sábado, 30 de agosto de 2014

Cumbres Borrascosas: el Emperador, el Almirante, las hermanas literatas y los pistachos

Todo el mundo tiene un pasado y éste, a veces, no es especialmente brillante o, al menos, no es para sacar pecho. Hace muuuuchos, muchos años, en esta misma galaxia, yo mismo fui niño. Sí, lo sé, la idea no es agradable, pero es la realidad y hay que afrontarla. Os evitaré las terribles imágenes de la época, limitaos a creerme: tal aberración ocurrió. No solo eso, sino que de tierno infante era aficionado a las películas de Mario Moreno e incluso, tiemblo al recordarlo, a las de Bud Spencer y Terence Hill, ese par. No me perdía una, desde "Le llamaban Trinidad" a "Dos Superpolicías en Miami". Peliculón. A través de ellos conocí una de mis (no pocas) rarezas infantiles: el helado de pistacho. Además, en los breves instantes en que aparecía en pantalla, el helado en cuestión parecía ser verde, así que su sabor tenía forzosamente que recordar a la menta... Cuando en España había poco más de cinco sabores de helado y los niños se dividían entre chocolate y fresa, siendo ya bastante raritos los que lo pedían de limón, y cuando el heladero del barrio se atrevió, el jeta, a denominar tuttifruti a la bazofia resultante de juntar los restos de todas las cubetas al final de cada jornada, yo pedía siempre pistacho. Y acababa recibiendo una colleja de cualquiera de mis amigos y comiendo un corte de nata y chocolate, porque pistacho, claro, no había, pero yo lo seguía pidiendo. Por si acaso.

Y el acaso llegó, no en la heladería del barrio, claro, sino en un exótico quiosco regentado por una familia mejicana que estaba ubicado cerca de la piscina. Un día, dos o tres veranos después del inicio de mi obsesión, sucedió lo increíble: en lugar de la colleja y el corte de nata y chocolate, el mejicano me alargó un cucurucho con una bola ¡verde! encima. Una vez repuesto del sorpresón y ante la insistencia de mi pandilla, hubo que probar aquello y aquello…  ¡me gustó!

Terence Hill y Bud Spencer son, lógicamente, italianos, con esos nombres no podían ser de otro sitio. Sus nombres reales son Mario Girotti y Carlo Pedersoli, naturales de Venecia y Nápoles, respectivamente. Por cierto, que Pedersoli, al igual que Johnny Weissmüller, fue multicampeón de natación antes de ser actor. Como os decía, Pedersoli es napolitano y cerca de Nápoles nos vamos hoy a conocer una breve historia de casualidades enlazadas. Aviso: es breve pero algo liosa.

No se me despisten que comenzamos.

Sicilia, 1282


Sicilia es una isla y, como la inmensa mayoría de las islas de mundo, tiene un gravísimo defecto: el mar, está demasiado cerca del mar. Ya me habéis oído comentar alguna vez que el mar es una cosa muy seria, así que hay que dejársela a los profesionales (Armada, marina mercante, pescadores y tal...). 

Por otra parte, tiene una increíble ventaja: es isla, pero es grandota y está en pleno medio del Mediterráneo, así que ha sido un lugar importante para todas las civilizaciones e imperios de esta zona. Todos se han asentado allí en algún momento, desde griegos, romanos, árabes, normandos, españoles...

De aquí era Vito Andolini. Foto mía.
En 1282 Sicilia estaba ocupada por los franceses, en concreto los angevinos, uséase, la casa de Anjou, pero los sicilianos no estaban demasiado contentos al respecto y, como no parece difícil imaginar, un siciliano cabreado es una cosa muy peligrosa. En marzo de ese año estalló una revuelta del pueblo contra los angevinos que se conoce como vísperas sicilianas y que comenzó en Palermo, pero enseguida se extendió a Messina y a una localidad que se acabaría haciendo muy famosa con los años gracias a un ficticio hijo suyo llamado Vito Andolini. Las "Vísperas" comenzaron con una matanza indiscriminada de franceses pero devinieron en una guerra, no precisamente corta, cuando los sicilianos pidieron ayuda a Pedro III de Aragón y la cosa se alargó nada menos que 20 años hasta que en 1302 se firmó la paz de Caltabellota. Por cierto, que esta guerra siciliana supuso la primera salida de España de los almogávares, pero el tratado de Caltabellota les dejó sin curro y acabaron buscándose la vida y sembrando el pánico al grito de ¡Desperta ferro! mucho más al este, pero esa es otra historia...

