jueves, 14 de marzo de 2013

El Zipango ibérico: mártires en Japón

Puede que éste sea el momento en el que más historias estén esperando su turno para aparecer en profundosoconfusos desde su creación hace casi un año. Tengo pendientes al menos tres asuntos que ya se han comentado en el blog en algún momento y sobre los que me queda aún mucha información que buscar. Además, un amable lector (y sin embargo amigo) me ha sugerido una historia que desconocía completamente y que tiene una pinta excelente y se adapta a la perfección a esta bitácora. Les animo, por cierto, a hacer sugerencias, que los comentarios están más parados que el caballo de un fotógrafo.

Esta semana, sin embargo, la actualidad me ha traído, de la forma más insospechada posible, un regalo que no puedo rechazar. Ayer fue elegido el nuevo Papa de los católicos: Papa Francisco. Parece que el ex-obispo de Buenos Aires no ha elegido ese nombre en honor de San Francisco Javier, misionero de la Compañía de Jesús y compañero de su fundador, San Ignacio de Loyola, pero nosotros vamos a seguir por ese camino. Da la casualidad de que Francisco Javier pasó un tiempecito por Japón y aún hoy es muy conocido por allí. De hecho, está entre los cinco personajes reales más nombrados cuando preguntas a los japoneses por españoles (junto a Antonio Gaudí, Pablo Ruiz Picasso, varios jugadores de fútbol a los que consideramos como uno solo y otro Francisco... sí, Franco). Supongo que el hecho de que San Francisco Javier escribiera cosas como esta:

"Toda la gente que hemos encontrado hasta ahora son en mucho la mejor de todos los países descubiertos. Y me parece que nunca encontraremos un pueblo entre los no cristianos igual al de Japón. Tienen excelentes modales, no son maliciosos… son hombres de honor que lo anteponen a todas las cosas"

habrá ayudado a cimentar su popularidad en el país del sol naciente...

Dado que el origen de este blog fue contar un viaje a Japón y que luego ha devenido en un buscador de pequeñas historias que nos recuerden la importancia de España, había que encontrar algún modo de sacar provecho de esta coincidencia. No, no voy a contarles la historia de San Francisco Javier, que por otra parte es interesantísima, pero sí empezaremos la entrada con su llegada a Japón...

La cruz llega a Nihon

Monumento a Francisco Javier en Shimonoseki. Ya, no parece gran cosa...
De los 266 papas que la historia ha visto, creo que solo 3 han sido españoles, aunque yo no soy nada experto en esta materia. Mr. Google sí parece serlo. Si hubiera que relacionar las nacionalidades de los papas con aquellos países que más hicieron a lo largo de la historia por que el cristianismo sea hoy la religión más extensa geográficamente del mundo, no cabe duda de que el número de españoles o portugueses debería ser destacado; como hemos ido diciendo, los ibéricos no pararon de evangelizar "infieles" en todo el mundo conocido durante cientos de años. En fin, unos llevan la fama y otros cardan la lana...

En el verano de 1549, Francisco Javier llega a Kagoshima, en el sur de Kyushu, la isla más meridional de las cuatro principales que conforman Japón (de N a S: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu) junto a dos compañeros religiosos y un traductor. Francisco Javier pasó en Japón poco más de dos años, durante los cuales tampoco puede decirse que alcanzara un éxito arrollador en cuanto a conversiones. Sin embargo sí plantó una semilla que dio origen a una pequeña comunidad católica en el sur de Japón. Francisco Javier partió hacia India y luego China, donde murió en 1552. Esta breve estancia en tierras niponas fue suficiente para ser recordado por casi todos los japoneses, e incluso identificado como español, como os decía antes.

