El adolescente alzó, por fin, la vista del suelo de madera de la nave que le había acogido durante tantos días. Ese mismo amanecer le habían informado de que la costa estaba ya ante ellos y desde su posición a popa de la embarcación la había visto acercarse lentamente. Las montañas se veían próximas a puerto, unas montañas altas y verdes, muy distintas del terreno abrasado por el sol que su madre le había descrito alguna vez. La gente miraba la llegada del barco desde el muelle, gente muy diferente de la que le acompañaba a bordo. Ahora solo quedaban unos pasos. Se decidió, cruzó la pasarela y pisó, por vez primera, la tierra sobre la que iba a reinar.
Definitivamente, lo que peor hacemos los madrileños es vendernos, peor aún que barrer cáscaras de gambas de entre los pies de los parroquianos en un bar (Nota: me recuerda una compañera y, sin embargo, amiga, que esta idea que yo creía propia, en realidad ha germinado en mi intelecto gracias a sus repetidos comentarios. Puede ser, no digo yo que no...). No es que seamos malos, es que somos nefastos. Es bastante evidente que Madrid no es una ciudad de postales como hay por docenas en España. A los que somos castellanos profundos y, por lo tanto, bordes y desaboríos, nos suelen gustar las ciudades pintorescas, pero con cierta dosis de reciedad (palabra que no existe, pero debería) que nos haga sentir en casa: Segovia, Toledo, Ávila y tal... Madrid en su conjunto es tan pintoresca como el Ministerio de relaciones con las Cortes y de la secretaría del Gobierno, o sea, bastante poco tirando a nada. Sin embargo, cuando la conoces, tiene su puntillo y, desde luego, una profundidad abisal. Entiendo que tal vez esto sea más difícil de vender que un acueducto romano o un edificio de Gaudí, pero es que ni lo intentamos, oigan.
Este fin de semana, como tantos otros, anduve un ratín por el conocido como "Barrio de las Letras", en pleno centro de la Villa y Corte. Algún avezado gafapasta será capaz de relacionar tal denominación con la existencia dentro de tal barrio de calles como la de Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Echegaray... pero es que más allá del nombre con el que fueran bautizadas, se da en estas calles una inusitada (única en el mundo, diría yo, puestos a exagerar) concentración de lugares de residencia de portentos absolutos de las letras del mundo y parte del extranjero. En un radio de menos de 50 metros vivieron en algún momento unos tales Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope de Vega... que llenaron el Siglo XVII de ingenio y grandeza literaria. Adicionalmente, algunos de ellos fueron de espada fácil o, al menos, útil pero no fueron los primeros que juntaron en nuestra historia la pluma y la espada. Un siglo antes, uno de los primeros grandes de la literatura hispana, cuyo nombre recordamos de la EGB y poco más, ya había repartido su tiempo entre versillos y mandobles.
Imagen "robada" de aquí. El cuarteto no podía venir más a cuento |
Para que os hagáis una idea de mi enciclopédico desconocimiento de los asuntos literarios, reconoceré que en comenzando a preparar este artículo confundí a nuestro protagonista de hoy con otro famoso autor unos cincuenta años anterior y que también soltó alguna cuchillada que otra entre verso y verso: don Jorge Manrique, el de las coplas de pie quebrado. Lo que pongo en vuestro conocimiento para que seáis indulgentes a la hora de valorar lo que hoy os contaré sobre... Garcilaso de la Vega y, al mismo tiempo, para avisar de que no será el literario el principal de nuestros intereses.
Vamos, al lío.
