viernes, 30 de octubre de 2015

Un Rulo por Aquitania (y II)


Llegada a Nérac

... Nos habíamos quedado visitando el molino fortificado de Barbaste, hasta donde habíamos llegado a pie desde Lavardac. El Molinillo es agradable de ver y justifica el paseo que, a su vez, había contribuido a que me dejaran de temblar las piernas por el susto de la mañana. A la vuelta se pone de nuevo a llover y no nos queda más remedio que parar en un dizquerestaurante y comer algo. Por cierto, el restaurante cargado, pero cargado, cargado de pósteres de toros y motivos taurinos en general. Y no era el primero que veíamos así. Ahora que lo pienso, TODOS los restaurantes y bares de esa zona en los que paramos tenían algún motivo taurino y, en muchos casos, el logo de un tal club taurino Paul Ricard. Adicionalmente, en esos lugares siempre chapurreaban el español y, helado me quedé, se dirigían activa y afectivamente a nosotros en español. Cosas veredes...

Vuelta al barco y más Reina de África hasta Nérac, cuya esclusa pasamos con éxito pero más miedo que vergüenza. Y aquí haremos noche...

Nérac


Amarrados en Nérac
Nérac sí es un pueblo que merece la visita. En realidad, desde que tomamos el Baïse tanto los pueblos, como el paisaje e, incluso, el paisanaje mejoraron sustancialmente lo anterior (el cognazo del canal). Adicionalmente el tiempo comenzaba a aclarar y tenía pinta de que los días venideros iban a ser mejores y, sobre todo, Hércules Cousteau (el Panoly, o sea, el menda) había demostrado en la esclusa de Nérac que el asuntillo de Lavardac había sido un mero incidente por falta de información. El puerto de Nérac consta de una serie de amarraderos en línea y dispone de WiFi y unas duchas en plan camping que no usamos, amén de las habituales conexiones de agua y luz que, gracias a que Hércules Cousteau McGyver había reparado el cable, sí podíamos utilizar.

La entrada navegando en Nérac es tan bonita como el pueblo, la esclusa está justo antes del puente viejo y el puerto está entre éste y el nuevo, unos 200 m más allá. Esta circunstancia hace que tanto lugareños como turistas se aposten en el puente a ver las maniobras escluseras cuando llega un barco. Menos mal... no quiero ni pensar que hubiera sido así en Lavardac, ahora mismo sería el rey de Youtube!

En fin, que aparcamos y nos vamos de paseo por el pueblo. Aparte de la zona del río, hay un par de iglesias interesantes y un pedazo del castillo de Enrique IV (Ojo, no es un peaso de castillo, sino un pedazo DEL castillo. Vamos, que solo queda un trozo) que se deja ver pero, como digo, es de los pueblos por los que se pasea medio a gusto. A eso de las 2000, que ya nos vamos conociendo, empezamos a pensar seriamente en buscar lugar para cenar. Pues... que si quieres arroz. En tres sitios nos dijeron que estaban desolés, pero que no, que acomodar a dos adultos y dos ninios era très dificile y pas possible. Lo del desolé ya me llevaba días tocando las gónadas, porque, vamos a ver: si es evidente que te importa una higa ¿no puedes usar una palabra menos rotunda? Cuando alguno se salte un paso de cebra (cosa harto probable, como os contaré) y me atropelle, ¡no sé qué va a decir! Más que decir, ¡tendrá que hacer! Bueno, mejor que no, no sea que... y (*A).

Nocturnas en Nérac
En fin, que al final compramos unas pizzas en un sitio súpercutre en el que también había carteles de toros y hablaban español y nos las llevamos al barco. Por cierto, que me medio sorprendió que dos personas que vinieron a recoger las suyas mientras esperábamos pagaron con cheques bancarios. Mira, en eso sí son serios los tíos.

De modo que cena familiar tranquilita y después salida de safari (fotográfico) nocturno

A la mañana siguiente (sábado) había mercadillo, así que, a pesar de que el día de navegación iba a ser largo, echamos un rato por allí después de desayunar en la plaza. Las siguientes horas de navegación os las ahorro, salvo que en la esclusa de la muerte me hice un par de fotos. Llegamos a Buzet a tiempo para comer, en esta ocasión en el barco, tras reincorporarnos al canal. Después tiramos hasta Damazan, donde pasaremos la noche. Hace bueno y el día va según lo previsto, así que podemos hacer uso de un cartucho tranquilizador de ninios que tenía guardado y nos acercamos en bici al lago de Damazan, donde hay un camping y un teleski (acuático) subvencionado con fondos europedos ¡tomaya! Alquilamos un rato de "stand up paddle", que no me apetece tener que rascar con una espátula los restos de mi ninio de algún poste del teleski y nos tomamos una cervezuela al solete. Como yo soy algo lento, pero no tonto del todo, y el francés ya lo he ido desoxidando, me atrevo a pedir consejo para cenar al tío del chiringuito y me dice que es 15 de Août y que el único restaurante del pueblo está fermé y los más cercanos están a no menos de 8 o 9 km -inviable para volver de noche por carretera- pero que nos puede hacer unos perritos; no más de 4, eso sí, que no le quedan más salchichas, que desolé. Así que allí nos tienes a las 1945 cenando cuatro perritos y una bolsa de patatas en un lago mirando como una mushasha intenta once (11) veces seguidas arrancar con el teleski y las once cae cual larga es en la rampa de salida. Tenaz era, desde luego. ¡Oiga, otra birra, que esto no hay quien lo pase! De vuelta a Damazan, restaurantes no hay abiertos, pero gente jugando a la petanca hasta bien de noche, si.

