domingo, 11 de enero de 2015

Los Pájaros y el Noroeste: Pérez, Hezeta y Bodega (I)

Por muchas vueltas que le daba, la que debería haber sido la cuadragésimo octava entrada de profundosoconfusos me estaba quedando tan entretenida y digerible como un bocadillo de polvorones con pan de ayer. Hace unos días decidí aparcarla, espero que temporalmente, y pasar al siguiente personaje de la lista. Como la casualidad se mofa de la astucia y de la previsión, la actualidad ha venido a brindarme una entradilla que ni pintada para el artículo en ciernes, desgraciadamente bastante luctuosa. Hoy ha fallecido Rod Taylor, un actor más que eficiente y aseado que, al menos en mi memoria cinematográfica, tuvo dos cumbres que revisito de tanto en tanto. Una es La máquina del tiempo, basada en la novela de H.G. y que también está muy de actualidad por la actitud happypasiva de los humanos del año 802.701 dC ante los Morlocks antropófagos que se los van a comer con patatas, comparable a la de los europedos de hoy frente a lo mismo... pero sin "l", "c" ni "k".

En este cartel más parece un cruce entre
 Indiana Jones y Pancho Villa que Marco
La otra es, claro, Los pájaros

Es conocida la afición de don Alfredo Hitchcock por las rubias gélidas. Fiel a su eslógan "ponga una rubia en su peli" acabó dirigiendo a toda una buena colección, desde Grace Kelly a Kim Novak, pasando por Doris Day. Con Tippi  Hedren hizo dos películas consecutivas: Los Pájaros y Marnie, con Sean Connery. No cabe duda de que "Los Pájaros" se ha convertido en uno de los iconos de la historia del cine. A mi me encanta, recuerdo haber pasado miedo, pero miedo, miedo, en uno de aquellos "Sábado Cine" que presentaba Martín Ferrand. La verdad es que no sé muy bien qué es lo que yo entendía de aquella película, si "Haha wo tazunete sanzenri(Marco, para los despistados, que hay que decíroslo todo (PERO... ¿ESTO QUÉ ES?!?!?)) ya era demasiado complicada para mí en aquellos años...

A lo que iba: ese final en el que los protagonistas abandonan el pueblo mientras los cuervos y las gaviotas abarrotan las ramas y los cables de la luz y los miran con cara de... bueno, con cara de pájaro... angustioso. En esa escena se ven unos preciosos rayos de sol que se cuelan entre las nubes e iluminan la bahía en la que se asienta el pueblo. Al comienzo de la película nos enteramos de que tanto el pueblo como la bahía, unos 100 km al norte de San Francisco, se llaman "Bodega bay" y, por una vez y sin que sirva de precedente, no solo ese lugar existe en realidad, sino que la peli fue rodada allí mismo, con su mecanismo. Con el mecanismo de Hitchcock que era un mecanismo bastante peculiar.

Y, claro, uno se pregunta ¿eso de Bodega Bay de donde viene? Porque, aunque el lugar no esté lejos del valle de Napa, no parece que esa enocercanía sea suficiente para llamar Bodega a la Bahía. No, claro, la razón es histórica y tiene que ver con uno de tantos marinos españoles que recorrieron el mundo casi desde antes de que se le pudiera llamar mundo: don Juan Francisco de la Bodega y Quadra, natural de Lima, Virreinato del Perú, España.

Al Norte de San Blas


A los que cojeen de ese pie, que no es mi caso, les sonará esta población mejicana por una canción de Maná sobre una loca y un muelle, o algo así. Adicionalmente, resulta que San Blas era el puerto español más importante en el Pacífico Norte a finales del XVIII, de hecho fue fundado en febrero de 1768 con el objeto de que
"San Blas sirviera de mansión de los buques destinados a California y Sonora"
Claro, norte, norte, lo que se dice norte... no era mucho. San Blas está bastante más al sur que las Canarias, por ejemplo, pero no controlábamos ningún puerto más al norte, lo que da idea de la mala relación interés/dificultad que California ofrecía en esa época.

