miércoles, 29 de enero de 2014

Un insensato y un pirado: Orellana y Aguirre (III)

PRIMERA Y SEGUNDA PARTES AQUÍ y AQUÍ

Nos está quedando larguilla esta historia de las amazonas, el Amazonas, la jungla, los manatíes, los monor, el insensato y el pirado, la verdad. Hace honor al río que nos lleva... En fin, no lo alarguemos encima con vaguedades inútiles, vamos directos al temita que tenemos demasiados cabos sueltos y luego alguno se escapa, llega a general y pasa lo que pasa.

Recapitulando, que es gerundio

Orellana, la alegría de la huerta (de la wiki)
En la anterior entrada supimos de cómo fue el descenso de Orellana, Carvajal y sus cuates por el Amazonas, incluso nos enteramos de que Orellana volvió y murió en ese río no mucho después. Sin embargo, de Pizarro nada volvimos a saber desde que encargó/aceptó que Orellana partiese a buscar comida río abajo desde algún punto en la alta Amazonia. Del viaje de Orellana hemos podido dar buena cuenta gracias al relato de Fray Gaspar, del de Pizarro tenemos noticias de primera mano gracias a la relación que él mismo escribió en una carta dirigida al emperador. En ella, Pizarro no solo da cuenta de lo que hizo y de cómo volvió a Quito tras la marcha de Orellana, sino que denuncia la traición en la que, según él, incurrió Orellana dándose el piro y dejándole a él tirado en medio de la selva:

"Y confiado que el capitán Orellana lo haría así como lo decía, porque él era mi Teniente, dije que holgaba que fuese por la comida, y que mirase que viniese dentro de los doce días y por ninguna manera no pasase de las juntas de los ríos, sino que trajese la comida y no curase de más, pues llevaba gente para hacerlo así, y él me dijo que por ninguna manera él había de pasar de lo que yo le decía, y que él vernía con la comida en el término que había dicho. Y con esta confianza que de él tuve le di el bergantín y canoas y los sesenta hombres, porque había nueva que andaban muchos indios en canoas por el río: diciéndole asimismo, que los guías habían dicho que en el principio del despoblado había dos ríos muy grandes, que no se podían hacer puentes, que dejase allí cuatro o cinco canoas para pasar el real; y me prometió de hacerlo así, y así se partió.
Y no mirando a lo que debía al servicio de Vuestra Majestad y a lo que debía de hacer como por mí le había sido dicho, como su Capitán, y al bien del real y jornada, en lugar de traer la comida, se fue por el río sin dejar ningún proveimiento, dejando tan solamente las señales y cortaduras de cómo habían saltado en tierra y estado en las juntas y en otras partes, sin haber parecido ni nueva de él hasta ahora, usando con todo el real de la mayor crueldad que infieles ningunos usaran, viéndole quedar tan desprovisto de comida y metido en tan gran despoblado y entre tan grandes ríos, llevando todos los arcabuces y ballestas y municiones y herrajes de todo el real, y con gran trabajo llegó el real a las juntas donde me había de esperar. Y llegados, como la gente del real viese las juntas y no ser socorridos de la comida, porque se había ido y no había manera de hallar ninguna comida, se puso en gran desmayo, porque había muchos días que todo el real no comía sino cogollos de bihaos y algunos cuescos que hallaba por el suelo que caían de los árboles, con todos los géneros de salvajinas ponzoñosas que podían hallar, porque se habían comido en este despoblado más de mil perros y más de cien caballos, sin otro género de comida alguna, a causa de lo cual mucha gente del real habían adolecido y estaban unos flacos y otros se murieron de hambre, no estando para poder pasar adelante"
Según su relación, Orellana propuso separarse de la expedición e ir a por comida, Pizarro aceptó y ya no volvió a saber de él, de hecho, esta carta está fechada en Quito a 3 de Septiembre de 1542, es decir, que Orellana no había llegado aún a Cubagua, y suponemos que Pizarro le había dado por desaparecido, amortizado y, sobre todo, incapaz de defenderse de acusación alguna. Da la impresión que Gonzalo Pizarro sí que tenía algún motivo para sentirse ligeramente molesto, sobre todo por haber tenido que comer bihaos y cuescos en lugar de degustar manatíes, monos y loros asados, pero no hemos de olvidar que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo, en concreto la subespecie "chivus expiatorius".

