Vale, vale, la expedición de Pérez no fue un éxito rotundo y arrollador pero, siendo sensatos, tampoco se podía esperar mucho más de ella dados los medios (escasos), la experiencia previa (nula) y lo ambicioso de los objetivos. Lo que sí quedó claro es que había que insistir en el empeño y cuanto antes, mejor.
La fase de preparación del siguiente intento comenzó casi inmediatamente después del retonno de Pérez y sus cuates en agosto de 1774. El Virrey Bucareli puso al frente de la expedición al bilbaino Bruno de Hezeta, un oficial relativamente joven y recién llegado a América. Juan Pérez volvió a unirse a la expedición, esta vez como segundo a bordo del Santiago, con una tripulación de 90 paisanos.
Una de las cosas que se habían aprendido en la expedición del 74 era que con un solo barco poca cosa se podía hacer: para afrontar las shungas condiciones en la mar abierta del Pacífico y llevar todos los pertrechos necesarios hacía falta un barco con cierto empaque, pero para acercarse a la costa (agreste y desconocida) era sin embargo necesario algo más pequeño y manejable. La expedición de 1775 se pensó para tres buques: el principal (Santiago, con Hezeta y Pérez), un paquebote de suministros que iría solo hasta Monterrey (San Carlos, comandado por Miguel Manrique, aunque no por mucho tiempo) y una goleta, poco más que un cascarón de 12 metros, con una sola cubierta bajo la cual no podía ponerse un hombre de pie (la Sonora, al mando de Juan Manuel de Ayala, también por poco tiempo). A bordo de la goleta se encontraba un jovenzuelo coruñés llamado Francisco Antonio Mourelle de la Rúa que, aparte de ser piloto de la Sonora, se encargó de escribir un diario del viaje que usaremos con fruición en la entrada de hoy. Os voy advirtiendo que, por motivos que luego explicaré, no he encontrado la versión en español de este diario, así que los pasajes que copie son mi traducción de una versión en inglés publicada poco después de los hechos.
Antes de partir, la Sonora fue modificada completamente para adaptarla a las duras condiciones a las que se iba a enfrentar, no dejaba de ser un barco muy pequeño, del tamaño de muchos yates de recreo de los que vemos por los puertos en vacaciones.
La expedición fue aprovisionada para un año, aunque en esta ocasión no cargaron animales vivos, quicir cuadrúpedos vivos, no es es descartable que más de uno de los marineros fuera un cachocarne con ojos. Lo que sí es seguro es que no eran demasiado profesionales: buena parte de los 160 paisanos que embarcaron no eran en realidad marineros sino braceros de los ranchos mejicanos, probablemente fortachones, pero que el agua la habían visto una vez al año para bañarse. Si eso.
O sea, que la carga consistía en la consabida mezcla de cecina de vaca, pescado seco, galleta marinera, manteca, legumbre variada, especias (más que nada para tapar la peste del resto), vino, coñac... en fin, el menú habitual.
El 16 de Marzo de 1775 la flotilla partió hacia el norte con unas órdenes muy parecidas a las que había recibido Pérez un año antes: alcanzar los 65ºN, pasar olímpicamente de los occidentales que vieran, si es que los veían, tomar nota si avistaban algún rriuso, tocar tierra tantas veces como pudieran y tratar a los locales tan bien como fuera posible.
La cosa no comenzó demasiado bien, ya que tan solo tres (3) días después de la partida el San Carlos disparó sus cañones dos veces e izó la bandera roja en señal de emergencia. Resultaba que al teniente Manrique le había dado un yuyu de cierta importancia, se le había ido la cabeza y no estaba en condiciones de distinguir su mano derecha de su pie izquierdo, cuanto menos de comandar un barco. Se decidió devolverle a San Blas a la vez que se hacía correr el escalafón y Juan Manuel de Ayala pasó a comandar el San Carlos, mientras que Juan Francisco de la Bodega y Quadra, hasta entonces segundo de Ayala, pasaba a jefazo del Sonora.