El siguiente hito en la historia del cristianismo en Japón fue la llegada del jesuita Alessandro Valignano en 1579, de italianísimo nombre por haber nacido en 1539 en el sur de Italia, a la sazón parte de la corona española. Valignano fue el  impulsor de las actividades comerciales por parte de los jesuitas y lo fue desde un punto de vista puramente pragmático: las misiones establecidas en Japón necesitaban recursos y  las asignaciones recibidas no les permitían sostenerse. Puesto que los jesuitas estaban presentes tanto en Macao como en Japón ¿por qué no favorecer activamente el comercio entre ambos lugares? Básicamente iba seda (de China) y volvía plata (de Japón) y, claro, los jesuitas pillaban cacho, en concreto unos cinco mil ducados  por cargamento. La cosa funcionó, más aún desde que en 1580 el daimyo local, Omura Sumitada (que se había convertido al cristianismo y era conocido como Don Bartolomé) cede el puerto de Nagasaki a los jesuitas a perpetuidad. Perpetuidad que duró 8 años, por cierto.

Felipe II recibe a la embajada Tensho
Hubo un episodio sorprendente en los años siguientes, la conocida como Embajada Tenshō así llamada porque tuvo lugar en la era Tenshō (1573-1592). El mismo Valignano organizó la visita de los hijos de cuatro destacados nobles japoneses convertidos al cristianismo a los centros de poder católicos de la época, es decir, España y Roma. Salieron de Nagasaki el 20 de febrero de 1582 y tras un largo viaje por Macao, Goa y Kerala, llegaron a Lisboa el 11 de agosto de 1584. El 14 de Noviembre de ese mismo año son recibidos por el rey Felipe II y poco después parten hacia Roma, donde el 23 de Marzo de 1585 uno de los visitantes (Julián Nakaura, recordad su nombre) es recibido por el Papa Gregorio XIII, el del calendario gregoriano. Nakaura no fue un tipo con suerte, como luego veremos,  y la primera pista de su condición de gafe es que el Papa murió sólo unos días después, el 10 de Abril, así que los muchachos asistieron a la fumata blanca por Sixto V. Antes de volver a Japón, Felipe II los volvió a recibir en Monzón, lo que da una idea de la importancia de la embajada. Llegaron de regreso a Japón en Julio de 1590.

Fueron muchos otros misioneros jesuitas y franciscanos los que tomaron el relevo, entre ellos nos vamos a fijar en Pedro Bautista (desde 1862 San Pedro Bautista, no le apeemos el tratamiento), por ser de los primeros, por tener una interesante historia que contar y, sobre todo, por ser de Ávila.

Pero antes de investigar a San Pedro y sus circunstancias, parémonos un momento a ubicarle a él y al resto de los misioneros que se movían por la zona y, sobre todo, a comprender cómo era el país al que llegaban. Japón es un país muy antiguo y complejo, lo que unido a la peculiaridad de todas las civilizaciones insulares hace que comprenderlos sea, digamos... no sencillo. Creedme, sé lo que digo. El final del siglo XVI y el principio del XVII (siempre según nuestro calendario, claro está) marcaron la historia de Japón durante los dos siglos y medio siguientes, hasta la restauración Meiji de 1868. Hasta ese año, en Japón imperó un sistema feudal, casi medieval en muchos aspectos y básicamente aislado del resto del mundo. El inicio de ese periodo de aislamiento coincidió -y desde luego no fue casualidad- con la llegada de misioneros católicos y la rápida expansión de esta religión en Japón.

Ahora, volvamos a nuestro abulense...

San Pedro Bautista

Toyotomi Hideyoshi.
No me imagino como, con esa cara
de buena gente, se puso como se puso.
A finales del XVI los españoles ya estaban confortablemente asentados en Filipinas y dar de nuevo el salto a Japón para continuar evangelizando era el siguiente paso natural. Hacía ya casi 50 años de la llegada de Francisco Javier, pero no se había consolidado la presencia. Es más, había una creciente hostilidad por parte de los gobernantes japoneses, especialmente de Toyotomi Hideyoshi, el daimyo que ya estaba sentando las bases de lo que finalmente conseguiría Tokugawa. Don Toyotomi, de hecho, envió algunos mensajes a Filipinas de los que no se deducía en absoluto que estuviera dispuesto a ser un buen vecino:

"Reconoced mi señorío, porque si no viniéredes luego a hacerme reverencia y postraros delante de mi rostro por tierra, sin duda enviaré mi ejército y os haré destruir y asolar"

OK, mensaje recibido. Los españoles ya sabían que Japón no era igual al resto de países de la zona y que los japoneses eran raritos, pero había que tomárselos muy en serio.