Como ya sabemos de las andanzas de Junípero y Anza, en la segunda mitad del XVIII, por unos motivos o por otros, las miradas se tornaron hacia el norte y la tierra que hasta entonces no nos había interesado en absoluto, pasó a ser apetecible. En esta ocasión el esfuerzo explorador no fue soportado por intrépidos conquistadores casi autónomos, sino que se hizo un programa serio de exploraciones y asentamientos. Hoy nos vamos a quedar con tres de estas expediciones.

Al lío, la primera de ellas fue la

Expedición de Juan Pérez (1774)


La primera de las expediciones lanzadas para explorar las costas tan al norte como se pudiera fue la de Juan José Pérez Hernández. En concreto, para esta expedición, el virrey Bucareli fijó como objetivo llegar a los 60ºN. Ya se sabe, lo de los jefes y la fijación de objetivos realistas... sólo brillantes excepciones...

Esquema supuestamente de la fragata Santiago
 que aparece en numerosos documentos
 al respecto. No las tengo yo todas conmigo...
Para tal fin se construyó una fragata de 25 m de eslora diseñada para una tripulación de 64 paisanos, pero acabaría llevando 88 tripulantes, 24 pasajeros, 12 bovinos, 24 ovinos, 15 caprinos y 79 pollinos (quicir, pollos, gallinas, no burros), aparte de más de 5 toneladas de carne seca, casi dos de pescado, 17 toneladas de galleta... en fin, que ligeros no iban. El más principal de los pasajeros no era otro que nuestro amigo Fray Junípero, que se dirigía a la misión de Monterrey con un lote de colonos. Él fue el encargado de la bendición del barco, bautizado como Santiago, el día de su partida, el 25 de enero de 1774. La expedición comenzó de forma manifiestamente mejorable, ya que el barco tenía algunos defectillos que pulir, así que Pérez decidió hacer un alto de 25 días para arreglos varios en San Diego. El 8 de Mayo alcanzaron Monterrey y allí quedaron Fray Junípero y sus colonos, con parte de los cuadrúpedos. Ya puestos, hicieron otra parada de 26 días para más reparaciones y otros poyaques antes de partir el 3 de Junio. Aprovechando la coyuntura se unió a la expedición otro viejo amigo nuestro: el fray Juan Crespí, como cura y como relator del asunto. Obviamente, gracias a él tenemos diario detallado del primer viaje serio hasta las costas al norte de California.

Una vez concluida la parte transportista de la misión, Pérez procedió a abrir las orden secreta de la expedición, que para nosotros ya no es ninguna sorpresa, en la que se le pedía llegar a los 60ºN y buscar buenos puertos por el camino, así como se le daban instrucciones sobre como describir todo lo que viera para que esta descripción fuera válida en una reclamación de soberanía, que hay mucho listo por ahí. Asimismo, el Virrey Bucareli insistía en mantener buena relación con los aborígenes, tratarlos con respeto y convencerlos de que se convirtieran. Al cristianismo, claro.

Pérez no llegó a los 60ºN. Navegó un mes hacia el norte en aguas abiertas en medio de la lluvia y de la niebla, que les acompañaría casi todo el viaje y dificultaría incluso la toma de coordenadas, hasta llegar más o menos a los 55ºN, donde el 18 de Julio se encontró con unas islas que llamó de Santa Margarita (hoy de la Reina Carlota). Puesto que la tripulación ya iba algo perjudicadita de salud, las condiciones meteorológicas eran tirando a chungas, llevaba solo un barco y no conocían en absoluto las costas que tenían delante, Pérez (con más miedo que vergüenza) no se atrevió a tomar tierra y menos aún a realizar ningún acto de toma de posesión. Nos cuenta Crespí:

"Jueves veinte y uno de Julio amaneció no tan cerrado de neblina como los antecedentes aunque llovisnando y soplando el sueste fuerte con una buena marejada : á las ocho de la mañana viraron de bordo poniendo la proa para la punta que ayer vimos y que se nombró por el señor capitan la punta de Santa Margarita por haberse divisado ayer dia de la gloriosa santa : caminamos á la bolina con la proa al E. ' al N. Ε. Como á las doce (que no se pudo observar por estar el sol tapado con nublados) estávamos como un cuarto de légua cerca la punta de Santa Margarita la que fuimos costeando hacia el E. S. E. en donde nos parecia hacer recodo, con el fin de registrar y sondear para dar fondo y saltar á tierra y plantar en ella el estandarte de la santa cruz ; pero no fué posible montar dicha punta ni cerciorarnos si era isla ó punta de la tierra firme por la fuerza de las corrientes que nos rechazaban al S."

