viernes, 26 de octubre de 2012

Acoma: Oñate, Zaldívar, la violencia innecesaria, la investigación en ciencia pura y 50 tonos de gris (¡Toma ya título!)

Estamos acostumbrados a ver en las noticias y en muchas películas como inmigrantes  ilegales intentan cruzar el Rio Grande de forma más o menos atrevida. Se supone que son mejicanos o tal vez centroamericanos en general que buscan mejores oportunidades en el rico vecino del norte, los Estados Unidos de Norteamérica. Algunas cifras estiman el total de inmigrantes ilegales en EEUU por encima de los 12 millones de personas, de los que la gran mayoría (más del 60%) son mejicanos que se quedan sobre todo en California y Tejas. La línea fronteriza entre Méjico y EEUU es la frontera terrestre con más pasos al año, tanto legales como ilegales y su mitad oriental está fijada por el curso del Rio Grande o Rio Bravo entre Ciudad Juárez/El Paso y su desembocadura en el Golfo de Méjico. Se puede decir que ese río marca, para muchos desesperados, la frontera no solo entre dos países, sino entre dos mundos y, de hecho, arriesgan sus vidas por cruzar a la margen izquierda y vivir allí aunque sea de forma ilegal y expuestos a su detención y expulsión en cualquier momento.

"Coronado parte hacia el Norte" (Frederic Remington).
Me encanta este cuadro
Sin embargo, no siempre ha sido ese el estado de las cosas. Hace algo más de cuatrocientos años, el actual territorio de Méjico pertenecía al virreinato de Nueva España, siendo el norte de ese país una zona ya bastante remota, aunque conocida. Más allá del Rio Grande era otra historia, territorio desconocido, inexplorado y, por decir la verdad, bastante poco atrayente. Sólo el ansia por encontrar las legendarias ciudades de Cíbola y Quivira, con sus enormes riquezas, siguió empujando a algunos insensatos a adentrarse en esas tierras que poco podían ofrecer. Mucho después de las conquistas de Méjico y Perú por parte de los españoles, incluso mucho después de la fundación de ciudades, universidades y catedrales en centro y Sudamérica, el norte era aún ignoto, ni siquiera se sabía su extensión. Ya en el siglo XVI hubo distintas expediciones más o menos "profesionales" como las de Cabeza de Vaca o Coronado, a las que algún día dedicaremos el tiempo que merecen. Como casi todos los movimientos españoles en América en el siglo XVI, el motor de las expediciones era la evangelización, la búsqueda de honor, gloria y.. bueno, también de oro. Muchos de los intentos de colonización fracasaron estrepitosamente y los colonos pasaban mil penurias antes de regresar, si aún vivían, al sur, en sentido contrario a los inmigrantes actuales.

A finales del siglo XVI se puso en marcha la expedición de Juan de Oñate, considerado como el último conquistador y que, a diferencia de la mayoría de los grandes nombres que le precedieron, era ya nacido en América, en concreto en Zacatecas, de antepasados vascos. En la segunda mitad del siglo XVI las conquistas debían ser específicamente autorizadas por el Consejo de Indias, se había acabado el tiempo de los intrépidos conquistadores solitarios. En 1595 Juan de Oñate recibió autorización por parte del rey Felipe II para la conquista de Nuevo Méjico, siendo el motivo principal el adelantarse a posibles asentamientos ingleses más al norte. En aquel momento aún se consideraba que podía existir un paso marítimo cómodo entre el Atlántico (Mar del Norte entonces) y el Pacífico (Mar del Sur) al norte del territorio conocido. Era esencial, pues, evitar que otra potencia controlara esa magnífica vía comercial. Tras muchos retrasos de todo tipo, Juan de Oñate partió en 1598 y el 30 de Abril de ese mismo año, tras cruzar el Río Grande, tomó posesión de las tierras de Nuevo Méjico en nombre del Rey. Su expedición fue sumamente larga (Oñate no regresó hasta 1613, aunque como luego veremos tenía motivos para retrasar su vuelta), pero hoy nos vamos a detener solo en unos días de enero de 1599, en un lugar próximo a  la actual Alburquerque (Nuevo Méjico, EE.UU.).

Acoma: Los Pueblo y la represión

Acoma era una ciudad de los indios Pueblo ubicada en lo alto de una "mesa" o "peñol" de muy difícil acceso, no tan majestuosa como las del Monument Valley, pero del estilo, para entendernos. La expedición de Vázquez de Coronado ya había tenido contacto con esta ciudad y sus habitantes y la había descrito en 1540, pero como ya hemos dicho, no es que hubiera mucho tráfico de españoles por la zona en el siglo XVI, así que el siguiente contacto de importancia fue el establecido por Oñate a finales de 1598. La ciudad era descrita como una fortaleza de difícil, si no imposible, conquista, gracias a las escarpadísimas laderas del peñol, por las que serpeaban un par de caminos apenas transitables por una o dos personas al tiempo.


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Inicialmente los habitantes de Acoma se mostraron colaboradores con Oñate cuando éste pasó por allí en 1598, aunque parece ser que sospechó de su hospitalidad y tal vez eso impidió que le atacaran. Algo después, sin embargo, a finales de ese mismo año, una reducida expedición liderada por un sobrino de Oñate (Juan de Zaldívar) volvió a pasar por Acoma, donde ya no les recibieron con los brazos tan abiertos. Resultado: doce españoles muertos, incluido el propio Zaldívar. Se dice que algunos de los soldados saltaron al precipicio desde lo alto de la ciudad cuando eran acosados y, milagrosamente, sobrevivieron a la caida de más de 100 metros.