Ojo, foto tomada después de ser rechazado
en el Maxim's de Marmande
El domingo es el último día de navegación, y además breve puesto que Le Mas d'Agenais está a solo unos km. Llegamos, hago un atraque en paralelo marcha atrás que lo podría firmar el mismo Vicente Yáñez Pinzón y nos acercamos al pueblo a intentar comer. He dicho bien, "intentar" porque es domingo y está todo cerrado, así que yo trinco la bici y me largo a Marmande a coger el tren que me lleve de vuelta a recoger el coche y dejo a la familia comiendo sobras en el barco. Hasta Marmande tardo unos 45 min, encuentro la estación a la primera, a estas alturas mi francés es como el de Balzac y la cajera de la SNCF me entiende sin esfuerzo y sin poner gestos demasiado raros... la vida me sonríe. Cruzo a un restaurante al que he echado el ojo al pasar, son las 1406 y... lo habéis adivinado, que desolés, que la cocina cierra a las 1400. A quién se le ocurre... En fin, al menos me tomo una cerveza y unas patatas en el bar de la estación. Os ahorraré el resto, pero brevemente diré que el tren se averió algo antes de Moissac y que, por no esperar, me bajé y completé el camino en bici. El coche estaba en su sitio, bien. Mientras montaba de nuevo el portabicis apareció el individuo que comandaba la base de LeBoat. Intentó hacerse el sueco pero le dije que vaya mierda de barco nos habían entregado, y vaya caca de servicio daban (no os he contado ni la mitad de las cosas que no funcionaron). Alucinante la habilidad del hombre para alejarse silbando el puente sobre el rio Kwai. En francés, además. Ni desolé dijo (*A). Yo ya iba con mucho retraso por lo del tren así que pasé de él y volví a reunirme con la Santa y los ninios.

A la mañana siguiente devolvimos el barco en cuanto abrieron y comenzamos la última parte del viaje hacia la Isla de Ré.

Isla de Ré


Ya me habéis oído decir alguna vez que el mar es una cosa muy seria que hay que dejar a los profesionales. Nombela (Toledo) y Urho, cerca del EPIA (en China) deben ser los dos puntos más tranquilicos de España y el Mundo, respectivamente. Desgraciadamente, el resto de mi familia no opina lo mismo y decían que unas vacaciones sin tocar la playa, como que no. Un cliente, y sin embargo amigo, me recomendó un sitio del que no había oído hablar en mi vida y que resulta que ahora está más de moda que los pantaloncicos-braga estos que llevan las mozas (SLURPS! o PuaGGGH!, depende del caso). Yo soy de natural generoso, pero algo vengativo, lo reconozco, así que accedí a tres diítas en la isla, que está relativamente accesible desde Le Mas d'Agenais. Eso si, el recorrido de ese día lo fijé yo... y dimos unas cuantas vueltas por tierra firme antes de acercarnos al infierno de la costa.

Labastide de l'Armagnac




En primer lugar bajamos a Labastide d'Armagnac, un pueblín típico de la zona de Armagnac, como su propio nombre indica, que resultó ser aún más pequeño de lo descrito en la guía (si la guía es Francesa hay que aplicarle a cualquier cosa de Francia un factor de corrección de tamaño de en torno al 25% y otro de interés del 33%) (*A), pero que era interesante y, como llegamos tempranito, lo teníamos para nosotros solos.

De ahí volvimos a apuntar hacia el norte, con la intención de comer en ruta un picnic en algún viñedo Bordelés. Las viandas las compramos en Captieux, otro pueblo plagadito de motivos taurinos. Hasta la panadería estaba llena, bueno, en realidad la mitad de la panadería, la otra mitad estaba llena de parafernalia de rugby. De hecho, hay en Captieux una "Feria de Rugby y Toros" así, en español. Espero que no a la vez, sería digno de ver.

¡Ensayo y olé!
Continuamos en busca de un lugar para el piquenique, siempre por carreteras secundarias. En Burdeos hacen vinos extraordinarios, supongo, nunca he probado un vino de Burdeos de más de unos 30€ y los de menos me han decepcionado supinamente. Ahora bien, hay que reconocerles que tienen unos viñedos alucinantes, preciosos, magníficamente cuidados. Da gusto verlos. Finalmente paramos junto a unas ruinas y unos viñedos.

Y de ahí a Saint-Émilion, que es como el Mont Saint Michel, pero sin mar alrededor, así que mejor. Bueno, el Mont Saint Michel es soportable cuando NO tiene mar alrededor, claro. Aquí tuvimos suerte primero y mala suerte después. El pueblo estaba de bote en bote, tanto que había coches aparcados como a un km de distancia. Cuando ya pensaba en desmontar las bicis y aparcar atpc, justo a la entrada del pueblo se fue un FIAT 500. Meter mi Alltrack con las bicis atrás en ese hueco tuvo cierto mérito, pero de algo tenía que valer el entrenamiento de una semana manejando el Titanic por los canales..

Ahí se acabó nuestra suerte porque no pudimos visitar la iglesia monolítica, que parece ser muy interesante. Estaba hasta la bandera, como el resto del pueblo. Muy bonito y recomendable, a pesar del mogollón.

De ahí a coger el ferry que cruza la Gironda entre le Verdon sur Mer y Royan. Reconozco que pensaba que podríamos ver el faro de Cordouan, pero no, para eso hay que coger un barco específico y no teníamos tiempo. Falta de preparación, impropia del menda. No se repetirá.

Y ya hasta la Isla de Ré, que es una islita superplana de unos 35 km, con playas al sur y salinas al norte, que está plagada de campines, hoteles y carriles bici y que se deja visitar para un par de días. Además, está justo frente a la Rochela, que era un destino al que, casualmente, yo quería ir por mis intereses históricos. Por supuesto, el hecho de que accediera a lo de la isla de Ré no tiene relación alguna con lo de la Rochela, es mera casualidad.

Torre de San Nicolás, en La Rochela
La isla está unida a la Rochela por un puente de peaje. Cuesta 16€ entrar y salir. Los jashondos de los galos dan folletos diciendo que ya no se pagan los antiguos 16€ de peaje por pasar el puente, ahora se paga una tasa ecológica de 16€. Ahí, distinguiendo.