Pero hete aquí que Orellana no había muerto en medio del infierno verde (versión amazónica, no renana). No sólo eso, sino que en su huida hacia adelante había transitado y descrito ríos, riberas y ribereños/as de lo más interesante y potencialmente enriquecedores para la corona. Las formas se mantuvieron y Orellana tuvo que responder ante el Consejo de Indias de las acusaciones formuladas por Pizarro el 7 de Junio de 1543, aportando testimonio "de toda la gente, que son tantos en número, así religiosos como seglares, y que eran de los honrados del real".

Se le dio la razón a Orellana e incluso se le autorizó para iniciar otra expedición en la que, como sabemos, acabaría perdiendo la vida. Gonzalo Pizarro acabó también muy malamente y en dos partes, cabeza por un lado y cuerpo por el otro, tras la batalla de Jaquijahuana, pero eso es otra historia...

Lope de Aguirre y los Marañones


NOTA: para contar la expedición de Ursúa y Aguirre vamos a seguir indisimuladamente el texto sobre la misma de Robert Southey, complementado y ampliado ocasionalmente con otros textos originales (Pedrarias de Almesto, Piedrahita, et.al.). Southey fue un poeta inglés de finales del XVIII y ppios del XIX que se aficionó a la historia de España, así que, como dirían los pérfidos albiones: please take this with a grain of salt (otra frasecilla preciosa y cultureta).

Pocas veces nos vamos a encontrar en profundosoconfusos un personaje cuyo careto esté tan fuertemente asociado al del actor que lo interpretó en el cine. Y es que decir Lope de Aguirre y venirnos a la mente la jeta de Klaus Kinski con ese casco tan mono que me llevaba en la peli de Werner Herzog es todo uno. Físicamente no sabemos si se parecían demasiado, pero lo que es cierto de todas, todas es que los dos estaban un poco p'allá; bueno, en el caso de Aguirre parece que estaba directamente como una regadera.

LopeKlaus Kinski Aguirre
Lope de Aguirre era natural de Oñate y para la fecha en que comenzaron los hechos en los que nos vamos a centrar hoy llevaba ya unos cuantos tiros pegados en América. De hecho, en uno de esos tiros le falló el arcabuz y se abrasó ambas manos. Ya no era ningún niño cuando partió como integrante en la expedición de Pedro de Ursúa, en 1560; hasta le había dado tiermpo a ser condenado a muerte dos veces. Obviamente se libró de ambas.

Ursúa era navarro, del valle del Baztán concretamente, y también llevaba un tiempecito por América, donde había destacado en operaciones de "pacificación", o sea, de persecución o castigo de indios, de rebeldes... y de cualquier cosa que se moviera, de hecho. Al menos dejó algo positivo para la historia y es que participó en una acción contra los indios muzos que habían asaltado la recientemente fundada ciudad de Tudela. En esa refriega, algunos mozos muzos mazas se papearon a un fraile que había quedado con los defensores de la ciudad y poco después varios de ellos (de los muzos) sufrieron un episodio agudo de hemorroides que interpretaron como castigo divino por la ingesta eclesial. Como consecuencia lógica, esa tribu abandonó el canibalismo por siempre jamás; para que luego digan que los frailes no consiguieron nada positivo en esa primera fase de la expansión por América. Así lo cuenta Lucas Fernández de Piedrahíta:

"En esta retirada murió mucha gente española a manos del enemigo, y un religioso, que cayó en las de los Nauras, y se lo comieron luego, de que resultó no comer después más carne humana, como nota Herrera en su década octava, por temor del achaque de que se contagiaron los agresores, consiguiendo este sacerdote con su cuerpo muerto desterrar desta nacion un vicio, que con gran dificultad lo consiguiera vivo"
NOTA: La década octava de Herrera a la que se refiere es parte de las "Décadas de Herrera", de título original "Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales", de Antonio de Herrera y Tordesillas. Tengo ese texto (un verdadero tocho) y, aunque he encontrado muchas referencias a los muzos, a Ursúa, a Tudela y al canibalismo, no he sido capaz de encontrar ese episodio concreto. My excuses, confiaremos en Piedrahíta.

Años después, en el muy convulso virreinato del Perú de mediados del XVI, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza montó una expedición de alto riesgo con la más que probable intención de librarse de los más peligrosos y enfebrecidos españoles que por allí andaban. Aunque el virrey murió antes de la partida, la expedición se inició comandada por Pedro de Ursúa, que había reclutado expedicionarios en Lima, Trujillo y Chachapoyas, en septiembre de 1560 y resultó lo que tenía que resultar: desde bien al principio fue un sindiós sangriento y salvaje...y a partir de ahí fue empeorando (permítame el señor DeMille el parafraseo). Vamos, tan desde el principio como que antes incluso de partir cayó la primera víctima: Pedro Ramiro, gobernador de Santa Cruz de los Motilones, al que algunos de los expedicionarios no le perdonaron ser eficiente en la preparación del material para la jornada. Le cortaron el cuello entre Francisco Díaz, Diego de Frías y un tal Grijota.