Se enviaron un par de embajadas desde Manila, yendo a la cabeza de la segunda de ellas el franciscano Pedro Bautista, en 1593. No sé como nos las apañamos, pero allí donde parte una expedición española, aparece un huracán. Sea donde y cuando sea... en este caso los tifones estuvieron a punto de dar al traste con la embajada, pero finalmente solo separaron los barcos, que llegaron a distintos puntos de Kyushu. Le llevó un tiempo, pero finalmente Pedro Bautista pudo entrevistarse con Hideyoshi y, para sorpresa de todos los presentes, la reunión acabó bastante mejor de lo que empezó. Sorprendentemente, Hideyoshi pasó de amenazar a los españoles con asolación y viento divino (bueno, en realidad lo del viento divino, que ya había dado al traste con la invasión mongola del siglo XIII no lo rescatarían hasta 1944, más o menos) a ofrecerles un solar en Kyoto para abrir una iglesia; los japoneses debían ya saber que un español con un solar vacío es más feliz que un perro con dos colas. Por otra parte, está claro que Fray Pedro llegó lejos en esto de la religión, no creo que se pueda ascender mucho más allá de santo, pero de no haberlo hecho habrá tenido un prometedor futuro como comercial, el tío.

El orensano
San Francisco Blanco,
otro de los mártires
El 4 de Octubre de 1595, día de San Francisco, se inauguró la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y no mucho más tarde un par de hospitales para leprosos, el de Santa Ana y el de San José y las habituales escuelas. Ahora sí podía decirse que el crecimeinto del cristianismo estaba cuajando para cabreo generalizado de cierta parte de la sociedad japonesa y... de los jesuitas y portugueses, que se imaginaban que ese crecimiento sería algún día cortado de raiz y eso les podría perjudicar también a ellos (y a los negocios luso-nipones, claro). Ajeno a todo esto, Pedro Bautista continuó abriendo conventos, iglesias, hospitales y lo que pudo, básicamente en Osaka y Nagasaki (ciudad esta última que había sido fundada por los portugueses como puerto de entrada a Japón)

Solo un año después, a finales de 1596 el buen rollito se acabó. Hideyoshi fue sucumbiendo a la opinión de sus consejeros más feroces y cambió de idea respecto a los forasteros. Pedro fue arrestado en Kyoto y posteriormente, ya en 1597 fue trasladado a Nagasaki, donde el 5 de febrero  fue ejecutado junto a  otros 25 cristianos (6 franciscanos, 3 jesuitas y 17 laicos japoneses, con nombres tan sonoros como Cosme Takeya o Pablo Suzuki). En esta ocasión, en lugar de usar el sistema tradicional de ejecución japonés, los 26 fueron crucificados y lanceados en la colina de Nishizaka, lugar en el que hoy hay un monumento a los "26 mártires". Se podría decir que, con esta acción, los nipones dieron origen al infundado (por supuesto) estereotipo de que se dedican básicamente a copiar y evolucionar inventos de otros. Los 26 fueron canonizados en 1862 por Pio IX (sí, el de los pastelitos granaínos). Hideyoshi falleció al año siguiente en el castillo de Fushimi, que debió ser tan impresionante como la réplica, de 1964, que ahora hay en su lugar. Su muerte dio paso, tras unos años de conflictos a la era Tokugawa, que se extendió hasta 1868 y que no se caracterizó precisamente por su apertura.


Los Tokugawa


Podría esperarse que el triste óbito del simpático y afable Hideyoshi diera paso a una etapa menos tensa entre nipones y misioneros, pero 1.- nada más lejos de la realidad y 2.- a estas alturas os habréis dado cuenta de que entender a los japoneses es más difícil que barrer una escalera para arriba. Al inicio de su shogunato, Tokugawa fue condescendiente o, al menos, consintió el cristianismo con tiras y aflojas, algunas ejecuciones, destrucciones de iglesias... lo normal, ni contigo ni sin ti  Don Ieyasu murió en 1616 (y se construyó este pedazo de mausoleo) y a partir de ahí las cosas fueron a peor. Japón había enviado alguna embajada más a Europa y los resultados no fueron buenos. Por el camino, en 1609, se había concedido a los holandeses el derecho a comerciar con el puerto de Hirado, abriendo una nueva forma de comercio no relacionada con los religiosos. Pudiera parecer que se había consentido la presencia de los misioneros mientras fueron más o menos necesarios para favorecer el comercio y se les persiguió al máximo una vez las nuevas vías estuvieron en marcha, pero no vamos a ser malpensados.