Nosotros nos quedamos en Sicilia, que de esta forma tan curiosa quedó ligada, de forma intermitente, a Aragón y a España durante siglos.

Sicilia, otra vez, 1535

"Se habla mucho de la lealtad de los subordinados hacia sus superiores. La lealtad de los jefes hacia sus subordiandos es aún más necesaria y mucho menos habitual"

Iglesia de Santa María en Randazzo, reconstruida casi
 desde cero tras la 2ªGM. Foto mía.
Hay gente que parece que ha nacido para dejar citas que grabar en mármol, sea éste de Carrara o de Macael. Uno de ellos fue George C. Scott, quicir, George S. Patton. No sé cuando exactamente dijo esta frase, pero seguro que la llevó a la práctica a lo largo de toda su vida. Por ejemplo cuando en el verano de 1943 competía con Monty por cruzar Sicilia y llegar el primero a Messina. Ganó Patton, claro. Por el camino los aliados habían arrasado Randazzo, una de las poblaciones en las que el Eje se había hecho fuerte a los pies del Etna, así que es harto improbable que la casa en la que se alojara Carlos IyV 408 años antes siga hoy en pie. 

En 1535 nuestro viejo amigo el emperador decidió darse un rulo por sus posesiones al sur de Italia. Llegó a Trapani el 22 de agosto tras un agitado paso por Túnez, que los reyes de entonces no esquivaban escaramuzas (hombre, supongo que tampoco encabezaría las tropas...). En septiembre pasó por Monreale y Palermo, donde nombró nuevo virrey de Sicilia a Fernando de Gonzaga. Entre nombramientos y recepciones poco tiempo le quedaría para hacer turismo, pero el 18 de Octubre pernoctó  en Randazzo, de allí fue a Taormina y Messina. Es probable que fuera en esos días del otoño de 1535 cuando firmara el acta de fundación de un municipio próximo a Randazzo: Bronte. Según las fuentes aparecen dos fechas como fundacionales: 1520 y 1535, pero puesto que en 1535 el emperador estuvo por la zona, vamos a suponer que fue entonces... El caso es que, por motivos puramente fiscales (para facilitar la recaudación de impuestos, vamos), decidió fundar este municipio alrededor de la abadía de Maniace.

El paso de Carlos IyV por Sicilia no se extendió mucho más, en ese mismo año volvimos a entrar en guerra con Francia tras los pactos de Francisco I con protestantes y turcos para intentar recortar el ascendente poder del emperador (guerra en la que falleció nuestro anterior visitante, Garcilaso de la Vega) y supongo que don Carlos andaría demasiado ocupado como para hacer vacaciones en Sicilia.

Sicilia, de nuevo, 1799


En 1759, andaba Carlos de Borbón siendo feliz como Carlos V de Sicilia y VII de Nápoles, disfrutando de la molicie del ocio entre Nápoles y Palermo, whenderepente la diñó su hermano Fernando en Villaviciosa de Odón. Gran consternación, gran priesa y Carlos, tercer hijo de Felipe V, que sale escopetado desde el sur de Italia nada menos que a hacerse cargo como Carlos III del reinado de España (y de la "alcaldía" de Madrid, casi más importante). Por entonces, el reinado de Nápoles y Sicilia ya era completamente independiente de España y a Carlos III le sucedió su hijo Fernando como Fernando III de Sicilia y IV de Nápoles. Por cierto, Carlos III no fue el único rey de España que hizo las prácticas de rey en Nápoles, poco después hubo otro... ¡buscad, buscad, malditos! (es muy fácil).

A lo que íbamos, que Fernando de Borbón quedó como rey de Sicilia, y no por poco tiempo... aunque lo suyo le costó. En 1799, los franceses (¡sorpresa!) tomaron Nápoles y la familia real huyó a Sicilia. Por el camino pidieron ayuda a Inglaterra, así que allí se presentó Horatio Nelson, ya tuerto y manco después del fracaso en Tenerife un par de años antes y que además era amante de Lady Hamilton, esposa del embajador inglés en Nápoles y a su vez amiga del alma de María Carolina de Austria, a la sazón reina consorte del rey Fernando. Culebrón. Imaginaos a Hamil y Carol tomando el té y discutiendo sobre como embarcar a Horatio en el fregao de salvarles el culamen a los 2Sicilias... Por cierto, algo deben tener las aguas Sicilianas, Fernando y Maria Carolina tuvieron la nada modesta cifra de 18 hijos, la mitad de los cuales murieron de viruela.