De esta parte sólo diré dos cosas:

1.- La Rochela mola mucho, hay mucho que ver, mucha vida, mucha gente... recomendable

2.- La Isla de Ré también es recomendable. Nos movíamos en bici, la Santa y los ninios negociaban conmigo un determinado tiempo de playa y yo me buscaba un refugio con wifi y cervecita desde donde no se viera el mar o me iba a hacer fotos. Es curioso que a pesar de ser un lugar 99% turístico, el 1% restante sigue a su rollo, con sus viñedos y maizales y tal. 

Sí merece ahora una mención la afición de esta gente a la pugnetera mantequilla. A ver, garçons et filles, que os saliera bien de casualidad lo de echar mantequilla a un cachopan y saliera el cruasán, no quiere decir que vaya a funcionar siempre, ¡no hay por qué bañar en mantequilla el pescado a la plancha, las gambas, los mejillones, las almejas! ¡Hasta la cerveza sabe a mantequilla!

3.- He mentido, voy a decir 3 cosas. Las mareas aquí son kilométricas, si tienes un barquito supongo que estarás al tanto del tema, pero puedes encontrarte que no lo puedes sacar del puerto cuando vayas a por él

4.- Dije 3? van a ser 4. Aparte de las mareas, los atascos también son kilométricos y un momento más para ver cómo son los lugareños. Imaginaos, carretera muy secundaria, pero la principal de la isla; un carril en cada sentido; 1830h, el tráfico de salida de la isla es intensísimo, el de entrada casi nulo. Los de salida forman una línea continua de coches circulando a 20 por hora. En el sentido entrada circula un viejecito con una C15 más vieja que el hilo negro. El viejecito quiere girar a la izquierda para tomar una carreterilla aún más secundaria pero, claro, el tráfico en sentido contrario (recordad, van a 20 o menos) no se lo permite. Me quedé esperando a que alguien frenara y le dejara girar. Si no es porque el tráfico de salida se ralentizó y llegó a parar, aún sigo allí. Cinco minutos de reloj de coches pasando, mirando al viejecito y no dejándole girar. Y eso es así siempre, en la carretera, en bici, en las escaleras, en las puertas... ellos y su ombligo, los primeros (*A).

En fin, resumiendo, que interesante viaje. Lo del barco un rollo patatero, no se repetirá.

Y, como diría Forrest Gump, eso es todo lo que puedo decir sobre este viaje....

...peeeero ¿he oído mencionar La Rochela?¿La misma Rochela de la que partió el U-96 de Das Boot?

¿La misma en la que la armada castellana se cepilló causó ciertas molestias a la inglesa hundiendo todos y cada uno de sus navíos en 1372?

¿La misma en la que se usó, por primera vez en la historia, la artillería embarcada?

¿Esa misma Rochela?

Me da a mi que esa es una "casualidad" que no deberíamos dejar escapar ¿no?

Si es que me las dejan botando...

sábado, 24 de octubre de 2015

Un rulo por Aquitania (I)



Con esta entrada vamos a romper dos cosas: una, el silencio de varios meses y otra, la serie de artículos históricos. El principal motivo para lo primero es que se me ha encasquillado el próximo visitante del blog y, para lo segundo, que me apetecía comentar mis vacaciones. En el fondo, muy, muy, muy en el fondo, soy un espécimen casi majete, así que pretendo evitar a algún amable lector el suplicio que yo pasé en el Suroeste francés. 

En el muy improbable caso de que a alguien le interese lo más mínimo mi opinión, pero no tenga ganas de leer, se la transmito en dos patás: 


1.- Francia es un grandioso país al que le han caído en desgracia unos habitantes de difícil soportabilidad


2.- Por muy buena idea que pueda parecer sobre el papel, recorrer los canales de Francia en barquichuelo es un cognazo de marca mayor.


Y ya. Podéis seguir a lo vuestro.


Aquitania


Para el resto: Francia es un gran, gran país. En serio. En concreto un 27% más grande que España, así que nos ceñiremos a una zona más o menos concreta: Aquitania y alrededores, que en términos de ciudades conocidas incluye Toulouse, Burdeos, Biarritz y una extensión hacia el norte a la isla de Ré. Además de ser grande es un país privilegiado por la naturaleza, que lo ha tenido todo para ser uno de los grandes imperios de la historia. A pesar de eso, y de limitar con cuatro de los cinco países europedos que si lo son/fueron en algún momento (si consideramos Calais una frontera), Francia nunca lo consiguió (salvo los cinco minutos de Napoleón). Hay por ahí una teoría que explica la "paradoja/fracaso francés" muy interesante. En términos sociales son el país más socialista que conozco, con diferencia.

Ya desde el primer momento uno se enfrenta con una realidad de difícil solución: a esa gran tierra le han caído en desgracia unos habitantes que, en demasiados casos, se mueven entre lo típico y lo tópico, entre el insulto y la broma, entre lo grandilocuente y lo ridículo... pero dejemos ese asunto, ya que el propósito de esta entrada es hablar del país, no de sus habitantes. Nota: con intención de economizar tu tiempo, lector, y el mío, a partir de ahora la anterior adversativa será referida como (*A).

En este viaje en concreto pasamos bastante de las ciudades ya que la principal peculiaridad del mismo era... ¡Tacháááán!¡Navegar por el canal lateral del Garona y movernos solo en barco, bici o pinrel!¡Qué gran idea!


Para empezar, nada más cruzar los Pirineos, en mi caso desde el Valle de Arán, uno aprecia un cambio radical de paisaje. Se nota que fue la Península Ibérica la que presionó levantando la cordillera, para que luego digan que no hacemos nada de provecho: todas las arrugas quedaron de este lado. En consecuencia, en cuanto bajas las montañas aquello es llano como la palma de la mano (primera condición necesaria, pero no suficiente, para que un canal sea una gran idea si se quiere facilitar el transporte). En segundo lugar, los vientos húmedos del norte descargan de aquel lado; o sea, que llueve mucho, hay grandes ríos, las tierras son de una fertilidad supina y sobra el agua (segunda condición necesaria...¡hagamos un canal de mar a mar!). Dicho y hecho, se coge escuadra y cartabón y se comienza a cavar.