Ahora sí que sí, ya lo tenemos todo en orden, así que... ¡rumbo al norte! Lo malo es que la Sonora, aparte de pequeña estaba tan preparada para las aguas abiertas como el barquito de cáscara de nuez de Miliki y su mosquito, así que la singladura fue lenta, tanto que el Santiago acabó remolcando a su escolta para poder avanzar. Aún así, en este viaje estaban decididos a desembarcar y reclamar los territorios que pisaran para el rey de España y así lo hicieron por primera vez el 9 de Junio en la actual bahía de Trinidad, unos 400 km al norte de San Francisco. Tras la toma de posesión y comerciar algo con los indios, se hicieron de nuevo a la mar.
Hasta el 11 de Julio no volvieron a divisar tierra, la actual costa del estado de Washington, a unos 48ºN. Durante un par de días anduvieron buscando un lugar adecuado para echar el ancla, cosa que finalmente se hizo frente al actual Point Grenville, un pequeño cabo ya muy cerca de Vancouver. Siguiendo el procedimiento habitual, el Santiago se mantuvo más o menos alejado de la costa rocosa, mientras que la Sonora se acercaba a tierra rodeada de canoas de los indios locales, en este caso parece ser que los Quinault, primos y vecinos de los Chinook. Los paisanos Quinault estos se mostraron en todo momento afables y hospitalarios, lo que ya debía haber hecho sospechar algo, los cuentos de hadas no existen...
El 12 de Julio se produjo el primer desembarco de europedos en el actual estado de Washington. Nueve hombres, entre los que se encontraban el propio Hezeta, fray Benito de la Sierra, Cristóbal Revilla, Juan González e, irónicamente, Juan Pérez, pusieron pie en tierra y realizaron un acto formal de toma de posesión. El punto se denominó Rada de Bucareli en honor del Virrey; hoy ese nombre español ha desaparecido, como casi todos los de la zona, y se conoce este lugar como Bahía de Grenville. Estuvieron lo justo para el acto y se dieron el piro de inmediato, antes de que las mareas, el mal tiempo o cualquier otra circunstancia les pusiera las cosas difíciles. Sin embargo, dado que aún se esperaba que quedaran bastantes semanas de navegación, Hezeta pidió que parte de la tripulación de la Sonora bajara de nuevo a tierra para recoger leña y hacer aguada. Bodega preparó un pequeño grupo de siete hombres al mando de Pedro de Santa Ana:
A bordo del Sonora solo quedaban cinco hombres sanos, cuatro enfermos y un grumete, pero consiguieron maniobrar y mover la goleta a aguas algo más profundas. Los Quinault se lanzaron también a la mar en sus canoas persiguiendo al navío español que volvió a hacer fuego (a pesar de que sólo tres de los tripulantes podían disparar un mosquete: Bodega, su sirviente y el propio Mourelle, que se supone que dejó de escribir mientras disparaba) y, esta vez sí, se cepillaron a seis de los indios. La Sonora se reunió con el Santiago, que no había sido testigo de la refriega y, tras un miniconsejo, los comandantes decidieron atenerse a las órdenes de Bucarelli y no dar escarmiento alguno a los Quinault, así que continuaron con la misión. Seis marineros del Santiago pasaron a la goleta y las dos naves siguieron hacia el norte. En honor de los fallecidos nombraron el cabo junto al que había pasado todo como Punta de los Mártires, actual Point Grenville.
A finales de Julio la Sonora y el Santiago perdieron contacto de forma definitiva. La fragata comandada por Hezeta llegó a la zona de la actual frontera con Canadá y a continuación decidió volver hacia el Sur, aunque lo hizo muy cerca de la costa, cartografiando lo que veían desde el barco. Por ejemplo, el día 17 de Agosto divisaron la desembocadura del actual río Columbia, llamando a su estuario "Bahía de la Asunción de Nuestra Señora", pero la muy mala salud de la tripulación no les permitió entrar en ella y remontar el río. El Santiago llegaría a Monterrey a primeros de Septiembre, su tripulación en unas condiciones lamentables. Juan Pérez no se recuperó y falleció el 3 de Noviembre.