El goteo de ejecuciones fue continuo, con momentos especialmente agresivos en 1622 y 1633 con Nagasaki como epicentro de los martirios. Precisamente en 1633, el 21 de Octubre, fue martirizado, de nuevo en la colina de Nishizaka, nuestro viejo amigo Julian Nakaura, que había conocido personalmente a dos reyes de España (Felipe II y Felipe III, a este como príncipe) y dos Papas de Roma (Gregorio XIII y Sixto V).

El número total de asesinados fue de centenares, entre misioneros, principalmente españoles y portugueses, y bautizados locales.

En 1636 se concluyó la construcción de la isla artificial de Dejima, que debería ser el único punto de contacto entre el mundo exterior y Japón, que quedaba de esa forma básicamente aislado. Originalmente los comerciantes eran portugueses, pero entre 1641 y 1853 fueron los holandeses los que se aprovecharon de este monopolio. Como veis, relación a tres bandas entre política, religión y, por encima de todo, comercio.

Siguió habiendo cristianos en Japón durante generaciones, pero en un número reducidísimo.

Como cierre, permitidme una fotografía no relacionada de forma directa con lo hechos de hoy. Se trata de uno de los monumentos que se han preservado (en parte) en Nagasaki en el estado en que quedaron en agosto 1945, tras Fat Man. Curiosamente, en una ciudad que fue centro de la persecución a los cristianos en Japón y en la que tantos encontraron la muerte, se trata de una catedral, la de Urakami. Fat Man detonó a escasos 500 m y la destruyó completamente, matando a todos los fieles que, a las 11:02 del 9 de Agosto de 1945 asistían a misa. La catedral se reconstruyó más o menos en el mismo sitio en 1959, aunque en su día hubo muchas discusiones ya que hubo quien pretendió dejarla tal como estaba, igual que el memorial de la paz que está en Hiroshima. Precisamente fue la importancia histórica del cristianismo en Nagasaki la que hizo que se reconstruyera. Se conservaron algunos de los muros en ruinas, nada más.

Nota, no me he equivocado en la fecha, la foto es de 1946, no de 1945.


AÑADO el 23.04.13: Parece ser que Scorsese está preparando una película sobre el tema. Se llamará Silencio y está basada en la novela homónima de Shusaku Endo




viernes, 1 de marzo de 2013

Tres islas, tres nombres, tres hombres.

Klaatu desciende de su nave
Si hacemos caso de las películas -que, sinceramente, es la única fuente de información al respecto que tenemos- los alienígenas tienen por costumbre aterrizar en nuestro planeta en algún lugar más o menos aislado de los Estados Unidos de Norteamérica: Nuevo Méjico, Arizona y tal. Una vez allí, se suelen dirigir con bastante calma a los lugareños para pedir que les lleven hasta su líder. Claro, en el siglo XVI o XVII aún no había cine. De haber sido así, tal vez Klaatu habría aterrizado su platillo en Madrid y ahora el famoso "Klaatu barada nikto" habría sustituido al menos llamativo "¿Qué pasa tío?". Incluso si Klaatu no hubiera dado con un villorrio de 12.700 habitantes (los que tenía Madrid en 1561, cuando fue designada capital del más vasto, con uve, imperio de la época), las probabilidades de encontrarse con un grupete de españoles era muy alta. Aterrizase donde aterrizase. VER NOTA AL FINAL DE LA ENTRADA.

En efecto, ya en el siglo XVI parte de los menos de 8 millones de españoles estaban repartidos por el ancho mundo, básicamente en Europa y América, pero como ya hemos visto algunos se aventuraron mucho más lejos. Hoy vamos a hablar de tres de estos españoles, cuyas aventuras, o desventuras, ligaron su nombre a tres islas o archipiélagos, bien es cierto que las tres dejan muchos interrogantes sobre la certeza de cada uno de sus detalles. Sin un orden concreto.. bueno, sí, hay un orden, para qué os voy a a engañar...