Castello di Nelson, más bien una gran casa de campo. Foto mía.
Nelson, fuera por convicción, por presiones de Lady Hamilton o porque también estaba haciendo prácticas para sus futuras responsabilidades, se mostró salvajemente inclemente y no sólo venció, sino que ajustició (o permitió ajusticiar) a un número importante de Jacobinos y también de Napolitanos que los habían apoyado.

En agradecimiento por los servicios prestados, haciendo un alto en su agitado proceso reproductivo, el rey Fernando regaló a don Horatio "a perpetuidad" el ducado y la ciudad de Bronte, incluyendo la abadía de Maniace. Aunque Nelson nunca visitó Bronte, sí que dispuso que la Abadía fuera transformada en una residencia apropiada para un duque y hoy se conoce como Castillo de Nelson. Horatio tuvo una hija con Lady Hamilton, doblemente ilegítima, que se llamó Horatia (¡Ahí! ¡Disimulando!), pero no fue ella la heredera a la muerte del almirante, sino el hermano mayor de éste. Hubo en total 7 Duques de Bronte en la familia Nelson, el último de los cuales terminó de vender la mayor parte de las posesiones en el municipio hace como quien dice cuatro días. Hoy en día sólo les queda el cementerio.

Nelson no solo no estuvo nunca en Bronte, sino que solo pudo disfrutar de su título durante 6 añitos, antes de ser herido de muerte en Trafalgar mientras buscaba nombre para una plaza londinense, pero parece que el título le cayó bien, ya que desde que lo tuvo firmó como "Nelson y Bronte", "Bronte Nelson" o parecidos.

Un arabesco colateral bastante curioso de esta historia lo protagonizó el reverendo irlandés Patrick Brunty, que se trasladó a Inglaterra a comienzos del XIX. Dado que el tío era admirador de las hazañas de don Horatio, decidió Nelsonizar su apellido transformando Brunty en Brontë, tal vez pensando que con diéresis el apellido era más molón. Seguramente nadie se acordaría de esta historia de no ser por que don Patrick fue padre de un hijo y tres hijas, de nombres Branwell, Charlotte, Emily y Anne. El primero fue un bala perdida alcohólico, pero las tres mushashas se dedicaron a escribir y, según parece, no demasiado mal, legando a la historia obras como Jane Eyre o Cumbres Borrascosas que, de no ser por Pedro III de Aragón, Carlos IyV, Fernando III de Sicilia y Horatio Nelson habrían sido escritas por las hermanas Brunty. Donde va a parar...

Sicilia, por último, 2014


Campo de Pistacia Vera en Bronte con el Etna al fondo. Foto mía
Algún avispado lector habrá llegado a la sagaz conclusión de que he andado recientemente por Sicilia pasando, de hecho, unas vacaciones manifiestamente mejorables y, aunque estaba decidido a no dar demasiado la barrila a la familia ni a los amigos que me sufrieron una semanita larga (mis excusas a los 8), cabía la posibilidad de encontrarse con alguna historia curiosa digna de aparecer en profundosoconfusos. No me imaginaba yo que fuera a ser ésta, pero no la íbamos a despreciar.

Bronte sigue existiendo, claro. Es un pueblo bastante grande al pie del Etna -en su falda oeste- que es conocido por toda esta historia de Nelson y las hermanas pero, sobre todo, es conocido por otra cosa: está literalmente rodeado de árboles Pistacia Vera, de los que se obtiene, año sí y año no, el pistacho. En esta comarca se cosecha el 1% de la producción mundial de pistacho, pero más del 80% de la producción italiana. Hacen de todo con ellos, desde dulces, condimentos, salsas, pizzas y, por supuesto... helados.

PS: por si a alguien le interesa, las menos malas de las fotos de Sicilia están AQUÍ



No hay comentarios:

Publicar un comentario