De Castilla a España pasando por el Yugo y las Flechas
Cuando en 1474 falleció Enrique IV de Castilla, no se sabe si de una sobredosis de Viagra, Castilla era un reino bastante apañado, pero creo que ni siquiera su hermana y futura reina Isabel se podía imaginar lo que vino después. Tuviera ella, Isabel, algo que ver o no en la muerte de su hermano, el caso es que cuando éste murió se montó un buen lío por su sucesión entre dos pretendientas al trono: la propia Isabel y la hija de Enrique (o no) Juana. Isabel había sido ofrecida en matrimonio a media Europa (masculina, por entonces modernidades las justas), pero acabó casándose con Fernando, rey de Sicilia, futuro rey de Aragón, futuro rey de Nápoles y futuro rey de Castilla -acabaría siendo Fernando II, otra vez II, III y V, todo ello a la vez. Se le escaparon el IV y el I. Isabel se terminó llevando el gato al agua y pasó a ser "relativamente" conocida con el nombre de Isabel la Católica. Dentro del follón de reinos, reinitos y reininitos que había en Europa, el proceso de lo de Castilla y Aragón fue casi una broma, pero acabaría dando lugar a un reino de primera que terminó deviniendo en Imperio. Eso sin profundizar, claro. Para 1499, fecha probable del nacimiento de Garcilaso, justo en la raya entre el XV y el XVI, ya teníamos básicamente unida a toda España, si bien bajo el raruno formato ese del "Tanto monta", aunque la unión fetén, con un solo monarca, no estaba nada lejos. Por cierto, una tontería que me apetece recordar: de toda la vida de Dios en el primer hogar de la academia militar más antigua del mundo, a la que tuve el honor de pertenecer muy brevemente, ha habido un yugo y unas flechas en el salón del trono. Ahora están cubiertos por unos tapices, no sea que...
Volvamos a lo nuestro. Poco más o menos a la vez que don Garcilaso veía la luz en Toledo, un tal Carlos, futuro Carlos IyV lo hacía en Gante. Desconozco los detalles del nacimiento de don Garcilaso, pero difícilmente serían peores que los de el futuro capo di tutti cappi, que asomó al mundo en una letrina a la que rauda había acudido su madre Juana en medio de un baile en la corte pensando que tenía un apretón. Si le cazó a tiempo o el infante aterrizó en blando y pestilente no se nos ha contado pero, en atención al respeto que la familia nos merece, vamos a correr un estúpido velo y dejarlo en que nació en Gante en febrero de 1500.
En 1517 se nos presenta por primera vez en España, desembarcando en Tazones y dispuesto a reclamar los reinos de su encerrada madre Juana (sí "la Loca", que hay que decíroslo todo...), que no eran pocos. Finalmente no se corta un pelo y los toma, no como gobernador, sino directamente como rey. Acababa de nacer el imperio hegemónico en Europa durante más de un siglo. Y ¿qué hacía, mientras, Garcilasín?
Pues igual que el infante Carlos era ya huérfano de padre, pero no sólo no tuvo que ponerse a vender periódicos o limpiar botas para ayudar a su familia, sino que fue acogido en la corte y pudo recibir una esmeradísima educación que, además, caía en terreno abonado ya que el shaval empezó a despuntar bien pronto. Conoció en esos años a un tal Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, que sería esencial para la relación de Garcilaso con la espada, y a Juan Boscán, que lo sería en la parte plumífera.
Como era de esperar, el fervor con el que el infante Carlos fue recibido en Castilla y en Aragón fue manifiestamente mejorable, pero finalmente las Cortes de ambos reinos le tomaron juramento (por separado, claro) como rey en 1518, a la vez que le soltaban una pastizara que le vendría de perlas solo unos meses más tarde. En enero de 1519, falleció Maximiliano I, el abuelo de Carlos, ya rey de Castilla y de Aragón. El imperio tenía la peculiaridad de que el emperador había de ser elegido, así que Carlos Iy(todavía no)V decide largarse a Centroeuropa a granjearse apoyos en la elección y, claro, eso cuesta pasta.