1.- El archipiélago de Juan Fernández

Se suele decir que la Isla de Pascua es la isla habitada permanentemente más alejada de otro asentamiento humano, lo que la convierte en un lugar bastante remoto, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, aunque es ciertamente un lugar aislado, hay algunas islitas entre Rapanui y la costa Chilena. Las Islas de Juan Fernández forman parte de esa cadena. 

El archipiélago está compuesto por tres islas principales, aparte de numerosas islas menores e islotes: la Robinson Crusoe, la Alejandro Selkirk y la Santa Clara. Esos son los nombres actuales, los antiguos eran bastante más descriptivos, ya que las dos primeras se llamaban Más a Tierra y Más afuera. Sencillo ¿no?

Priápico mapa de las islas Juan Fernández.
No haré comentario alguno.
Las corrientes marinas no se ven, pero se sienten. Tanto se sienten que en la época de la que hablamos imposibilitaban directamente algunos viajes; otros, sencillamente, los dificultaban. El viaje hacia el sur por la costa pacífica de Perú y Chile era sumamente complicado y lento debido a la corriente de Humboldt.  Esta corriente es responsable de la aridez de la zona costera de Chile y Perú, muy diferente de lo esperable a esas latitudes. Al tratarse de una corriente muy fría reduce la evaporación del agua del mar, lo que a su vez genera unas precipitaciones casi nulas. Aparte de ese efecto, la corriente hacía muy lento el viaje de el Callao a Valparaíso. El marino cartagenero Juan Fernández pensó con acierto -y doscientos años antes que Humboldt-  que la corriente sería mucho más fuerte junto a la costa y decidió alejarse hacia el interior del Pacífico antes de tomar rumbo sur. De esa forma acortó el viaje de seis meses a 30 días. Como aportación al progreso del comercio no está mal, pero no se quedó ahí. Esa ruta le llevó a avistar el archipiélago que ahora lleva su nombre en algún momento entre 1563 y 1574, aunque sea este último año el que se de como fecha oficial del descubrimiento. Como nota curiosa, fijaos como queda descrito por Fernando de Montesinos en los Anales del Perú:

"1574. Este mismo año descubrió Juan Fernández las islas de su nombre, yendo casualmente al Pirú, y tocó en ellas por fuerza de viento yendo de Chile, de donde era vecino. Dejó allí una cabra, y se marchó."
Sí, evidentemente andábamos escasos de pobladores, cuanto más de colonizadores. Además una cabra. Sola. Aburrida...

Os habrán llamado la atención los nombres actuales de las dos islas principales: Selkirk y Crusoe, por abreviar. Alexander Selkirk fue un marino escocés nacido a finales del XVII. En 1704 formaba parte de la tripulación de un cascarón llamado Cinque ports, que tocó la costa de la entonces deshabitada Más a Tierra (actual Robinson Crusoe). En ese punto, no sabemos si arengado por el ron, Selkirk osó decir que el Cinque Ports no estaba en condiciones de cruzar el Pacífico y que, si el barco no era reparado allí mismo, él prefería quedarse en la isla. Dicho y hecho, el capitán ordenó que Selkirk desembarcara con todos sus pertrechos mientras ellos zarpaban. Parece ser que Selkirk se arrepintió en el acto y, probablemente ya sin ron en las venas, perdió toda su fanfarronería y dignidad pidiendo a gritos que lo subieran de nuevo a bordo, a lo que el capitán contestó con el equivalente británico de una pedorreta. Cuatro años y cuatro meses pasó Selkirk en Más a Tierra. Si os digo que Daniel Defoe supo de esta historia e incluso se entrevistó con Selkirk antes de publicar su más famosa novela, ya iréis entendiendo por qué Más a Tierra se llama ahora Robinson Crusoe. Como Selkirk también se merecía un homenaje, el hombre, le pusieron su nombre a otra isla del archipiélago, la Más adentro. Por cierto, en la tercera parada de esta entrada por capítulos  comprobaremos (y demostraremos) que tanto Selkirk como Crusoe eran unos marikitas.

