiar seis navios y otros 17 quedaron con necesidad de grandes reparos para poder servir"

Así que volvamos la vista unos segundos a las monedas iniciales. El zarrapastroso español que se rinde es Don Blas de Lezo, aunque para no hacer de menos la "gran victoria de Vernon", le transplantaron el brazo,  la pierna y el ojo perdidos en el Mediterráneo. Los ingleses, tal vez porque sabían que les iba a dar por el orto, le añadieron la segunda ese al nombre, lo que me ha permitido a mi rebautizarle como Blas "Badass" de Lezo, que no solo no se rindió, sino que defendió la ciudad con éxito ante una fuerza increíblemente superior. Don Blas enfermó durante el asedio y murió en septiembre del 1741 en Cartagena. Suena ahora, por casualidad, el Adagio de Albinoni (que no es de Albinoni, pero esa es otra historia) en mi ordenador. Sea en su recuerdo.

Vernon siguió haciendo de las suyas, o sea, el ridículo, en el Caribe y acabó siendo expulsado de la Royal Navy en 1746. A pesar de ello descansa en Westminster.

Dejo para el final una nota algo, bastante, amarga. Una carta de Blas de Lezo relatando los hechos y lo que después se hizo, que fue nada.


"Excmo. Sr.: El diario adjunto que paso á manos de V. E. de lo acaecido en esta ciudad y sus fortificaciones, instruirá á V. E. de la realidad que ha mediado en los varios sucesos del tiempo en que los enemigos han intentado su invasión.Bien quisiera omitir lo prolijo de esta narración de que se ha formado este volumen, pero las circunstancias que han precedido de abandono y omisión en esta grave materia, no obstante las anticipadas órdenes de S. M. para el resguardo de esta plaza, y encargos con que me hallo para su consecución, me precisan á exponer, aun contra mi genio, que sólo los efectos de la Divina Providencia han sido causa para "lograr por entero que esta ciudad y comercio no experimentasen su total ruina, sin que causa humana en lo natural pudiese contrarrestar las fuerzas que vinieron, por el lamentable-estado en que se hallaba. Pues habiendo dado cumplimiento á lo que S. M. se dignó ordenarme por las Secretarías de Indias, Marina y Almirantazgo para que con la mayor parte de mis tripulaciones ayudase á la defensa de esta plaza y puerto, lo que practiqué con toda puntualidad, fue preciso concurrir, demás desto, con cañones, balas, pólvora, atacadores, granadas, metralla, cureñas, ruedas y ejes, porque, como no se había dado providencia alguna, se carecía de un todo.
Ni parece creíble que una ciudad amenazada del enemigo con anticipadas noticias del Rey para su resguardo, y mandado se hiciese un repuesto de víveres para seis meses, fuese tal la escasez de los positados, que precisase á D. Sebastián de Eslava á la forzosa valerse de los que tenía para las tripulaciones de mis navios, los que igualmente distribuí, así en la gente de marina, como en la tropa de tierra, porque, aunque le facilité en tiempo oportuno solicitase los necesarios á este importante fin, de las colonias francesas ó del reino de Santa Fe, no asintió á ello con el motivo de no tener caudales.
Con todos estos esfuerzos concurrí á la defensa de esta plaza y puerto, sosteniendo por espacio de diez y siete días el castillo de Bocachica y baterías que se hallaban en la misma infelicidad, trabajando en él y ellas, no como corresponde á general, sino como el último grumete de mis navios, para que el honor de las armas del Rey no padeciese el desdoro que le amenazaba. Y me persuado que si no hubiera tenido las órdenes de mantener una buena correspondencia con el expresado D. Sebastián de Eslava (y éste la misma para conmigo), hubiera, sin duda, con mis cuatro navios terminado la empresa de este formidable armamento de los ingleses en aquel sitio de Bocachica; pero desconfiando de mi inteligencia (aunque mi celo excede al que mas), me creí que un hombre de esta reputación no dispondría cosa que no fuese del mayor servicio del Rey.
Engáñeme en el concepto, porque la experiencia me ha enseñado lo contrario, y que nada hemos tenido que aprender de este General ni en la última expedición, ni en todo lo que ha ejecutado desde su llegada á este puerto.
He sabido por una copia de Diario que pude haber á mis manos, que D. Sebastián de Eslava ha forjado en nombre de D. Carlos de Enaut, ó para disculpar sus omisiones, ó para vestirse de mis trabajos, que no es nuevo en la emulación quererse atribuir por propios ajenos lucimientos, tan siniestro y falto de verdad como justifican los instrumentos que incluyo, reservando en mí los originales con otros, para hacer constar á V. E. que sólo mi Diario refiere los hechos como pasaron, y que el que se remitirá por D. Sebastián de Eslava en nombre del Ingeniero, lleva la nota de sobornado con la esperanza que le ha dado de sus adelantamientos, porque sólo ha tirado contra mi estimación y el Cuerpo de Marina, para obscurecer el desempeño con que se portó, llevando casi todo el peso en el combate, y porque no logre la gloria de que llegue á los reales oídos ser quien sostuvo los intentos enemigos en la entrada del puerto, ciudad y fuera de ella, como á todos es notorio.
Y por último, la ciudad se ha quedado en eí mismo estado que estaba el día 28 de Abril que se hizo el último fuego, sin haberse construido obra alguna para su defensa, pudiendo los enemigos á su voluntad entrar desde la boca hasta la bahía sin oposición alguna; y respecto de que en este puerto ya no me queda que hacer con oficiales, tropa y gente de mar de mis navios por haber reunido en sí D. Sebastián de Eslava todas mis facultades, haberse por esta razón separado el comercio de las que el Rey me dio para su dirección, como más largamente lo expongo al Sr. D. Joseph de la Quintana, suplico á V. E. se sirva hacerlo presente al Rey, para que su benignidad me permita poder pasar á la Europa, por cual quiera vía, en el caso de no haber navios de S. M. en que prontamente pueda conseguirlo este año de cuarenta y uno, para que por este medio mi estimación no padezca las vejaciones que experimenta y pueda conseguir ocuparme en España en lo que S. M. se dignase emplearme, esperando del favor de V. E. protegerá mi instancia que, como tan justa, espero de su justificación.
Dios guarde á V. E. muchos años como deseo. Cartagena de Indias, 30 de Mayo de 1741"—Excmo. Señor.—B. L. M. de V. E. su más seguro servidor, Blas de Lezo.—Excmo. Sr. Marqués de Villanas."



2 comentarios:

  1. Excelente. Es imprescindible divulgar la Historia de España.

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  2. Desgraciadamente no conocemos nuestra historia. Bueno es recordarla como acertadamente se hace en esta entrada. En este cuadro está expresado el final con el almirante contemplando la escuadra Británica destrozada: http://www.artemilitarynaval.es/2015/09/BlasdeLezoContemplalavictoria.html

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