Claustro Románico de Moissac 


Nosotros recorrimos el canal entre Castelsarrasin y Le Mas d'Agenais, con un arabesco colateral por el río Baïse. Para empezar, por si hay algún insensato que no aprenda en cabeza ajena y quiera embarcarse, nunca mejor dicho, en recorrer los canales, no recurráis -ni de coña- a "LeBoat". KK, alejarse. Hay otras dos empresas por la zona que no sé si serán buenas o malas, pero peores no pueden ser: Nicols y Locaboat. Uno se allega al puerto de salida con cierta ilusión, no voy a decir que no, pero poco a poco el personal de recepción se la quita (aplíquese (*A)). Tan poco a poco que la entrega y "curso de aprendizaje del pirata Patapalo para manejar un barco de 12m" dura... 20 minutos, entre teoría y práctica. Así que en poco menos de una hora uno ha firmado todos los papeles en los que se confiesa preventivamente autor de la muerte de Manolete, ha cargado el barco con pertrechos, provisiones y bicicletas y se ha hecho al canal. Lo de "se ha hecho al canal" es un decir, claro. Antes de darte cuen estás pasando la primera serie de esclusas, sin acordarte muy bien si con el cabo había que hacer un as de guía y al esclusero darle una propina o al revés. Afortunadamente no hay esclusero, así que entonces no hay duda: se le hace un as de guía a la propina.

En un par de horas la cosa está bastante más que controlada, pero entonces llega el momento de atracar en el bello pueblo de Moissac, con su claustro románico. 

Por suerte, el atraque es en línea y al final del puerto, así que el ridículo no es extremo y, además, casi nadie lo ve. Este pueblín ya lo habíamos visto por la mañana, antes de ir a por el barco, pero es chulo así que no nos importa repetir y cenar allí. De vuelta al barco memorizo la ubicación de la panadería más cercana para ir a por cruasanes por la mañana. El cielo está despejado, temperatura ideal, no hemos cenado mal, ¿qué puede fallar?. Pues el barco, claro, que es del 87 y tiene más achaques que yo. Llamo al móvil que nos han dado los de LeBoat (*A durante un par de horas).


Puente en Auvillar
El día siguiente es el primero completo de navegación ¡qué bien!¡Qué bonito es todo!¡Qué buen tiempo hace! Queremos llegar a Valence d'Agen y, tras desayunar unos excelentes cruasanes en el barco soltamos amarras, cruzamos el pueblo navegando y enfilamos el canal con el sol a nuestra espalda. Un par de horas y no mucho más de 10 km después estoy hasta las gónadas de canal rectilíneo, de sol, de calor, de saludar ciclistas que nos adelantan, de lanzar cabos en las esclusas, de hacer eses por el canal...¡y aún queda casi una semana de esta tortura!

Sin mucho pormenor llegamos a Valence d'Agen y... allí el atraque es en paralelo y solo queda un sitio. La maniobra es un elegante desastre y el propietario (francés, *A) del barco a estribor es de lo más colaborador. Sin duda sus gritos e insultos me ayudan a no embestir su barco con fuerza suficiente como para partirlo en dos y hacerlo naufragar allí mismo. Eso y que sólo tengo unos 60CV. Atracados, vámonos en bici a Auvillar, que está cerquita.

Vuelta y tiempo justo para una ducha, salir a cenar y asistir desde nuestra propia cubierta al espectáculo "Au fil de l'eau" que nos cuenta, entre otras cosas, cómo Francia ha salvado ella solita a Europa dos veces del imperialismo alemán. O algo así. Pero ¿quién les ha dicho a estos señores que su espectáculo tiene algún interés? (*A) Antes de la mitad me voy a buscar algo que hacer. Mira... un Kramer monocilíndrico de entreguerras...

Al menos Valence es bonito y hay un gran supermercado cerca del puerto. 


Y llevamos solo dos días... Me quiero volver a casa!!!!!!


No nos fuimos, claro.

Agen


Al día siguiente, aún en Valence d'Agen, tras los pertinentes cruasanes saqué el McGyver que llevo dentro y arreglé con S.O.G y kit de emergencias el famoso cable que los dos técnicos de LeBoat decían que era irreparable.

Me llevó algo menos de una hora, pero no cobro submúltiplos, así que la factura será de 600 € la hora de trabajo fuera de la Comunidad de Madrid más 1492 km (cogno, mira, buena cifra) a 1,07€... total... 2196,44 €.


Una vez asegurados de que tendríamos corriente en cada puerto partimos hacia Agen, dejando a un lado la central nuclear de Golfech. Esta parte del trayecto es especialmente cognazo dentro del cognazo de la navegación canalística general, pq no ves gran cosa y atraviesas una zona industrial bastante fea y grande. En Agen tocó parar en el puerto para acercarnos a ver el famoso Pont Canal. Para que no nos dijera nada ningún amable local atracamos en el pugnetero campo, en un lugar que pareció propicio para bajar las bicis y amarrar el barco a unos hierracos que había en medio de la vegetación. Desgraciadamente, la vegetación eran ortigas y se me pusieron las manos como dos racimos de morcillas, ni cambiar de marcha en la bici podía. En fin, puente visto y vuelta, no es gran cosa y además lo íbamos a pasar navegando en unos minutos.


El puente canal de Agen


Seguía haciendo mucho calor, pero se notaba que la cosa iba cambiando y el cielo empezaba a cubrirse. El objetivo era llegar a Sérignac-sur-Garonne antes de que empezara a llover y cenar rapidito. Cumplimos el objetivo y cenamos en el sitio más agradable del viaje. Hasta los lugareños fueron extrañamente amables, lo que nos hizo sospechar... afortunadamente sin fundamento. Aquí el puerto era más cutre pero, a cambio, fue gratis. Por la noche se abrieron los cielos, tuve que salir a cubierta a asegurar mesas y sillas porque se volaban y las ventanas del barco nos dejaron claro que también tenían 28 años goteando sobre la cama de los ninios. 