Isla de Robinson Crusoe o de Más a Tierra
Por su parte, Juan Fernández ganó mucha menos fama que Selkirk o Crusoe, pero sus aportaciones no se quedaron ahí. Después de abrir de forma definitiva y práctica la navegación entre Perú y Chile siguió pilotando, que era lo suyo y, aunque no haya pruebas concluyentes de ello, parece probable que llegara a Nueva Zelanda y Australia. Las expediciones a nuevas tierras debían estar autorizadas por la corona, pero es sabido que se producían expediciones "clandestinas" con cierta regularidad. Si en alguna de esas expediciones se encontraba alguna costa potencialmente interesante, había que intentar obtener el permiso a posteriori, pero sin dar demasiadas pistas de lo que se iba a buscar ni donde. Precisamente en una de esas peticiones al rey (Felipe III en este caso) encontramos motivos para sospechar que Fernández llegó a NZ:

"...proponiendo conquistar las tierras que había descubierto el piloto Juan Fernández, luego de haber navegado durante un mes desde las costas de Chile hacia el oeste, habiendo sido el mismo que antes había reducido a sólo 30 días de viaje la navegación entre Lima y la costa central de Chile"

Sea  como fuere, Juan Fernández no dio cuenta de ese descubrimiento, si es que lo hubo, así que le recordaremos solo como descubridor del archipiélago al que dió nombre y de la ruta que evitaba la corriente de Humboldt.

2.- El Atolón de Diego García

Durante la guerra del Golfo (la primera, la de Bush padre, la de Felipe González y, con perdón, la de Marta Sánchez), era muy frecuente oír noticias sobre bombardeos realizados por los B52 que habían partido de un lugar al que en la tele se referían como "Diego García", sin más datos. En esa época me llamaron mucho más la atención los B52, provecto anciano que sigue operativo, que la ubicación de lo que quiera que fuese "Diego García", además estamos hablando de principios de los 90, 8 años antes de la fundación de Google y, por descontado, con escasas posibilidades de acceso a internet. No fue muy difícil averiguar que Diego García era el nombre de una isla o atolón bajo soberanía británica, que estaba ubicada en el Océano Índico y que en ella se había instalado una base aeronaval americana. Y ya, nunca supe más del tema hasta hace poco.

Impresionante imagen de un B52 y un B2 Spirit rodando en Diego García
Resulta que el atoloncito forma parte del archipiélago de Chagos y goza de una posición estratégica inmejorable, en pleno centro del Océano Índico, con países potencialmente problemáticos como Sudán, Somalia, toda la península arábiga, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán... en un radio de menos de 5000 km. Esta ubicación hacía el lugar idóneo para ser la base de operación de los bombarderos estratégicos en la zona, así que en 1965 los británicos compraron por 3 millones de libras el archipiélago completo dentro del programa de defensa conjunta con los EEUU. En 1971, buen año,  se comenzó la construcción de la actual base. Como es habitual, no a todo el mundo le sentó bien esta compra y aún hoy hay un movimiento de protesta que exige el retorno de los antiguos pobladores a la isla.

Claro, que puestos a ser pijoteros, podríamos pedir el retorno de los más antiguos pobladores de la isla e, incluso, de los más antiguos que los más antiguos pobladores de la isla... hasta llegar a su descubridor que, no os soprenderá, se llamaba ¡Diego García (de Moguer)! y era paisano de Juan Ramón Jiménez.

Diego García nació en Moguer en 1484 y participó en la expedición de Magallanes/Elcano (1519) que acabó circunnavegando el globo, sólo que García estaba embarcado en la San Antonio, al mando de Esteban Gómez, que al ver la pinta del estrecho de Magallanes decidió dar media vuelta y volver a Sevilla. Gómez Fue juzgado por ello, aunque volvió a tener oportunidades de servir a la corona, pero eso es otra historia. Así pues, nuestro personaje estuvo embarcado hacia la gloria, pero la esquivó hábilmente. Puede que de paso también esquivara la muerte, lo que le permitió continuar con su vida de explorador.