Mientras, en la Sonora la tripulación acordó que pa chulos ellos y que, a pesar de no tener un barco adecuado para la navegación en solitario, ellos iban a llegar tan al norte como pudieran, que para eso se había gastado el rey una pastizara en la expedición:
Así que, dicho y hecho, siguieron hacia el norte y el 16 de agosto volvieron a avistar tierra a unos 57ºN. En esta ocasión sí que pudieron descender del barco y se convirtieron en los primeros europedos no rriusos en pisar Alaska. Localizaron un posible puerto, al que denominaron Puerto de los Remedios (57.18ºN), también dieron nombre a un volcán apagado, el actual Monte Edgecumbe, al que denominaron Monte Jacinto. Mucho mejor Jacinto que Edgecumbe, donde va a parar... En esa zona, cerca de la actual Sitka, pasaron aproximadamente una semana, se hicieron con madera para reparaciones y recargaron agua y pescado en abundancia, aparte de conocer a los lugareños y realizar una toma formal de posesión. Una vez hecho eso y, estando como estaban más bien hechos polvo, viraron de nuevo al sur y comenzaron el descenso. Mourelle describe como, el día 24 de Agosto, entran en una bahía (a 55.17ºN) en la que la temperatura era algo más llevadera comparada con el frío pelón que estaban ya pasando y lo achaca a la presencia de volcanes "cuya luz veíamos por la noche, aunque a una distancia considerable". Bodega ya andaba demasiado perjudicado como para bajar a tierra, pero encomendó esa misión a Mourelle, que tomó posesión de la zona con el nombre de Puerto de Bucareli.
A primeros de Octubre, con la tripulación algo mejor de salud, pero aún en condiciones manifiestamente mejorables, entraron en una bahía situada a 38.18ºN que confundieron con la de San Francisco y siguieron hasta un buen puerto ubicado a 38.13ºN. En realidad acababan de entrar en la Bahía de Tomales, justo frente a la actual Bahía de Bodega, la de Hitchcock, la de Tippi Hedren (por cierto, madre de Melanie Griffith y, por lo tanto, abuela de Dakota Johnson, tan de moda estos días por el bodrio ese de Grey) y la de Rod Taylor.
La de "Los Pájaros", en suma.
La fase de preparación del siguiente intento comenzó casi inmediatamente después del retonno de Pérez y sus cuates en agosto de 1774. El Virrey Bucareli puso al frente de la expedición al bilbaino Bruno de Hezeta, un oficial relativamente joven y recién llegado a América. Juan Pérez volvió a unirse a la expedición, esta vez como segundo a bordo del Santiago, con una tripulación de 90 paisanos.
Maqueta del Santiago, de la Oregon Historical Society maritime collection |
Antes de partir, la Sonora fue modificada completamente para adaptarla a las duras condiciones a las que se iba a enfrentar, no dejaba de ser un barco muy pequeño, del tamaño de muchos yates de recreo de los que vemos por los puertos en vacaciones.
La expedición fue aprovisionada para un año, aunque en esta ocasión no cargaron animales vivos, quicir cuadrúpedos vivos, no es es descartable que más de uno de los marineros fuera un cachocarne con ojos. Lo que sí es seguro es que no eran demasiado profesionales: buena parte de los 160 paisanos que embarcaron no eran en realidad marineros sino braceros de los ranchos mejicanos, probablemente fortachones, pero que el agua la habían visto una vez al año para bañarse. Si eso.
O sea, que la carga consistía en la consabida mezcla de cecina de vaca, pescado seco, galleta marinera, manteca, legumbre variada, especias (más que nada para tapar la peste del resto), vino, coñac... en fin, el menú habitual.
El 16 de Marzo de 1775 la flotilla partió hacia el norte con unas órdenes muy parecidas a las que había recibido Pérez un año antes: alcanzar los 65ºN, pasar olímpicamente de los occidentales que vieran, si es que los veían, tomar nota si avistaban algún rriuso, tocar tierra tantas veces como pudieran y tratar a los locales tan bien como fuera posible.
La cosa no comenzó demasiado bien, ya que tan solo tres (3) días después de la partida el San Carlos disparó sus cañones dos veces e izó la bandera roja en señal de emergencia. Resultaba que al teniente Manrique le había dado un yuyu de cierta importancia, se le había ido la cabeza y no estaba en condiciones de distinguir su mano derecha de su pie izquierdo, cuanto menos de comandar un barco. Se decidió devolverle a San Blas a la vez que se hacía correr el escalafón y Juan Manuel de Ayala pasó a comandar el San Carlos, mientras que Juan Francisco de la Bodega y Quadra, hasta entonces segundo de Ayala, pasaba a jefazo del Sonora.