Saltando al Baïse


Iglesia de Vianne

¿He dicho antes que la llegada a Agen fue lo más cognazo? Mentí como un bellaco. El tramo de Sérignac a Buzet-sur-Baïse fue peor. Encima no paró de llover y me calé hasta los huesos. En Buzet comimos como pudimos (de nuevo en un restaurante con personal de lo más amable, allí se estaba tramando algo...) y tomamos el río Baïse en medio de un chaparrón que no se veía ni la "costa". Esa misma tarde llegamos a Vianne y aquí pequé de hombre y de español. No, no es lo que estáis pensando, es que no me leí las instrucciones de las esclusas del río, con funestas consecuencias, como veremos. De momento atracamos en un apartadero justo antes de la esclusa para ver el pueblo, que prometía bastante y había dejado de llover. Vianne no es que sea muy bonito, pero tampoco es feo, tiene su encanto y una muralla y una iglesia chulas. 


A eso de las 1840 (anoten la hora) estábamos de vuelta en el barco dispuestos a cruzar la esclusa de Vianne y llegar a Lavardac a pasar la noche. Con la experiencia marinera que mis casi tres días de navegación me habían dado me apresté a salir picando hélice río arriba, whenderrepente... que no, que el barco no se mueve ni con los 60 CV rugiendo a tope de revoluciones. Habíamos empanzado, afortunadamente sobre arena, no piedras. P'alante, p'atrás, izda, izda, derecha, derecha, delante, detrás, un dos tres! No sin esfuerzo salimos del empanzamiento y nos metimos en la esclusa. Mi ninio mayor sube, aprieta el botón y aquello no se mueve. Le llamo de todo, subo yo, le doy al botón y... tampoco. Son las 1903. Pulso los botones del intercomunicador... nada. Veo que hay un tlf anotado a boli en el intercomunicador, lo marco y me dice un paisano que qué quiero, que a partir de las 1900 deja de funcionar la esclusa. Encima, en el proceso veo que justo detrás está el puerto de Vianne, con una pinta estupenda. Toca aguantar el chaparrón de la parienta, de los ninios, el meteorológico y, encima, empanzar de nuevo voluntariamente en el mismo sitio de antes para pasar la noche, apartados del pueblo, en un recodo, a oscuras y tapado por un árbol. Ahora es cuando todos los lugareños que fingían ser amables van a venir en plan "Deliverance" a por nosotros...

Toca ajo, agua y cenar en el pueblo


Puente en Vianne
La cena fue muy manifiestamente mejorable y la amabilidad ya no estaba por ningún sitio. Porque, digo yo, por muy oxidado que esté mi francés, que lo está ¿de cuantas maneras diferentes se puede pronunciar la palabra "lait"? ¡lé, cogno, lé! Por más morritos que ponía en el 90% de los sitios en que pedí "lé pur la fille" me ponían caras y se hacían los suecos (*A).


La siguiente etapa comenzó fuerte, sin duda. El viaje nos reservaba un último apretón antes de hacerse algo más plácido. Comenzaré diciendo, para vuestra tranquilidad, que la noche la pasé con el culillo preto, pero nada pasó, más allá de un par de chaparrones. Mi amable interlocutor telefónico de la noche anterior me había informado de que las esclusas, efectivamente, tal y como pone en el manual que no leí, funcionan de 0900 a 1900, así que a las 0850 me teníais de nuevo sacando el barco de su embarrancamiento con una habilidad que rayaba el virtuosismo. A las 0900 o'clock estaba el barco metido en la esclusa y listo para hacer nuestro primer ascenso en río del viaje. Aquí es importante decir que todas las esclusas anteriores, unas 20 o por ahí, habían sido en canal y de bajada. Sirva toda esta introducción para decir que cruzamos la esclusa... sin problema alguno y continuamos hacia Lavardac entre chirimiri y ribera frondosa. Yo me sentía Humphrey en La reina de África.

Molino fortificado de Barbaste
Llegamos a Lavardac y, como es costumbre, al menos en ese río, justo antes de llegar al embarcadero del pueblo está el azud con su esclusa, en este caso un esclusón de algo más de 3 m de ganancia de nivel, creo recordar. Se masca la tragedia. Nos colocamos, como estábamos acostumbrados en el canal, en la parte delantera del recinto, en este caso cerca de la compuerta de aguas arriba. El ninio se sube a darle al botón, mi Santa en proa, el Panoly en popa, todos en sus puestos... comienza la maniobra; se cierra la compuerta trasera, se abre el paso de agua... todo normal... comienza a subir el nivel, todo normal... Oye ¿no hay un poco más de turbulencia de la habitual? Whenderrepente el barco sale literalmente lanzado hacia adelante empujado por una corriente AGUAS ARRIBA del carajo de la vela. Mi Santa no puede sujetar y suelta el cabo, el Panoly pone sus hercúleos brazos en máxima tensión intentando evitar que el barco siga avanzando y se coma la compuerta delantera pero, desgraciadamente, Hércules era solo un semidios y su fuerza no fue suficiente contra el empuje de la naturaleza y... comienzo a ceder. ¡¡¡¡¡MECAGONTÓ!!!! ¡en la batalla se me ha liado el cabo al tobiiiiiiiiiiiiiiiiiiiilllllllllllllllloooooooooo!!!!!! esta parte la grito ya volando hacia atrás lanzado por el cabo que tiraba de mí hacia el bolardo, pie derecho por delante, un par de metros largos por encima del suelo del barco. Afortunadamente el lío se deshace solo y caigo al agua cabeza abajo cual saco de patatas envuelto en un poncho XXXL (era el único que quedaba en la tienda de Moissac). Veo una luz lejana, un señor con barba y un montón de llaves que me hace gestos para que le siga, pero con agilidad felina me saco el poncho, me equilibro, encuentro mis cuatro extremidades (la quinta la tenía a esas alturas entre el píloro y el gaznate) y saco la cabeza del agua. Trinco el poncho que se alejaba con la corriente y me lanzo hacia la escalerilla. Un espectáculo. Mi Santa ha oído el grito pero no ha podido ver nada desde su posición, pero el ninio lo ha visto todo en 1ª fila. El ninio, al que le llevo 4 días diciendo cada 5 minutos que no haga el cabra que se va a caer al agua... Resulta que en las esclusas ascendentes hay que colocarse en la parte TRASERA de la esclusa, no en la delantera. Eso también lo pone en el manual. Pero "The show must go on" y la compuerta se va a abrir, así que salto a bordo, pongo la reversa y el barco se mueve lo justo para permitir la apertura y salgamos grácil y elegantemente de entre los muros. Aquí no ha pasado nada. Bueno, yo estoy calado, con lo que el aguacero que comienza a caer me la refanfinfla. Quicir, me la refanfinflaría si me la encontrara. No estaba previsto pero, ya puestos, amarramos en Lavardac hasta que me dejen de temblar las canillas. 