Informado de los hechos, Oñate abrió un proceso contra los causantes y se decidió enviar una expedición de castigo, comandada por Zaldívar, obviamente no el muerto, los españoles en América hicieron grandes gestas, pero la resurrección de los muertos no llegaron a conseguirla. El encargado de la expedición fue su hermano: Vicente de Zaldívar. Oñate le había dado precisas instrucciones sobre qué hacer (esta y otras citas provienen de este documento de la universidad de California)
"Llamareis de paz a los dichos | yndios de Acoma, rrequiriendoles vna y dos y tres beçes | que se baxen de la dicha fuerça, abatiendo las armas y suje- | tandose al domjnjo del rrey nuestro señor, rrespeto de que le an | dado la obidençia como basallos suyos"
Asimismo, le pide que los traiga a su presencia para  que se les oiga "de justicia"
“En seguridad donde no se huyan | nj desparçan los pondreis con mucha seguridad y guarda y | los traereis todos a mi presençia para que se les oyga de justicia."

Por último y más importante para lo que sucedió después, le da carta blanca a Zaldívar para que ejecute el castigo como crea oportuno:
"para haçer el dicho | castigo como os pareçiere os doy facultad segun y como yo | la tengo de su magestad"
Por cierto, para entonces, "su magestad" ya no era el mismo que había autorizado la partida, ya que Felipe II había muerto hacía pocos meses, en septiembre de 1598. Es de suponer que los expedicionarios no estaban al tanto del triste óbito; en cualquier caso, con poner un palote más en los escritos, asunto solucionado.

Acoma vista desde el aire. Desde luego hay que echarle lo que
hay que echarle para intentar subir ahí
Así que el Zaldívar vivo salió con 70 hombres hacia Acoma donde, no sin esfuerzo, cumplió las órdenes encomendadas frente a un número de indios al menos diez veces superior al de su partida y que, además, estaban refugiados en una ciudad casi inexpugnable. El asalto duró 4 días, entre el 21 y el 24 de enero de 1599 y comenzó con un ataque de distracción por parte de la mayoría de la tropa que permitió que un pequeño grupo alcanzara la ciudad y comenzara a abrir brecha. El resultado fue una carnicería que quedó bastante bien documentada por Gaspar Pérez de Villagrá, cronista del asunto. Murieron muchos de los habitantes de Acoma, algunos se suicidaron, otros fueron asesinados por los suyos antes de que los cogieran los españoles. Se habla de 800 indios muertos (de los cuales 500 eran guerreros) y otros 500 capturados, algunos de los cuales fueron posteriormente mutilados como forma de escarmiento. La ciudad fue arrasada para evitar que los Pueblo o, peor aún, los apaches del norte, volvieran a hacerse fuertes en ella.
"Otro dia que fue el del señor Sant Ylefonsso, desde que amaneçio en- | peçaron batalla canpal que duro hasta las quatro y mas de la tarde | y fue milagrossa en la mucha muerte de enemigos sin ninguna | de los nuestros, en vn fauorablissimo ayre tan frio que jamas se es- | calentaron los arcabuçes con disparar todo el dicho tiempo sin çessar | y ser tan pocos que no llegauan a çinquenta los que estauan arriba | en el peñol, que los demas, acunplimiento de setenta que fueron | a esta guerra, guardauan el dicho peñol a cauallo al pie del y hauia | de diez enemigos arriba para cada español y este dia se vio por los | dichos yndios el señor Santiago o el señor Sant Pablo."
Por los españoles cayó un tal Lorenzo por fuego amigo ("descuido") de un tal Asensio. Y ya.

La leyenda nigérrima dice que los españoles arrasaron, quemaron, mutilaron, asesinaron, violaron todo lo que pudieron y más en América. No vamos ahora a argumentar en contra de esa leyenda, pero sí hay que decir que Oñate fue juzgado y condenado por este incidente. De hecho fue llamado por "su magestad" a declarar en Méjico en 1606, aunque él se buscó las tretas para no ir hasta 1613. Como digo, fue juzgado y condenado, aunque luego perdonado por el rey. Murió en España en 1626 después de haber sido inspector de minas.

Los españoles dedicaron muchos esfuerzos y sufrimientos a lo largo de décadas en una tarea que ofrecía poca o ninguna recompensa a corto plazo. Bien es cierto que muchos de los expedicionarios, en su ingenuidad, no buscaban otra cosa que el oro y las riquezas de Cíbola y Quivira, basándose en las leyendas que algunos aprovechados inventaban (por cierto, Acoma está actualmente en el condado de Cibola, NM). Sin embargo, lo cierto es que se abrió la puerta de Norteamérica, se inició su exploración y se pusieron las bases para el desarrollo de la potencia suprema en el mundo en el siglo XX, 400 años después. Fue,  en suma, investigación en ciencia pura. No valía para nada... entonces. Mucho tiempo después alguien encontró la utilidad al trabajo realizado.

Por último, hemos de destacar que el castigo contra los Pueblo fue especialmente cruel seguramente por dos motivos. Uno es obvio, el encargado del castigo era hermano del asesinado, el segundo es más sutil. Formalmete los Pueblo habían aceptado someterse al rey de España en la primera pasada de Oñate por Acoma, así que su acción posterior no fue el acto de un  enemigo contra una nación invasora sino que, formalmente, fue un acto de traición que requería un castigo mucho mayor. Justo o injusto, así se consideró.

Casi nunca la vida es blanco o negro. Hay una infinita gama de grises entre medias o, parafraseando (y traduciendo creo que más correctamente el título) ese libro tan de moda hoy en día, 50 tonos de gris...

Acoma ha pasado a unirse a mi lista de visitas deseadas si es que alguna vez me es posible.