El atolón de Diego García, la base aérea a las 10.
En Google earth podéis ver varios B52 y B1.
Los B2 están en los hangares
Para 1526 don Diego había progresado lo suficiente como para comandar su propia expedición, en este caso auspiciada por la casa de contratación de La Coruña y con motivos puramente mercantiles. Llegó al rio de la Plata y allí se encontró con el veneciano Caboto, sí, el mismo que había sido enviado en auxilio de Loaysa. Como ya sabíamos, Caboto no cumplió su misión de pasar al Índico en ayuda de Loaysa, sino que se entretuvo en el norte de Argentina, donde se lo encontró Diego García. Se produjo entre ellos una discusión sobre quién tenía derecho a explorar por allí: que si yo he llegado primero... ya pero las capitulaciones son mías... pero yo he fundado el Sancti Spiritu... tú te largas porque lo digo yo...Al final no llegó la sangre al río y, al menos, no protagonizaron la primera pelea entre un italiano y un español en Argentina.

Todo lo anterior está muy bien, pero navegando por el río de la Plata no es fácil descubrir una isla que se encuentra casi en las antípodas, así que no debió ser en esta ocasión en la que escribió su nombre en los mapas. Lamentablemente esta vez tendremos que ser bastante confusos ya que hay pocos datos para ser profundos. La versión más extendida dice que Diego García comandó una expedición portuguesa por la zona en 1554 y fue el descubridor de la isla que acabó llevando su nombre, pero el asunto no está en absoluto claro. Hay incluso quien opina que el nombre actual proviene de una mala interpretación de la expresión latina "Deo Gratia" o de Don Garcia, por el gobernador portugués Garcia de Noronha. En cualquier caso, se non è vero, è ben trovato y este atolón tan importante en la geoestrategia mundial llevará para nosotros el nombre de un casi olvidado navegante onubense del siglo XVI.

3.- El Banco Serrana

Nuestras anteriores paradas fueron, primero todo un archipiélago y después un atolón como es debido, con su buena laguna interior y 25 km de largo. La próxima no pasa de ser una barra arenosa, aspirante de atolón, situada a unos 300 km de la costa caribeña de Nicaragua conocida como Banco Serrana. Un bulto sospechoso y peligroso en medio del mar, vamos. Se diría que hemos bajado no uno, sino todos los escalones posibles en la jerarquía interna de las islas, pero no así en los hechos que les dieron nombre.

Pedro Serrano fue un marino español del siglo XVI, uno de tantos, de cientos, que participaron de forma casi anónima en la expansión del mundo conocido. En 1526 andaba el hombre saltando entre los distintos puertos que los españoles controlaban ya en América a bordo de un patache. En uno de sus viajes le sorprendió un fuerte temporal que mandó su embarcación al fondo del Caribe, que por entonces ya estaría bastante surtido de pecios, pero hoy debe estar alfombrado, literalmente. Murió toda la tripulación menos el propio Serrano, que alcanzó a nado la barra que hoy lleva su nombre según nos cuenta el Inca Garcilaso  principal fuente de información sobre el suceso.

El Banco Serrana. Hay fotos mucho mejores que
esta, pero impresionan menos
Una vez hecho a la idea y repuesto del naufragio en sí, don Pedro se dio una vuletecilla por la isla, lo que a.- no le debió llevar demasiado tiempo y b.- le debió servir para darse cuenta de que su situación era manifiestamente mejorable. El lugar en el que había dado con sus huesos no era más que una serie de bajíos que en algunas zonas asomaban ligeramente sobre el agua, sin vegetación, sin agua dulce, sin vigilantes de la playa y, lo que es peor, sin chiringuito. Para completar el desastre, la zona era conocida por su peligrosidad, precisamente por los bajíos, así que era evitada por las naves que cruzaban el Caribe, lo que Pedro ya sabía, pero tendría tiempo de sobra para constatar...