Desde Santa Margarita Pérez comenzó el retonno mucho más cerca de la costa que, al menos, pudieron observar y describir. Hubo una importante parada en la actual isla de Vancouver, en concreto en la zona del estrecho de Nutka, al que denominó Surgidero de San Lorenzo. Se volvió a intentar bajar a tierra y tomar posesión, peeeeeeeero:

"Martes nueve de Agosto amaneció el dia en calma como toda la noche, el dia algo claro por el N. O. aunque por los demas rum- bos cerrado de espesa neblina. En quanto amaneció se dió mano á hechar la lancha al agua á fin de ir á tierra y clavar la santa cruz, y estando en esta maniobra vimos salir de tierra 15 canoas, y en breve rato estuvieron cerca nosotros y vimos venian en ellas como cien hombres y algunas mugeres aunque no muchas. Se les dió á entender se arrimasen sin miedo, y se acercaron y comenzaron á comerciar con nosotros quanto traian en sus canoas que todo ello se reducia á pieles de nutria y de otros animales no conocidos...
...Como á las seis de la mañana estando ya la lancha á la agua y pronta para ir á tierra se levanto el viento O. y se reparo que nos hechava á tierra arrastrando la ancla ; luego mando el señor capitan levar la dicha ancla para ponernos á la vela é ir bordeando mientras iva la lancha á tierra y volvia, pero el mucho viento y marejada por instantes nos hechava sobre la tierra : y visto y el evidente peligro en que estávamos de perdemos, tomo á buen partido el señor capitan perder la ancla y calabrote y asi mando cortar este y luego se hizo á la vela poniendo la proa al S. O. 1/4S. y con mucho trabajo pudimos montar una punta de piedra que sale una légua á la mar; rebasada la punta y apartados ya de la tierra como tres léguas fué tanto el viento y marejada que fué preciso aferrar todas las velas y quedamos con sola la trinquetilla para poder subir á bordo la lancha y estando en esta faena vino un golpe de mar que dió á la lancha, que de milagro no la perdimos y con ella algunos marineros que estaban en ella."

O sea, que tampoco. Aún así esta parada tendría su importancia ya que durante la misma los nativos, que sí subieron al Santiago, se quedaron con dos cucharas de plata de la vajilla personal del segundo piloto Juan José Martínez, no se sabe si a cambio de algo o, sencillamente, las distrajeron. ¿Y qué importancia pueden tener dos cucharas? Pues bastante, sobre todo cuando resulta que James Cook las vio cuando pasó por la zona cuatro años después y fueron prueba de que los españoles habían tenido contacto con los nativos antes que él. Con el devenir de los años este hecho supuso que la actual frontera entre Canadá y los EE.UU esté donde está y no más al sur, como querían los ingleses. Esta curiosa disputa territorial, que heredaba reivindicaciones y tratados entre Rusia, los EE.UU, Inglaterra y España, no se resolvió del todo hasta 1846 con el tratado de Oregón.

El 20 de agosto llegaron de vuelta a Monterrey y ahí termina el diario de Crespí. Juan Pérez y sus cuates se volvieron a San Blas siendo claros protagonistas de un "casi... pero no". No habían cumplido ninguno de sus objetivos principales, pero al menos habían vuelto con información más que útil para el futuro, tanto que, casi de inmediato, se organizó la

Expedición de Hezeta (1775)


No nos vamos a engañar, el sabor que dejó la expedición de Pérez no fue demasiado dulce. Aún así, se consideró que su experiencia era valiosa y fue incorporado a la expedición de Hezeta como segundo.

Pero de eso y del motivo por el que Rod Taylor paseó su palmito por Bodega Bay y no por, pongamos, Flanagan's Bay hablaremos en la próxima entrada.

Con Dios.