Ya antes de su salida, Ursúa fue advertido por un amigo suyo llamado Pedro de Linasco de que la partida que estaba formando incluía demasiados hombres potencialmente peligrosos, entre los que destacó a Juan Alonso de Lavandera, Cristóbal de Chaves, Lorenzo de Zalduondo... y Lope de Aguirre. Asimismo, le recomendó que no se llevara a su amante, Inés de Atienza, al viaje. Ursúa hizo caso omiso de ambos consejos, total ¿qué problemas podría causar llevar a una bella joven mestiza en una larga expedición por la selva con cientos de hombres endurecidos por años de conquista que, además, eran la crème de la crème del bando de los potenciales traidores? Doña Inés no iba a ser la única mujer de la expedición, Aguirre se llevó a su hija adolescente y a la aya de ésta.

En fin, que Ursúa tenía una "vista" manifiestamente mejorable, pero en lo tocante a preparar la expedición intentó hacerlo con toda la profesionalidad posible. La expedición Pizarro-Orellana le había enseñado que afrontar el viaje a pie iba a ser poco menos que imposible así que decidieron construir dos bergantines y cuatro barcazas en Santa Cruz de Capacoba, río de los Motilones, actual río Huallaga, afluente del Marañón. Nos vamos acercando...

La expedición constaba de 300 españoles y 100 mestizos, de los que un par de grupos menores comandados por García de Arce y Juan de Vargas fueron enviados como avanzadilla antes de que las naves estuvieran terminadas. Como detalle del tipo de disciplina que Ursúa podía esperar de semejante tropa, el tal García de Arce, que era de su máxima confianza, se pasó ya de primeras las órdenes por el forro y, en lugar de avanzar las 20 leguas que le habían pedido, avanzó 200, se dedicó a masacrar indios sin ton ni son y tuvo que esperar 3 meses al grueso de la expedición. Eso el de confianza, imaginaos lo que haría el resto...

Los desastres nunca vienen solos y las naves fabricadas por Ursúa eran tan marineras como un adoquín, así que la impedimenta de la expedición hubo de reducirse drásticamente; por ejemplo, hubieron de liberar más de doscientos caballos que no pudieron ser embarcados y, lo que era casi peor, forzar a sus hombres a abandonar muchas de sus escasas pertenencias. Así partieron el 26 de Septiembre de 1560.

Lo de la madera de la zona y su idoneidad para construir embarcaciones es de traca valenciana, como ya sabemos por expediciones anteriores. A los pocos días de salir, uno de los bergantines estaba más podrido que la piñata de Johnny Rotten, así que fue abandonado. Ocho días después de la partida se encontraron con el amigo Arce y sus cuates, que les estaban esperando.

Ursúa por fin se fue percatando de la clase de tropa tenía bajo su mando e intentó por todos los medios que no se le desmandaran demasiado, pero no llegó a darse cuenta del tipo de trato que semejantes cuasiseres requerían. Por ejemplo: un tal Alonso de Montoya (que rima con pilila) urdió un plan para desertar llevándose con él hombres, canoas y provisiones, a lo que Ursúa respondió arrestándole unos días. Y ya. No pasando mucho tiempo, Montoya (que sigue rimando con pilila) tendría una estupenda oportunidad para agradecerle a Ursúa su magnanimidad.  Por cierto, el segundo bergantín se hundió más pronto que tarde.

Ursúa pasando el doloroso trance de ser asesinado
(de la peli de Saura "El Dorado")
La expedición siguió por unas 700 leguas con el resultado esperado: ni rastro de El Dorado. Los guías portugueses habían mentido como bellacos y los veteranos de Orellana que habían sido incluidos en esta expedición hacía demasiado tiempo que habían pasado por allí como para acordarse. Así que todo fue cada vez más soso y deprimente. Del ambiente de la expedición da idea el hecho de que hasta los dos curas estaban peleados entre sí y Ursúa tuvo que promocionar a uno de ellos, Alonso Henao, al cargo de "Provisor superior, cura y vicario". Una vez promocionado, Henao excomulgó a media expedición por su comportamiento hasta la fecha. Marcando territorio, sí señor.