Aprovechando que deja de llover un ratín nos acercamos a Barbaste a ver el molino fortificado, que la verdad es que mola.

...y, de momento, aquí nos vamos a quedar.




viernes, 1 de mayo de 2015

Una batalla para la historia: Pavía

Manuel estaba ya bastante acostumbrado a que no le llamaran casi nunca por su nombre, pero al menos solía escuchar siempre el mismo alias. Entre eso y que acababa de bajarse de un coche en cuyo asiento trasero llevaba dormitando tres horas, le costó darse cuenta de que "¡Eh!¡Tú!¡El de los pelos!" era él.

El que se parecía a Harold Lloyd miraba alternativamente a
 su amigo y al forastero greñoso.
Levantó la vista del café con leche que tenía delante y no le costó identificar el origen de la interpelación, básicamente porque el bar de la gasolinera en la que acababan de parar estaba prácticamente vacío. Unos metros más allá, en pie junto al mostrador de mármol había dos soldados de uniforme. Uno de ellos miraba a través de sus gruesas gafas una tapa de queso con seriedad. Si Manuel hubiera sabido quién era Harold Lloyd, le habría venido inmediatamente a la mente el careto del actor de Nebraska pero, claro, no tenía ni la más remota idea de quién era ese señor. El otro, con una mano en el bolsillo y otra sujetando un chato, lo miraba directamente a él; "con esas greñas no entras en Aranjuez" dijo, con marcado acento del Cerrato palentino, sea éste como fuere. Bueno, de hecho no pensaba entrar; ni siquiera sabía que estaban en Aranjuez. Para él, ese bar de gasolinera era solo la última parada antes de llegar a casa, en Córdoba. El soldado dejó el chato y dio unos pasos hacia él mientras echaba mano de unas tijeras que estaban a su alcance tras el mostrador. "¿No me has oído? Te vamos a pelar ahora mismo". El que se parecía a Harold Lloyd seguía con el queso, pero ahora lo miraba también a él. Manuel se giró y se dio cuenta de que toda su cuadrilla le rodeaba, en total seis paisanos, apoderado incluido, así que se sintió más que seguro, por muy chalado y/o tajado que estuviera el de las tijeras. Y ambas cosas parecían bastante probables.

Como casi siempre que crece la tensión en un grupo exclusivamente masculino, especialmente si ésto sucede con nocturnidad y en un bar, la discusión vira indefectiblemente a lo mismo: las gónadas (Nota: si no hay tensión vira también hacia las gónadas, pero en este caso las femeninas... ya me entienden). "¿Qué pasa?¿No tienes huevos para contestar?". El picador, que para eso era el más grande, fue el primero en abrir la boca: "Er maehtro demuehtra cada tarde loh buevoh que tiene"

"Ah, ¿si? Pues vamos a verlo" dijo el soldado mientras volvía a dejar las tijeras sobre el mostrador y se lanzaba con una agilidad felina, impropia de su pedete lúcido, al cinturón del melenudo que, en un abrir y cerrar de ojos se encontró sin él y luchando por que no le bajaran los pantalones. Harold dejó el queso, pero no se movió de su sitio.

Pepe, el camarero, había aprovechado mientras tanto que el cuartelillo de la Meretérita estaba al lado mismo para avisar y ya estaba llegando de vuelta al bar con una pareja y el cabo de guardia. Cuando los cuatro entraron en el bar se encontraron una escena surrealista: una figura del toreo con los pantalones por los tobillos, andando como un pingüino sobre el serrín que cubría el suelo de terrazo y sujetándose los calzoncillos mientras un militar con seis maromos encima tiraba de ellos hacia abajo al grito de "¡Vamos a verlos hombre!¡Vamos a ver si tienes huevos!". Justo en ese momento, Manuel se trastablilló con sus propios pantalones y los ocho cayeron redondos en medio del bar en un amasijo indiscernible de manos, piernas y gritos. Harold se terminó la caña que acompañaba la tapa de queso y, por fin, se separó del mostrador dirigiéndose al cabo de la Benemérita, al que tan solo hizo un gesto antes de ayudar a su amigo a levantarse del suelo.

Cuando Manuel se puso más o menos en pie, el soldado loco estaba sacudiéndose el serrín del uniforme justo antes de salir junto a su compañero. El cabo se cuadró cuando salían del local y pronunció un inequívoco: "Mis sargentos...". 

Los dos suboficiales ya estaban arrancando sus motos (uno Lambretta, otro Vespa) y Manuel aún no tenía muy claro qué demonios acababa de pasar; el cabo de la Guardia Civil no ayudaba demasiado ya que no paraba de decir: "Aquí no ha pasado nada, aquí no ha pasado nada...". En fin, mañana (ya hoy) sería otro día, Manuel estaría en Córdoba y los dos sargentos en sus regimientos: uno en Almansa Nº5, otro en Pavía Nº4.