Carlos Iy(todavía no)V convoca Cortes Castellanas en Galicia para salir de allí inmediatamente hacia Flandes. El 1 de Abril de 1520 se abren las Cortes en Santiago de Compostela. A ellas acude representando a Toledo don Pedro Laso de la Vega, hermano de Garcilaso con, entre otras, las siguientes instrucciones de la ciudad:
Ya el viaje hacia Galicia fue una comedia de enredo con paradas, audiencias, reuniones, conciliábulos y juergas flamencas (¡je! en el doble sentido) varias en cada pueblo por el que pasaban (Valladolid, Tordesillas, Villalpando, Benavente...) pero una vez en Galicia la cosa se desmadró. El 8 de Abril se trasladaron las Cortes a La Coruña y el 14 llegó el rey, que se agarró un regio cabreo con los inconvencibles castellanos, entre los que destacaba Pedro Laso. El carajal derivó en revolución y finalmente en guerra, la Guerra de las Comunidades de Castilla (la de los Comuneros, la que se decidió en Villalar y la que nos dejó tres calles paralelas en Madrid: Padilla, Juan Bravo y Maldonado), aunque para entonces el rey ya estaba buscando su corona de emperador en Aquisgrán; de hecho no volvió a España hasta 1522, mucho después de Villalar como Carlos Iy(ya si)V. Para que luego digan de imposiciones y tal, las ciudades que se decantaron por los comuneros (y que palmaron miserablemente) fueron las castellanas "antiguas": Valladolid, Palencia, Soria, Segovia, Ávila, Toledo... y las que apoyaron al rey básicamente las andaluzas. Considerar la rebelión comunera como un estertor de la Edad Media o como hecho adelantado del Renacimiento, incluso de una incipiente democracia asamblearia, depende del ojo con el que se mire pero, vamos, que ni una cosa ni otra, sino una muestra más de uno de los deportes nacionales: el arrimamiento del ascua a la sardina propia y su alejamiento de la ajena.
Pero es que entre Olías y Salvatierra, Garcilaso, del que ya sabemos que se movía más que un garbanzo en la boca de un viejo, tuvo ocasión de participar -bueno, más bien de intentarlo- en otra de esas expediciones de gendarme de la humanidad en las que España se metía en aquella época.
Desde 1310, los caballeros de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta tenían sus oficinas centrales en la isla de Rodas, que era pieza codiciada en la geoestrategia del Mediterráneo oriental. Rodas había sufrido ataques y asedios varios, el último de importancia en 1480, pero todos fracasaron. En Junio de 1522 Solimán el McNífico se presentó con 400 barcos y 200.000 paisanos ante la isla defendida por 7.500 caballeros (soberanos, militares, hospitalarios y tal). Bastante aguantaron los mushashos, pero en Diciembre la situación era insostenible y acabaron rindiendo su fortaleza (por desgracia, el primero que cayó fue el bastión español, el 17 de diciembre de 1522). Cuando llegaron a España las noticias del asedio salió para allá una fuerza de apoyo que contaba con la presencia de nuestros amigos Garcilaso y Boscán, pero no llegaron a tiempo y se volvieron a rematar el asunto de la invasión francesa del que hemos hablado antes. Supongo que del nombre completo de la orden habréis deducido que ésta es la conocida como Órden de Malta, así llamada porque esta isla mediterránea fue su última base fetén, a partir de 1530 y ¿sabéis por qué acabaron en Malta? Pues ni más ni menos que porque el emperador Carlos IyV se la cedió junto con la isla de Gozo, la de Comino y el puerto de Trípoli. Esta cesión la hizo como rey de Sicilia, fue a perpetuidad y a cambio de un curioso pago: un halcón maltés al año (sí, el que dió origen a la peli de Huston y Bogart). En el caso de los que le le enviaban al emperador eran ejemplares vivos y entrenados para el noble arte de la cetrería. Esta cesión está relacionada con la siguiente campaña en la que nos encontraremos a Garcilaso y de la que hablaremos en siguientes entregas… os lo esperábais ¿no?
Catedral de San Bavón, en Gante. Foto mía. |
En 1517 se nos presenta por primera vez en España, desembarcando en Tazones y dispuesto a reclamar los reinos de su encerrada madre Juana (sí "la Loca", que hay que decíroslo todo...), que no eran pocos. Finalmente no se corta un pelo y los toma, no como gobernador, sino directamente como rey. Acababa de nacer el imperio hegemónico en Europa durante más de un siglo. Y ¿qué hacía, mientras, Garcilasín?