Como era de esperar, a estas alturas ya estaba preparándose la sedición liderada por...¡Oh, sorpresa! los mismos hombres contra los que Linasco había prevenido a Ursúa: Lavandera, Chaves, Zalduondo y Aguirre, que sostenían que la expedición ya había fracasado del todo y que, ya que estaban, lo mejor era buscarse otra zona de conquista y pillaje al margen de la autorizada. Bueno, eso y que algunos de los hombres miraban a Inés de Atienza con ojos sucios, otra sorpresa. Mientras, Ursúa, que algo de todo esto percibía, estaba seguro de estar seguro gracias al gran número de vascones implicados y a su origen navarro del norte. "Una palabra mía (en vascuence) bastará para salvarnos" debió pensar. Ya.

Aguirre et al. usaron a Fernando de Guzmán, un sevillano algo simple pero de noble origen para revestir su futura rebelión de cierta respetabilidad. A don Fernando, disfrutar de ese papel de tonto útil le costaría la misma vida.

La Nochevieja de 1560 fue el momento escogido; fueron el agradecido Montoya (que vuelve a rimar con pilila) y Chaves los que mataron a Ursúa. En el lío que se montó cayó también Juan de Vargas aunque sorprendentemente, o tal vez no, Inés de Atienza se salvó.

El nuevo Rey


Tan pronto Ursúa estuvo bajo tierra, los rebeldes se repartieron cargos de lo más variopinto, nombrando a Guzmán como su general. Ahora sí, la disciplina se intentó imponer sin miramientos; por ejemplo, hablar bajito estaba castigado con pena de muerte. Imaginaos a todos los barbudos hablando a grito pelado por la jungla, no les fueran a acusar de murmuradores.

Todas las maneras que había apuntado Aguirre en el pasado comenzó a ponerlas por obra ipso facto en cuanto se libró de Ursúa, si bien lo hizo dando lugar al primer culebrón sudamericano, muy anterior a "Betty la fea" y algo más sangriento. Para ir abriendo boca se cepilló a Arce mientras éste pensaba cómo librarse de Lavandera, que también hacía planes para matarle a él mientras competía con Zalduondo por los favores de Inés de Atienza. Para completar el ridículo cuadro de la expedición, Fernando de Guzmán intentó aplacar a Aguirre acordando la boda de su hija Elvira (recordad que iba en la expedición) con su hermano Martín de Guzmán, que estaba en Perú. Zalduondo apoyó a Aguirre en su urdimbre contra Lavandera hasta que Guzmán aceptó que se le eliminase, lo que sucedió el 16 de febrero de 1561. Por supuesto, éstos no fueron los únicos asesinatos que se produjeron, nos limitamos a los más relevantes, aquello fue un baño de sangre a diestro y siniestro.

El siguiente paso en la locura fue iniciar directamente una guerra contra el rey de Castilla y, a la sazón, de la España más grande que conocieron los siglos, levantamiento aceptado por todos los presentes menos tres: Francisco Vázquez, Juan de Cabañas y Juan de Vargas Zapata (es de suponer que no era el mismo Juan de Vargas que hacía ya compañía a Ursúa en su tumba). Puesto que tenían intención de hacerse no sólo con Perú, sino con toda América, Aguirre decidió que debían renunciar a la obediencia a Felipe II y elegir un nuevo rey. Él propuso a Guzmán y, lógicamente, no protestó ni Blas, la cosa no estaba como para jugarse el pescuezo llevando la contraria a semejante espécimen. El siguiente en caer fue Zalduondo, al que se cargaron ante las mismas narices del rey Guzmán y, ya que estaba en faena, Aguirre mandó también pasar a cuchillo a Doña Inés.

A todo esto, los miembros de la expedición que no estaban asesinando o siendo asesinados se dedicaban a construir dos bergantines para continuar el viaje. Entre los muchos acuchillados en estos días estuvo Montoya (que dejó de rimar con pilila), el cura Henao y, por supuesto, el rey Guzmán en persona, asesinado por Juan de Aguirre y Martín Pérez. Era mayo de 1561, Aguirre había pedido el poco seso que le pudiera quedar y yo estoy perdiendo el control del relato con tanta sangre, así que abreviaremos, no sea que aún se escape algún navajazo.

Es más, faltando a mi palabra de hacer esto en tres partes, vamos a tomar aquí un respiro o acabo cogiéndole cariño a don Lope. Dejaremos para la cuarta y, esta vez sí, definitiva parte, el final de Aguirre, su impacto posterior, sus carteos con Felipe II, la polémica sobre el río por el que llegó al mar... ¡Ah! y retomar a nuestro amigo Carvajal, que dijimos que volvería.