La bicoca de las Guerras de Italia (1522)


Uno de los sistemas tradicionales para nombrar agrupaciones en el ejército español es asignarles el nombre de alguna batalla importante de nuestra historia. Lógicamente nos centramos solo en victorias y, por fortuna, hay cienes y cienes donde escoger. En esta entrada de profundosoconfusos vamos a saltarnos las motivaciones habituales para buscar personaje o hecho sobre el que enrollarnos un ratillo y, me evitarán Vds tener que explicar por qué, nos vamos a centrar en una batalla: la mantenida en torno a la ciudad lombarda de Pavía hace solamente 490 años, en febrero de 1525.

Si alguna vez soy capaz de llevar a cabo un proyectillo que tengo, no será la última vez que Pavía aparezca en el blog, pero sí es la primera, así que vamos a ver si lo hacemos medianamente interesante. Al lío...

Ya hemos hablado varias veces de la presencia del Emperador en Italia (por ejemplo aquí y aquí), pero si hay un momento importante de la presencia de Carlos IyV en la península de la bota es precisamente la batalla de Pavía, de la que se dice, supongo que con razón, que fue el pistoletazo de salida a la hegemonía hispana en Uropa.

Villalobos explicando a McLeod, de manera asaz convincente,
que solo puede quedar uno.
A finales del XV el norte de Italia era un revoltijo bastante complicado pero enormemente próspero en el que florecía el comercio y la cultura. Es curioso como en esa época la pujanza económica y cultural se ubicaba en ciudades más o menos independientes, no en grandes estados, pero esa es otra historia, no nos despistemos. El caso es que ese florecimiento cultural y, sobre todo, económico, acabó atrayendo a aquellos estados que no habían invertido en arte, sino en soldados. C'est la vie...

Al olor de las sardinas llegaron los austriacos y los franceses que se intercambiaron unos cuantos soplamocos por la zona, aunque en realidad todo era el continuóse del siguióse del empezóse. La cosa había comenzado en 1494 en forma de un "Francia contra todos" por el reino de Nápoles. Treinta años, docenas de batallas y varios libros de cuentas del Gran Capitán después, el asunto no se había arreglado ni una miajita, antes al contrario. A la muerte de Maximiliano I, abuelo de Carlos IyV, se presentaron a oposiciones de sucesor dos candidatos principales: el antedicho Carlos y el perejil de todas las salsas Francisco I de Francia. Como diría Sean Sánchez Villalobos Connery: "Solo puede quedar uno!" y el uno, no podía ser de otra manera, fue el emperador Carlos. Curiosamente, el tal Sánchez Villalobos interpretado por Connery era, en la ficción de Highlander, empleado de Carlos IyV, en concreto "espadero mayor/chief metallurgist". El mundo es un moquero. Si ya antes de la Elección Imperial de 1519 Francisco I no debía ser demasiado feliz como vecino de Carlos IyV, después las cosas fueron a pedor y se sucedieron las zancadillas del uno allá donde el otro estuviera.

Las batallas cuerpo a cuerpo con picas y espada debieron ser salvajes.
De la wiki.
Por empezar por algún sitio, trasladémonos a lo que hoy es un barrio industrial al norte de Milán llamado Bicocca, sede, por ejemplo, de empresas como Pirelli, pero en el siglo XVI era una aldeílla a las afueras de Milán. Allí tuvo lugar, el 27 de Abril de 1522, una no-batalla que, para no ser batalla, les debió hacer la gracia justa a los franceses, a los venecianos y, sobre todo, a los temibles mercenarios suizos (ojito, lo de mercenarios no es peyorativo, es que iban de eso), que cayeron como chinches sin llegar siquiera a luchar. El ejército Imperial no estaba comandado por Darth Vader, no, sino por Próspero Colonna y Fernando de Ávalos que, sabedores de la potencia de la infantería suiza pero también de sus tácticas y medios algo anticuados, plantearon una de las primeras batallas basadas en las armas de fuego ligeras (esto de ligeras es un decir, un arcabuz podía pesar casi 30 kg) de la historia. Precisamente era Ávalos el que dirigía a los arcabuceros españoles, que se dispusieron en lo alto de una colina con una zona pantanosa a un lado y un canal al otro y allí esperaron la acometida de los suizos; cuando éstos estuvieron a tiro (50 metritos, no os creáis) comenzaron una serie de descargas que acabaron arrasando con la unidad helvética. Lamento informar, especiamente a nuestro nutrido grupo de lectores suizos, que, en este caso, ellos se lo habían buscado ya que fueron los suizos los que presionaron al general francés Lautrec, a la sazón su cliente, para lanzar el ataque de esa forma y en ese momento. Un pequeño exceso de confianza lo tiene cualquiera...

El resultado fue salvajemente espectacular; dicen las crónicas que no hubo ninguna baja española por más 3000 suizos muertos e inmediata retirada de las tropas enemigas, que inicialmente contaban con total superioridad. Las consecuencias de la victoria Imperial no fueron menos espectaculares: Venecia, aliada de Francia, se vio obligada a volver a cuidar de sus canales, los mercenarios suizos nunca volvieron a ser tan temibles, los franceses se cabrearon como una mona y las reglas del combate a campo abierto cambiaron para siempre. No está mal para una soleada mañana de primavera en Lombardía...

Por si alguien se lo pregunta, que seguro que sí, la expresión "ser una bicoca" viene, obviamente, de este día. Así la define la RAE:
bicoca.
(Del it. bicocca, y este de Bicocca, población italiana al oeste de Milán, y nombre de la batalla que en este lugar libraron franceses y españoles en 1522).
1. f. coloq. Cosa de poca estima y aprecio.
2. f. coloq. ganga (‖ cosa apreciable que se adquiere a poca costa).
3. f. ant. Fortificación pequeña y de poca defensa.