Pero lo primero es lo primero y había que buscar algo que llevarse a la boca. Pedro tuvo la suerte de que, si bien el atolón era poco frecuentado por humanos, era lugar de desove para tortugas, así que de tortugas, cangrejos, caracoles y similares fue viviendo como pudo. En concreto las tortugas suministraban carne, sangre y concha, que Pedro utilizaba para recoger agua:

"De esta manera se sustentó los primeros días con matar todas lar tortugas que podía, y algunas había tan grandes y mayores que las mayores adargas, y otras como rodelas y como broqueles, de manera que las había de todos tamaños. Con las muy grandes no se podía valer para volverlas de espaldas porque le vencían de fuerzas, y aunque subía sobre ellas para cansarlas y sujetarlas, no le aprovechaba nada, porque con él a cuestas se iban a la mar, de manera que la experiencia le decía a cuáles tortugas había de acometer y a cuáles se había de rendir. En las conchas recogió mucha agua, porque algunas había que cabían a dos arrobas y de allí abajo."
Hay que ver lo que se parecía Pedro Serrano a Tom Hanks
Por no haber, en la isla no había ni piedras, así que Pedro hubo de buscarlas en el mar. Con alguno de los guijarros que sacó y restos de madera y vegetación que sacaba del mar consiguió hacer fuego, lo que unido a la abundancia de mariscos y tortugas, ponía a Pedro más cerca de convertirse en propietario de chiringuito, que seguro que era lo que le pedía el cuerpo. Desgraciadamente sus circunstancias habían mejorado algo, pero no lo suficiente como para pensar en fundar una cadena hostelera.

En ese estado pasó unos tres años, whenderepente apareció en la isla otro náufrago, que como es lógico no podía ser más que español y, como era de esperar, Pedro y él acabaron tirándose los trastos a la cabeza. Normal, dos españoles en una isla tan pequeña y sin gran cosa que hacer, acaban discutiendo. Uno sería del Barça y otro del Madrid o algo...

"Así vivieron algunos días, mas no pasaron muchos que no riñeron, y de manera que apartaron rancho, que no faltó sino llegar a las manos (por que se vea cuán grande es la miseria de nuestras pasiones). La causa de la pendencia fue decir el uno al otro que no cuidaba como convenía de lo que era menester; y este enojo y las palabras que con él se dijeron los descompusieron y apartaron. Mas ellos mismos, cayendo en su disparate, se pidieron perdón y se hicieron amigos y volvieron a su compañía, y en ella vivieron otros cuatro años. En este tiempo vieron pasar algunos navíos y hacían sus ahumadas, mas no les aprovechaba, de que ellos quedaban tan desconsolados que no les faltaba sino morir."

Así pues, Pedro pasó en total unos ocho años en la isla antes de ser rescatado por un navío que finalmente vio sus señales. No sabemos el nombre de su compañero durante cuatro años y NO le llamaremos Viernes, pero el pobre murió en el camino de regreso a casa, que sí completó Pedro Serrano. De hecho, conservó el aspecto de homínido barbudo que se le debió quedar hasta presentarse delante el emperador y contar su historia.

Fuera o no cierta en su totalidad la historia de Pedro Serrano, es casi seguro que Daniel Defoe supo de ella y, tras conocer a Selkirk, las historias de ambos le sirvieron de base para su Robinson Crusoe. Como os adelanté al hablar de Selkirk, sus andanzas fueron unas vacaciones en un todoincluido al lado de las peripecias del amigo Serrano.

A modo de conclusión

Paradójicamente, en ninguna de las tres paradas de hoy hubo contacto hispano-aborígen, sin embargo es un buen momento para reflexionar sobre él. Suponed que una destelleante nave espacial desciende a las afueras de vuestro pueblo. De ella baja un individuo antropomorfo con un brillante traje metálico acompañado por un androide de unos 3 metros de altura y os dice "Klaatu barada nikto" ¿saldríais corriendo o le intentaríais comprender? Y si en lugar de un platillo volante fuera una nao castellana de la que bajara un barbudo bajito, cabreado y con coraza montado sobre un enorme cuadrúpedo ungulado y diciendo: "Abraza la fe de Cristo" ¿le haríais caso?

Éramos nosotros los que decíamos "Klaatu barada nikto"

Nota a pie de entrada

Las películas de ciencia ficción de los 50 son absolutamente apasionantes, tanto las buenas como las malas. Por sí solas darían para un magnífico maratón de fin de semana ante la tele. Mi pequeña lista (dos para el viernes, 4 para el sábado y 4 para el domingo):