Pues igual que el infante Carlos era ya huérfano de padre, pero no sólo no tuvo que ponerse a vender periódicos o limpiar botas para ayudar a su familia, sino que fue acogido en la corte y pudo recibir una esmeradísima educación que, además, caía en terreno abonado ya que el shaval empezó a despuntar bien pronto. Conoció en esos años a un tal Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, que sería esencial para la relación de Garcilaso con la espada, y a Juan Boscán, que lo sería en la parte plumífera.
Como era de esperar, el fervor con el que el infante Carlos fue recibido en Castilla y en Aragón fue manifiestamente mejorable, pero finalmente las Cortes de ambos reinos le tomaron juramento (por separado, claro) como rey en 1518, a la vez que le soltaban una pastizara que le vendría de perlas solo unos meses más tarde. En enero de 1519, falleció Maximiliano I, el abuelo de Carlos, ya rey de Castilla y de Aragón. El imperio tenía la peculiaridad de que el emperador había de ser elegido, así que Carlos Iy(todavía no)V decide largarse a Centroeuropa a granjearse apoyos en la elección y, claro, eso cuesta pasta.
Carlos Iy(todavía no)V convoca Cortes Castellanas en Galicia para salir de allí inmediatamente hacia Flandes. El 1 de Abril de 1520 se abren las Cortes en Santiago de Compostela. A ellas acude representando a Toledo don Pedro Laso de la Vega, hermano de Garcilaso con, entre otras, las siguientes instrucciones de la ciudad:
- No permitir salida de dinero de Castilla hacia reinos extranjeros
- No dar cargo alguno a extranjeros y quitarles los que ya tuvieran
- Dilatar las cortes cuanto se pudiera para permitir que siguieran en Castilla, no en Galicia
- Impedir que se diesen los oficios y regimientos por dinero
- Reformar la Inquisición.
Aquisgrán, robada de aquí. He estado buscando alguna foto de mi etapa allí, pero no las he encontrado. |
Si Pedro Laso fue importante en el bando comunero, su hermano Garcilaso destacó en el realista, llegando a ser herido en la batalla de Olías del Rey:
" Yo D. Juan de Rivera capitan general en este reino de Toledo por sus Magestades y del su Consejo digo y doy fee como el señor Garcilaso de la Vega despues de que el Rey nuestro señor embarcó en la Coruña para se partir á Flandes, siempre ha estado conmigo en sservicio de sus Magestades, y ha servido muy bien y muy continuamente hasta el dia de hoy y en todas las cosas pasadas se ha hallado y ha peleado; y lo ha fecho como buen caballero y servidor de sus Magestades, y en la de Olias salió herido de una herida en el rostro, y en todo lo pasado y presente lo ha fecho tan bien y con tanta voluntad y trabajo de su persona, que demás de se librar y pagar sus quitaciones lo tiene muy bien merecido y servido que sus Magestades le hagan mercedes; y porque esto pasó así y es verdad doy esta feé firmada de mi nombre en Toledo á 12 días del mes de mayo de 1522 años."Como estrambote y arabesco colateral de la Guerra de las Comunidades, Francia, siempre tan atenta a pillar cacho de rival herido o distraído, decidió invadir Navarra y parte de Castilla. Fueron detenidos en Logroño en Junio de 1521, pero su expulsión total llevó algo más de tiempo y dio oportunidad para la intervención de Garcilaso y para el bautizo de fuego de don Fernando Álvarez de Toledo, futuro Duque de Alba, azote de todo lo azotable, coco para los flamencos y responsable de que decenas de generaciones de niños belgas se acaben la sopa. No sabían lo que se hacían los gabachos... El último reducto francés cayó en 1524, con la toma de Fuenterrabía. Se sabe que Garcilaso participó en un par de acciones de este conflicto: Salvatierra y la mencionada Fuenterrabía, ambas al muy a finales del lío.
Pero es que entre Olías y Salvatierra, Garcilaso, del que ya sabemos que se movía más que un garbanzo en la boca de un viejo, tuvo ocasión de participar -bueno, más bien de intentarlo- en otra de esas expediciones de gendarme de la humanidad en las que España se metía en aquella época.
De esta forma tan elegante he conseguido colar una animación mecánica en un artículo de historia. Cruz de Malta de 6 aspas, de la wiki |