Pavía, 24 de Febrero de 1525


Bicoca fue un desastre, pero el ejército francés en realidad apenas sufrió. Bien es cierto que perdieron a los venecianos y a los suizos como aliados/subcontratados, pero Francia seguía siendo un pedazo de país con un rey cabreado y con ganas de tocarle la moral al Emperador, así que continuaron maniobrando con sus ejércitos por Lombardía, aunque sin dar ninguna batalla de importancia.

Marx Stittich von Ems. Peaso de nombre
 y peaso de careto. Parece su suegra. De la wiki
A finales de 1524 conquistan Milán (salvo la ciudadela) y en Noviembre se lanzan sobre la ciudad de Pavía, defendida por españoles y Lansquenetes (más o menos equivalente alemán de los mercenarios suizos), todos ellos bajo el comando del riojano Antonio de Leyva. Los primeros ataques fueron repelidos y, aunque Francisco I estaba "on fire", no estaba loco de atar, así que ante tales defensas decidió no atacar sino asediar, que además tenemos la Navidad encima ytalytal...

Pero claro, asediando corres menos riesgo, pero das tiempo al enemigo a montar ejércitos de socorro, que fue exactamente lo que ocurrió. De nuevo Fernando de Ávalos se puso a la tarea, se unió a las tropas alemanas de Frundsberg y de Marx Sittich von Ems y se lanzaron a carajo sacao velozmente en auxilio de los asediados.

La situación no dejaba de ser curiosa: Leyva en la ciudad, Francisco I en el campamento de asedio y, más al este, Ávalos en el de ayuda al asediado. En esta ocasión era el ejército imperial el que contaba con mercenarios Lansquenetes a los que no había con qué pagar y presionaban para una batalla rápida, incluso algunas unidades se largaban a la vista de las tropas francesas, que veían que el paso del tiempo les favorecía. La situación estaba justo como menos le gustaba a Fernando de Ávalos, famoso por opinar:

"Dé me Dios cien años de guerra, y no un día de batalla, de la qual son tan varios y dudosos los successos, y tan ciertos y calamitosos los peligros"

Pero ya no había solución, había que plantear batalla y había que hacerlo ya mismito, antes de que los alemanes se volvieran en masa a beber cerveza a Baviera. El ejército Francés era más numeroso que las tropas de Ávalos y había tenido tiempo de fortificarse mucho mejor así que el factor sorpresa sería clave. Mientras, en la ciudad reina el hambre y comienzan las encamisadas, salidas nocturnas de las tropas sitiadas para rapiñar víveres, causar desconcierto y matar lo que se pudiera.

Reconozco que la literatura descriptiva de batallas y sus tácticas, cuando está bien hecha, es apasionante, pero si no lo está es patética. No quiero caer en el patetismo así que solo diremos que, una vez más, los planteamientos de Ávalos y el dominio de las armas de fuego del ejército Imperial funcionaron a la perfección y la superioridad artillera y de la caballería francesas no sirvieron de nada. El desastre francés fue total, con destrucción casi absoluta de su ejército y más de 10.000 muertos entre franceses y aliados (incluyendo casi todos los jerifaltes) por, según algunas fuentes, menos de 500 en el bando Imperial.

Se consiguió una victoria absoluta, pero es que esta vez fue algo más que una victoria...

Francisco I en Madrid


En medio de la batalla de Pavía, cuando ya estaba clara la victoria española y los franceses que aún podían intentaban ponerse a salvo, tres soldados españoles, en concreto un vasco, un gallego y un andaluz, de nombres Juan de Urbieta, Alonso Pita da Veiga y Diego Dávila se encontraron con un francés que huía en un pequeño grupo. Sus ropajes no eran de soldado raso, sino más bien de hombre noble, así que, en lugar de darle matarile in situ e ir a por más, le condujeron a sus superiores, no fuera a ser un tío importante.

"...quando un arcabuzero le mató el cavallo, y yendo á caer con el, llegó un hombre de armas de la compañía de Don Diego Mendoça, (llamado Juanes de Urbieta bascongado, natural de Hernani en Guipuzcoa) y como le vio tan señalado, fue sobre él al tiempo que el cavallo cayó. Y poniendole el estoque al un costado, por las escotaduras de las armas, le dixo que se rindiesse. El Rey viendose en peligro de muerte, dixo: La vida, que yo soy el Rey. El Guipuzcoano lo entendio aunque era dicho en Frances: y diziendole que se rindiesse, el dixo: Yo me rindo al Emperador"

Torre de los Lujanes vigilada por don Álvaro de Bazán.
 Eso es un segurata y lo demás son tonterías. Foto mía.
Y de esta forma tan tonta se encontró el Emperador con su archienemigo derrotado y preso. Francisco I fue trasladado a Madrid, primero a la Torre de los Lujanes en la actual Plaza de la Villa y después al Real Alcázar, el que se quemó en 1734 con unos cuantos cuadros de Velázquez dentro. El Rey de Francia estuvo retenido en condiciones cómodas pero, evidentemente, estaba en una posición manifiestamente mejorable para negociar así que en enero de 1526 aceptó firmar el Tratado de Madrid en el que básicamente aceptaba dejar de tocar las pelotas incomodar al Emperador. Tardó en romper el tratado lo mismo que en llegar a la frontera con Francia. Es que hay algunos que no aprenden nunca.

Francia lo tenía todo para ser el gran megarreino Europeo y lo pudo haber sido en varios momentos de la historia, pero al final, por unas cosas o por otras nunca pudo serlo. Una de esas "cosillas" fue la batalla de Pavía que, efectivamente, figura entre las batallas con consecuencias más importantes de la historia.

Ah, un detalle curioso, la espada de Francisco I permaneció en España hasta 1808, cuando Fernando VII, ese peaso de rey, se la regaló a Napoleón.

Con Dios.

PS: El regimiento de Pavía se fundó como Tercio de Dragones el 1 de mayo de 1684, justo hoy hace 331 años y sigue existiendo, integrado ahora en la Brigada de Caballería Castillejos II y su sede está en Zaragoza.

PS2: Tengo intención de añadir una fotillo de la Torre de los Lujanes, a ver si me acerco luego. HECHO