"El día 13 a las 3 de la tarde, el paquebote San Carlos hizo una señal pidiendo ayuda, ante la cual nuestro capitán mandó un bote en el que Don Miguel Manrique (que comandaba el paquebote) fue traído a nuestro barco, momento en el que descubrimos con claridad, por sus acciones, que estaba fuera de sí. Al verlo, nuestros oficiales principales le acompañaron a bordo de la fragata para que el capitán pudiera dar las órdenes oportunas en esta ocasión. Se organizó un consejo y los médicos le examinaron y se comprobó la locura de D. Manrique, así que se decidió mandarlo a tierra y también dar el mando del paquebote a don Juan de Ayala, teniente de fragata y el de la goleta a Don Juan Francisco de la Bodega y Quadra, que era del mismo rango."
Ahora sí que sí, ya lo tenemos todo en orden, así que... ¡rumbo al norte! Lo malo es que la Sonora, aparte de pequeña estaba tan preparada para las aguas abiertas como el barquito de cáscara de nuez de Miliki y su mosquito, así que la singladura fue lenta, tanto que el Santiago acabó remolcando a su escolta para poder avanzar. Aún así, en este viaje estaban decididos a desembarcar y reclamar los territorios que pisaran para el rey de España y así lo hicieron por primera vez el 9 de Junio en la actual bahía de Trinidad, unos 400 km al norte de San Francisco. Tras la toma de posesión y comerciar algo con los indios, se hicieron de nuevo a la mar.
Un Chinook más moderno que los primos de los Quinault |
El 12 de Julio se produjo el primer desembarco de europedos en el actual estado de Washington. Nueve hombres, entre los que se encontraban el propio Hezeta, fray Benito de la Sierra, Cristóbal Revilla, Juan González e, irónicamente, Juan Pérez, pusieron pie en tierra y realizaron un acto formal de toma de posesión. El punto se denominó Rada de Bucareli en honor del Virrey; hoy ese nombre español ha desaparecido, como casi todos los de la zona, y se conoce este lugar como Bahía de Grenville. Estuvieron lo justo para el acto y se dieron el piro de inmediato, antes de que las mareas, el mal tiempo o cualquier otra circunstancia les pusiera las cosas difíciles. Sin embargo, dado que aún se esperaba que quedaran bastantes semanas de navegación, Hezeta pidió que parte de la tripulación de la Sonora bajara de nuevo a tierra para recoger leña y hacer aguada. Bodega preparó un pequeño grupo de siete hombres al mando de Pedro de Santa Ana:
"Nuestro destacamento se dirigió a tierra en la zona más profunda y lo más cerca posible del río. Apenas lo habían hecho, sin embargo, cuando los indios bajaron corriendo de las colinas en número de 300 y, rodeando inmediatamente a nuestros marineros, concluimos que el destacamento entero había sido asesinado (Nota: degollado), ya que no escuchamos más que un único disparo de nuestra gente y que los dos únicos hombres que corrieron hacia la orilla se tiraron al mar y no supimos más de su destino en los bajíos de la costa.
Puesto que no podíamos acercarnos en ayuda de nuestros compañeros al no tener suficiente profundidad para nuestro barco, disparamos nuestros cañones y mosquetes, pero nuestros disparos no alcanzaron a los indios y, como ellos no podían saber el daño que les podíamos hacer a esa distancia, no se movieron en absoluto"
A bordo del Sonora solo quedaban cinco hombres sanos, cuatro enfermos y un grumete, pero consiguieron maniobrar y mover la goleta a aguas algo más profundas. Los Quinault se lanzaron también a la mar en sus canoas persiguiendo al navío español que volvió a hacer fuego (a pesar de que sólo tres de los tripulantes podían disparar un mosquete: Bodega, su sirviente y el propio Mourelle, que se supone que dejó de escribir mientras disparaba) y, esta vez sí, se cepillaron a seis de los indios. La Sonora se reunió con el Santiago, que no había sido testigo de la refriega y, tras un miniconsejo, los comandantes decidieron atenerse a las órdenes de Bucarelli y no dar escarmiento alguno a los Quinault, así que continuaron con la misión. Seis marineros del Santiago pasaron a la goleta y las dos naves siguieron hacia el norte. En honor de los fallecidos nombraron el cabo junto al que había pasado todo como Punta de los Mártires, actual Point Grenville.
La Sonora sigue hacia el Norte
A finales de Julio la Sonora y el Santiago perdieron contacto de forma definitiva. La fragata comandada por Hezeta llegó a la zona de la actual frontera con Canadá y a continuación decidió volver hacia el Sur, aunque lo hizo muy cerca de la costa, cartografiando lo que veían desde el barco. Por ejemplo, el día 17 de Agosto divisaron la desembocadura del actual río Columbia, llamando a su estuario "Bahía de la Asunción de Nuestra Señora", pero la muy mala salud de la tripulación no les permitió entrar en ella y remontar el río. El Santiago llegaría a Monterrey a primeros de Septiembre, su tripulación en unas condiciones lamentables. Juan Pérez no se recuperó y falleció el 3 de Noviembre.
Mientras, en la Sonora la tripulación acordó que pa chulos ellos y que, a pesar de no tener un barco adecuado para la navegación en solitario, ellos iban a llegar tan al norte como pudieran, que para eso se había gastado el rey una pastizara en la expedición:
"El día 5 de Agosto el viento comenzó a ser favorable del SO y la fragata aún no aparecía. Nuestro capitán nos consultó si deberíamos continuar con la expedición. En los últimos dos meses se nos había ido reduciendo la ración de provisiones, un cuarto de agua diario desde que nos alejamos de tierra por última vez, nuestro pan estaba casi completamente echado a perder por el agua que entraba en la despensa y la estación para navegar hacia el norte estaba a punto de concluir. A pesar de todo esto y algunas otras objeciones, llegamos unánimemente a la decisión de ejecutar nuestras órdenes porque, si lo hiciéramos de otra manera, su majestad habría financiado una expedición fallida."
El Monte Jacinto (wiki) |
A primeros de Octubre, con la tripulación algo mejor de salud, pero aún en condiciones manifiestamente mejorables, entraron en una bahía situada a 38.18ºN que confundieron con la de San Francisco y siguieron hasta un buen puerto ubicado a 38.13ºN. En realidad acababan de entrar en la Bahía de Tomales, justo frente a la actual Bahía de Bodega, la de Hitchcock, la de Tippi Hedren (por cierto, madre de Melanie Griffith y, por lo tanto, abuela de Dakota Johnson, tan de moda estos días por el bodrio ese de Grey) y la de Rod Taylor.
La de "Los Pájaros", en suma.
Llegada a Monterrey
El día 7 de octubre llegaron por fin a Monterrey en un estado bastante lamentable, prácticamente ninguno de los hombres de la tripulación pudo bajar del barco por su propio pie. Los Frays de la misión de Monterrey se ocuparon de cuidarlos unos días hasta que, el 1 de Noviembre, juntos de nuevo el Santiago y la Sonora, partieron hacia San Blas para dar cuenta de su viaje.
La segunda expedición al Noroeste había concluido con bastante más éxito que la primera: se habían realizado actos de posesión y los datos y diarios traídos por ambos barcos serían esenciales para continuar las exploraciones y, en su caso, conquistas. Estos diarios y los mapas derivados de ellos eran considerados información hiper-reservada y tratados con el mayor secretismo, peeeeeeeeeeero... ¿recordáis que el principio he dicho que las citas del diario de Mourelle son traducciones de una versión en inglés? Desconozco si hay alguna copia del diario original, yo no he podido encontrar ninguna; sin embargo la he encontrado en inglés y editada en....¡1781! ¡Solo 6 años después del viaje! Lo más grave del asunto es que se sabe que James Cook, el gran explorador inglés, tenía una copia del diario de Mourelle antes de partir en su tercer viaje...¡en 1776! y la usó con mucha más fruición que yo. Lo que quiere decir que algún agente británico lo había distraído casi antes de que el propio Mourelle pudiera rendir cuentas.
Estaba claro que los rriusos y los ingleses estaban interesados en el lejano Noroeste.
Aquí va a haber lío...